THE WALL STREET JOURNAL

El Presidente Barack Obama llega el miércoles a Riad para reunirse con los líderes del Consejo de Cooperación del Golfo, y si él siente un frío no será el aire acondicionado. Los aliados tradicionales de Estados Unidos se sienten traicionados por el Presidente, y no está claro que él quiera despejar esta impresión.

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Esto ha sido obvio desde que Obama se anticipó a Donald Trump descartando a los aliados de Estados Unidos como “polizones” en una entrevista reciente con Jeffrey Goldberg. El Presidente dijo que los saudíes necesitan aprender a “compartir el vecindario” con el archienemigo Irán y puso en duda el valor de la alianza con los saudíes. “Él está claramente irritado porque la ortodoxia de la política exterior lo obliga a tratar como un aliado a Arabia Saudita,” escribió Goldberg.

Riad no ha tenido reparos en expresar su consternación por el acuerdo nuclear de Obama con Irán o su fracaso en aplicar la línea roja química contra el régimen de Assad en Siria. Turki al-Faisal, el ex embajador saudí ante los Estados Unidos ha dicho que la política para Siria de la Administración “sería graciosa si no fuera tan descaradamente pérfida.”

Dejar a su sucesor un Medio Oriente de enemigos envalentonados y aliados desconfiados no pulirá el legado de Obama. La alianza estadounidense-saudí no es la idea de nadie de un matrimonio de mentes afines, mucho menos de valores morales. Pero Washington tiene un interés vital en asegurar que el reino rico en petróleo no se vuelva otro estado árabe fallido, o un independiente agresivo persiguiendo intereses en conflicto con los de Estados Unidos.

Esta es toda una razón para que Obama demuestre que Estados Unidos no está concediendo el ascenso de Irán en la región. Ofrecer a los asediados rebeldes moderados de Siria ayuda militar verdadera mostraría nueva seriedad, especialmente cuando Rusia y Bashar Assad ignoran un presunto cese del fuego. La administración podría resistir las demandas de Teherán de obtener acceso a los dólares de Estados Unidos mientras prueban misiles balísticos.

Obama podría también tratar de desactivar la agitación por una campaña en el Congreso para permitir que se demande al gobierno saudí basándose en la sospecha persistente de su participación en los ataques del 11/S. Los tribunales estadounidenses han sostenido históricamente el principio de la inmunidad soberana para las naciones extranjeras, y los saudíes están amenazando con vender u$s750 mil millones en activos estadounidenses si se aprueba la legislación. La amenaza saudí probablemente sea vacía porque haría más daño a su economía que a la nuestra.

No obstante, Obama ha dado a entender un veto, pero él podría equilibrar eso políticamente desclasificando 28 páginas de un informe del Congreso del 2002 sobre el 11/S, aunque contiene prueba no concluyente que funcionarios saudíes de bajo nivel podrían haber ayudado a algunos de los secuestradores del 11/S. El informe más extenso de la Comisión  del 11/S “no encontró ninguna prueba de que el gobierno saudí como una institución o funcionarios saudíes de alto rango financiaron individualmente a la organización [al Qaeda].”

El sol es el mejor desinfectante, y permitir publicar las 28 páginas terminaría con algunas de las teorías de conspiración del 11/S. Una relación más saludable con Riad también debe dar a Estados Unidos más influencia para presionar a Arabia Saudita para dejar de patrocinar mezquitas que promueven el fundamentalismo wahabí.

Obama ha desperdiciado la mayoría de su credibilidad en el Medio Oriente, pero al menos tiene una oportunidad de limitar el daño aun cuando echa luz sobre el pasado.

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México