El presidente ruso, Vladimir Putin parece seguir siendo un enigma para sus amigos y críticos en Occidente desde que llegó al poder. Con el anuncio de que Rusia retira la mayor parte de sus fuerzas de Siria, ese rompecabezas se hizo aún más insondable.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Putin logró su objetivo inmediato: restaurar Rusia a la posición de gran potencia, especialmente en Medio Oriente. La repentina incursión de los militares rusos en la agitación siria impidió a los rebeldes, por el momento, de tomar el control de lo que quedaba de Siria de manos del presidente Bashar Assad. El presidente ruso demostró capacidades considerables de sus fuerzas armadas (a pesar de que no iba en contra de ninguna potencia militar significativa). Aún más importante, Putin demostró que estaba dotado de determinación – una calidad tan carente entre los líderes mundiales en la actualidad.

La determinación es y siempre ha sido un componente vital de cualquier nación de peso y aspiración. Pero en un momento en que un líder débil, vacilante, y alienado como el presidente de Estados Unidos Barack Obama está en la Casa Blanca, cualquier atisbo de calidad de un funcionario internacional inmediatamente pone a ese líder en el centro del escenario. Así es como Putin, en unos cuantos meses de ataques aéreos intensivos, logró posicionarse a sí mismo y a su país como un nexo de poder, sin el cual nada se puede ceder. Su popularidad en Rusia está por las nubes, lo que demuestra una vez más que los rusos están dispuestos a pagar un alto precio para que su país asuma la condición de superpotencia. Incluso los líderes de otras naciones, y algunos que quieren convertirse en naciones, como los kurdos, están empezando a lanzar lánguidas miradas al Kremlin.

Sin embargo, Rusia no ha realizado su objetivo de eliminar las sanciones económicas que se le aplican después de su intervención en Ucrania. Y la carga económica de una estancia prolongada en Siria podría haber pesado sobre Rusia en el largo plazo. En el momento en que Putin se dio cuenta de que el limón sirio había sido exprimido, y que todos los dividendos que Rusia ganaría mediante el uso de sus aviones de combate habían sido recogidos, puso en práctica una estrategia de salida. El anuncio de la salida de Rusia fue programada para coordinar con la apertura de conversaciones de paz en Ginebra, que era la forma en que Putin lograba un sustituto de un cuadro de victoria: Supuestamente él ha cumplido con el episodio militar, y ahora deja el placer de encontrar maneras de reconciliación a los “niños”. Es interesante que los dos movimientos dramáticos – la incursión militar de Rusia en Siria y su salida – fueron decisiones relámpago que sorprendieron a la mayoría de los observadores. Y la capacidad de sorpresa también se considera un activo en situaciones internacionales complejas.

Pero la historia de la intervención rusa en Siria ha revelado otro agente que sabe cómo operar en una realidad internacional cambiante y cómo conducirse ante varias y diversas sorpresas por otros lados: el Estado de Israel, y sobre todo su primer ministro, Benjamin Netanyahu. Netanyahu parecía ser el único líder lo suficientemente inteligente no sólo para aceptar la aparición de los militares rusos en Medio Oriente, sino también para derivar un logro diplomático de ella. El considerado enfoque de Israel destacó entre las reacciones histéricas de otros países, como Turquía. La coordinación del espacio aéreo entre Israel y Rusia funcionó bien, pero no obstaculizó las operaciones que el propio Israel inició cuando sintió la necesidad de tomar medidas. Vimos una vez más que el presidente de Rusia tiene al primer ministro de Israel en alta estima, a pesar de las posiciones independientes del Estado judío y su determinación de defender sus intereses – o, posiblemente a causa de ellos.

Ariel Bolstein es el fundador de la organización de defensa de Israel Caras de Israel.

Fuente: Israel Hayom – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico