RACHEL SHARANSKY DANZIGER

Cuando salí con mis hijos esta mañana, coches de policía con sus luces parpadeantes chirriaban junto a nosotros, bloqueando el paso unos 50 metros más abajo. Hombres con pistolas corrían en varias direcciones. Los dueños de las tiendas nerviosos se reunieron afuera, revisando sus teléfonos.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – “Tenemos que volver a casa y cerrar la puerta”, dijo mi hijo de cinco años, encogido con inquietud.

Es lo que hicimos. Mis hijos estaban conmigo junto a la ventana, mirando la escena.”Mira, un pájaro”, dijo mi hija de dos años”. ¿Crees que han cogido al malo”, le preguntó a mi hijo. La gente me criticó antes por explicarle la situación de seguridad. Mientras se aferraba a mí hoy, manteniendo la calma bajo presión, me sentí validada en mi elección.

Cuando los coches de policía se marcharon, nos embarcamos en “ir a la guardería, a tomar el #2”. Esta vez entramos en una realidad que era normal hasta el punto de ser surrealista. Los vendedores sonreían a los clientes, la gente paseaba a sus perros … Realmente no se podía decir que hace tan sólo unos segundos, algo fuera de lo común ocurrió aquí.

La normalidad era aterradora: ¿qué diablos acaba de ocurrir? ¿Qué se oculta bajo la fachada mundana? ¿Por qué nadie se está volviendo loco?

La normalidad era emocionante: ¡Nos sienta tan bien reanudar la vida! ASÍ de resistentes somos. ¡En vuestra cara, terroristas!

¿Pero qué pasó? La pregunta se siguió abriendo paso en mí, cada vez más urgente a medida que pasaban los minutos y nuestra calle no daba signos de revelar la noticia. La falta de información produce cosas extrañas. Por un lado, ofrece alivio: no tener noticias es buena noticia. Por otro, da rienda suelta a la imaginación. ¿Hubo un apuñalamiento?¿Una bomba? ¿Un terrorista vino aquí con una pistola? Cuando conozco los hechos, puedo engañarme pensando que tengo control de la situación. Así que quiero saber.

Escribí “lo que acaba de ocurrir en nuestro vecindario” en Facebook, pero eliminé mi mensaje de inmediato. Propagar ansiedad no ayudaría.

Mi hijo, hace unos minutos tan relajado, comenzó a agitarse demasiado. “No quiero ir a la guardería hoy”, dijo. Sus dedos se apretaron a los míos. Los nudillos se le pusieron pálidos.

“Me quedaré con ustedes aquí un poco”, sugerí. “Todo estará bien. La policía nos va a proteger. Puedes estar seguro”.

¿Es mentira?

Tal vez lo sea, pensé mientras nos sentamos en el patio de recreo, a distraernos con historias de animales. Ninguno de nosotros está realmente, de verdad seguro. Pero es una mentira que nos tenemos que decir para seguir viviendo.

Cuando mi hijo recuperó su alegría, entré con él a su jardín de infancia. Me despedí, a continuación, pulsé “reiniciar” en mi teléfono.

Para entonces, los sitios de noticias al fin tenían información. Hubo un ataque terrorista cerca de la Ciudad Vieja, y un posible tiroteo en Ramot. Deduje que nuestra calle acogió nada menos que una persecución.

En el camino de vuelta a casa, miré por detrás de mi hombro muchas veces, escaneando cuidadosamente los vehículos y las personas que me rodeaban. Ayer, un hombre apuñaló a los peatones, y gente en los coches en Jaffa. Hoy, hombres con armas de fuego embistieron su coche contra los transeúntes. Todo puede ser una amenaza o un arma. Nadie esta seguro. Nada puede ser ignorado.

El terror sin duda te hace estar actualizado.

Pero, pensé, y dejé de caminar, este momento sigue siendo mío para vivirlo.

El terror puede matarme o mutilarme. Pero mientras no lo haga, la manera en que vivo mi vida depende de mí. Me niego a cruzar la línea de alerta a paranoide. Me niego a dar a los asesinos el poder de envenenar mi vida. Estos son mis momentos, y los voy a vivir hasta el fondo.

Así que me desvié del camino a casa, y carpe diem, entré en una pastelería y perdí el tiempo en la calle.

Mientras comía mis pasteles, las sirenas todavía sonaban en la distancia. Podía oír los helicópteros dando vueltas por encima, y los niños riendo en una escuela cercana. Los coches pasaban de largo. Un pájaro pió.

La vida continúa.


Fuente: Blogs. The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel –
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