Ya explicamos que una de las tres Mitszvot Positivas (mitzvot asé) de Pésaj es comer Matzá. La Matzá es un “pan” especial hecho a partir de una masa plana y sin levadura. Ahora bien ¿por qué comemos Matzá en Pésaj?

B9316562845Z.1_20150311194648_000_G3MA6K6A6.1-0

RAB YOSEF BITTÓN

Hay dos razones. Una de ellas se menciona explícitamente en la Torá. La segunda razón, menos conocida, se menciona al principio de la Hagadá que leemos en el Seder. Comencemos por esta última.

Durante muchos años, cuando vivimos esclavizados en Egipto, todos los días comíamos exclusivamente Matzá. Matzá en el desayuno, Matzá en el almuerzo y Matzá para la cena. Matzá era la comida concebida por los crueles egipcios como el alimento ideal para los esclavos judíos. ¿Por qué? Porque la Matzá es más lenta de digerir, y dura más que el pan en el estómago del esclavo. Los judíos alimentados con Matzá tenían así menos hambre.  Por otro lado, la Matzá era el alimento más barato que se podía producir: todo lo que se necesita para preparar Matzá es harina y agua, dos de los elementos más baratos y abundantes en Egipto.   El famoso rabino Abraham Eben Ezra (1089-1167) cuenta que él experimentó algo parecido. En uno de sus viajes fue llevado a una prisión en India y allí le dieron de comer… Matzá. El “pan” de bajo costo y lenta digestión, era un alimento “ideal” para esclavos, prisioneros y personas a las que hay que alimentar como animales: para que sobrevivan y trabajen.

En el cautiverio egipcio había otro elemento que contribuía a la sumisión (o tortura) psicológica de los esclavos judíos: el factor tiempo. Mientras que para producir un pan normal es necesario dejar reposar la masa durante unos 20 minutos, y sólo después de ese tiempo se coloca la esponjosa masa en el horno, para hacer la Matzá la masa se coloca plana en el horno, sin esperar a que fermente.  En el cautiverio egipcio el proceso que producía la elevación de la masa se omitía. ¿Por qué? Porque los esclavos judíos tenían que trabajar para los egipcios ¡sin pausa! Sus “patrones” no estaban dispuestos a conceder 20 minutos de descanso a sus esclavos, y mucho menos para que los judíos pudieran comer un sabroso pan…

Por todo esto, al principio de la Hagadá de Pésaj, decimos señalando la Matzá: ha lajmá ‘aniyá… Este es “el pan de la pobreza, o el pan de los pobres, como explica Rambán (en español antiguo decían: “el pan de la aflicción”) que comían nuestros antepasados en Egipto”. De alguna forma, la experiencia de comer solamente Matzá durante tantos años, quedó grabada en nuestra memoria.  Y al probar la Matzá revivimos el sabor del cautiverio.

Sin embargo, la razón original que menciona el texto de la Torá es otra. En el momento de nuestra salida de Egipto, irónicamente, también comimos Matzá. Pero ¿por qué? Todo ocurrió en un mismo día, entre el 14 y el 15 de Nisán.  El Faraón nos mandó salir luego de la última plaga. Por primera vez fuimos dueños de nuestro destino, y una de las primeras cosas que queríamos hacer era comer “pan”  como personas libres. Pero nuestra salida de Egipto no fue un proceso progresivo que duró semanas o días. Fuimos rescatados por HaShem precipitadamente (bejipazón), en una “operación providencial” que duró sólo unas horas. Tratemos de visualizarnos a nosotros mismo si tuviéramos que dejar todas nuestras pertenencias y tenemos sólo unas horas para preparar lo que llevaremos para el camino. Los Yehudim no nos pudimos dar el lujo de preparar pan. Por mucho que anhelábamos tener nuestra primera comida normal, al salir de Egipto, irónicamente, no había tiempo que perder (לא יכלו להתמהמה) en la preparación del pan para el viaje. Una vez más, no tuvimos esos 20 minutos extra para esperar a que la masa fermentara. Pero esta vez la rapidez por hornear la masa tenía una razón muy diferente. No estábamos cumpliendo órdenes de nuestros crueles amos.  Lo hicimos voluntariamente. Porque teníamos que abandonar Egipto sin demora, rápidamente, cargando las Matsot en nuestros hombros. Era la misma Matzá que comíamos como esclavos, pero esta vez tenía un sabor diferente: el sabor de una libertad que estaba ocurriendo ya, precipitadamente, frente a nuestros ojos.

La Matzá es quizás el elemento más característico de Pésaj (חג המצות) porque simultáneamente despierta en nosotros dos memorias muy diferentes: por un lado, la aflicción que sufrimos como esclavos en Egipto. Y por el otro lado la forma milagrosa en que HaShem nos hizo salir de Egipto. Nuestro escape no fue la consecuencia de una “revolución” que fermentó en el pueblo a través de varios años, y cuyo desenlace final ocurrió después de varias batallas contra nuestros captores…. Fuimos “rescatados” milagrosamente por HaShem, en un único y vertiginoso acto de redención, irrepetible en la historia de la humanidad.

La Matzá representa a la vez, la amargura de la esclavitud y el dulce sabor de la libertad. Al comer Matzá celebramos nuestra redención, sin olvidar nuestro sufrimiento.

Fuente:halaja.org