Fue hasta el siglo XIX, con la emancipación y la iluminación de los judíos europeos, que el canto coral se convirtió en una característica regular de la sinagoga.

MARCOS GOJMAN

El Rey David tiene el crédito de haber establecido la primera orquesta y el primer coro hebreo. La mayoría de los músicos y los cantantes eran de la tribu de Levi. Está escrito en Crónicas I:15, que David les pidió a los levitas que designaran entre ellos a cantantes para que cantaran canciones alegres acompañados por instrumentos musicales como la lira, el harpa y los platillos. La Mishná (Ar. 2: 6) establece que, en el segundo Templo de Jerusalén, “nunca había menos de doce levitas en la plataforma [como coro] pero no había ningún límite en el número máximo de cantantes”. Después de la destrucción del Segundo Templo en el año 70 EC, el rito del sacrificio quedó cancelado y con ello la música que lo acompañaba. Aun cuando los elementos centrales de la tradición judía sobrevivieron a la destrucción, la cultura musical de los levitas se perdió.

Con todo, los judíos siempre anhelaron los sonidos del coro en los servicios religiosos. Incluso Maimónides, el gran filósofo judío del siglo XII, permitió que un coro cantara la alabanza de Dios en la sinagoga y en las fiestas religiosas. En la Edad Media, algunos servicios ashkenazim incluían dos cantantes junto al cantor, proporcionando apoyo musical con acordes, ritmo y armonía. Los primeros coros en una sinagoga se establecieron en el siglo XVI. Coros de seis a ocho miembros cantaban oraciones como “Aleinu”, “Ein Keloheinu,” y “Adon Olam”. Algunos se opusieron a esta práctica, pero Salomón Hazzan de Metz, en su manual para cantores, decía que, “al igual que es imposible que la tierra exista sin viento, un jazan no puede existir sin coristas”.

El más célebre compositor para coros de sinagoga de este período fue Salamone Rossi (1570-1630), músico de la corte de los duques de Mantua. Rossi publicó una colección de treinta y tres motetes judíos, al estilo de la música de finales del Renacimiento italiano. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX, con la emancipación y la iluminación de los judíos europeos, que el canto coral se convirtió en una característica regular de la sinagoga. En poco tiempo, surgieron compositores de música religiosa, como Salomón Sulzer (1804-1890) y Louis Lewandowski (1823-1894). También se formaron coros a capella masculinos en sinagogas ortodoxas, como la del rabino Samson Raphael Hirsch (1808-1888) en Frankfurt. El primer coro en los Estados Unidos se organizó en 1818, en Nueva York, en la Congregación Shearith Israel. En 1897, el movimiento reformista publicó su primera colección de música, que comprende 129 himnos para coro de cuatro voces. A finales del siglo XIX surgieron coros judíos seculares que no estaban afiliados a una sinagoga. Buscaban expresar la identidad cultural judía. El primero fue el Hazomir, fundado en 1899 en Lodz.

Desde su inicio el movimiento judío reformista impulsó los coros de hombres y mujeres. En cambio, el movimiento ortodoxo no permite coros mixtos, basado en una interpretación del sabio Shmuel en Berajot 24ª, que considera la voz de la mujer como “desnudez”, quien se apoya en el Cantar de los Cantares 2:14 que dice: “déjame oír tu voz, pues tu voz es dulce”. Esta postura es cuestionada por muchos estudiosos. Salomon Sulzer decía que el servicio en la sinagoga necesitaba restaurarse sin perder sus bases históricas. Había que descubrir las formas originales de la liturgia y satisfacer la demanda de música en el rezo sin perder el carácter judío. La música siempre formó parte del servicio religioso. Si no, pregúntenle al Rey David.

Bibliografía: Artículos de Jonathan L. Friedmann, Rabi Raymond Apple y otras fuentes.
Fuente: alreguelajat.com