LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En nombre del Corán y de Alá los terroristas islámicos han provocado destrucción, dolor y miedo entre la población europea, incluyendo a los musulmanes moderados, que son la mayoría de los más de 50 millones que residen legal e ilegalmente en Europa.

El criminal atentado del 22 de marzo pasado en el corazón del continente, en Bruselas, Bélgica, que causó 37 muertos (número provisional) y más de 270 heridos (muchos de ellos en estado critico), que se atribuyó el Estado Islámico (EI), tuvo una especial significación porque en esa ciudad residen los poderes políticos de la Unión Europea (UE): el Parlamento Europeo, la Comisión Europea, el Comité Económico Social Europeo y el Consejo de la Unión Europea; justamente en las proximidades de estas instituciones, en la estación del metro de Maelbeek, fue donde murieron 20 personas y 17 en el aeropuerto de Zavente en el cual 17 millones de pasajeros transitan anualmente, a pocos kilómetros de la sede de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); porque estas circunstancias, favorecen a que el EI las utilice con fines propagandísticos.

Bélgica representa un punto neurálgico central del EI, una importante base logística de las operaciones de los extremistas, en virtud de que su capital Bruselas está próxima a las principales ciudades europeas y “manifiesta una falta de cohesión interna, dividida por el lenguaje y la cultura, que hace que sea atractiva para los terroristas para moverse con relativa facilidad”. Ciertamente, Bélgica es un país con una población de 11.2 millones de habitantes, un poco más de la mitad de la población es flamenca, hablan holandés y viven en el Norte, en Flandes; menos de la mitad son franceses y viven en la región Sur de Valonia.

Bélgica alberga alrededor de 600 mil musulmanes, 6.0% de la población total, empero, en algunos barrios de Bruselas este porcentaje supera el 20.0%. Asimismo, es la nación europea con más combatientes radicales en Siria e Irak; más de 1,600 ciudadanos europeos se han integrado al EI, de los cuales 562 son de Bélgica. Igualmente, es la segunda con más detenciones relacionadas con el terrorismo en Europa.

El atentado del museo judío de Bruselas, en mayo del 2014, dio la primera voz de alarma, fue cuando las autoridades belgas descubrieron que su capital era objetivo terrorista, que Bruselas es una auténtica cuna del yihadismo, particularmente el barrio de Molenbeek, de donde procedían los terroristas que realizaron el atentado del 22 de marzo, que cuenta con una población predominantemente musulmana de inmigrantes de África del Norte, en el que existe un elevado sentimiento de marginación, y el desempleo juvenil es de 40.0%.

Inicialmente se pensó que el atentado de Bruselas fue en venganza por la detención de Salab Abdeslam, que fue detenido en esa ciudad el 18 de marzo del 2016, considerado el líder de los extremistas vinculados al EI que cometieron los atentados de Paris el 13 de noviembre pasado; no obstante, la distancia entre el 18 de marzo y el 22 de ese mes, es muy corta, por la sofisticación del atentado de Bruselas este seguramente se planeó con semanas de anticipación. Cabe destacar que dos de los atacantes suicidas del aeropuerto de Zaventem, uno de origen sirio y otro marroquí, fueron relacionados con los atentados de París.

En este marco, crecen los cuestionamientos a las autoridades belgas por no haber prevenido el atentado, a pesar de que había múltiples indicios de amenazas y fallas de seguridad, que al final de cuentas quedaron al desnudo; el gobierno belga ha admitido que podría haber hecho más para prevenir las acciones terroristas.

Turquía había advertido a Bélgica sobre uno de los terroristas suicidas después de que fue detenido intentando infiltrarse a ese país por la frontera Siria en junio del 2015 y deportado a Bélgica un mes después; las autoridades belgas lo liberaron al considerar que no tenía relación con el terrorismo. Igualmente, Israel había proporcionado información a Bélgica sobre violaciones a la seguridad del aeropuerto de Zaventemen. Por otra parte, los yihadistas han advertido la insuficiencia de agentes de seguridad en Bélgica y la descoordinación existente entre las diferentes fuerzas policiales.

Europa, una sociedad abierta y tolerante, ha cometido el error que en ella se desarrolle el odio de los islamitas; el número de europeos sospechosos de participar en la “Guerra Santa” va en aumento. Europol, la agencia europea que combate el terrorismo y el crimen organizado, tiene constancia de 18 mil ciudadanos comunitarios con posibles vínculos yihadistas; Europol ha mencionado que una proporción importante de los sospechosos tienen antecedentes penales, entre otros motivos, por tráfico de drogas o de armas. Para esa Agencia son pocas las evidencias de vínculos entre terroristas y los refugiados; no obstante, se ha puesto en marcha un proyecto para desplegar expertos en terrorismo en los principales puntos de llegada de los migrantes.

Cabe hacer mención que Europa no tiene una estrategia definida contra la radicalización de los musulmanes que residen en su territorio; luchar contra los yihadistas no solo implica el uso de mecanismos policiales y de inteligencia, también se precisa combatirlos ideológicamente buscando su integración y desarrollo en las comunidades musulmanas en Europa, que sin ser culpables del fanatismo radical corren el riesgo de convertirse en objeto de maniobra del terrorismo. “No hace falta para ello que se afilien al EI, con que pierdan interés en europeizarse  basta”.

La reciente ola de inmigrantes de países árabes a Europa complica el entorno social de esta última por el ascendente rechazo de que son objeto en las comunidades a donde llegan, lo que puede hacerlos que se vuelvan en presa fácil del fanatismo.