LUIS WERTMAN ZASLAV

En su primer discurso ante la Cámara de los Comunes, Winston Churchill llamó a los ingleses a prepararse para “su hora más brillante” frente al avance inminente del régimen nazi en su contra. Su convocatoria era para que en cien años, quienes recordaran el episodio concluyeran que ése había sido su mejor momento como sociedad.

El próximo 5 de junio bien puede ser nuestra hora más brillante o el momento en la historia en que desaprovechamos la oportunidad de construir la Ciudad de México que siempre hemos querido.

Resulta ocioso ya debatir sobre la conformación del Constituyente. Nos guste o no, la elección será sólo sobre 60 de los 100 escaños que integrarán la Asamblea de la que surgirá la Constitución de la Ciudad. Tampoco aporta mucho tratar de comprender la designación de los otros 40 lugares. Esa fue la negociación y sin duda traerá sus debidas consecuencias.

La mala política es culpable de que la expresión “el juicio de la historia” se volviera una frase hueca e incluso un salvoconducto de los cínicos para asegurarse de que, sin importar la magnitud de la indignación de los ciudadanos, aquí nada cambia y mucho menos mejora.

Sin embargo, eso no necesariamente es cierto. Las autoridades electorales, las de la Ciudad, los partidos políticos y los candidatos (incluyendo a los pocos independientes que lograron participar), hacen lo que les corresponde en una campaña.

Tristemente, a unas semanas de la elección, no veo que los ciudadanos hablemos de lo que nos toca en este proceso en las calles, en las redes sociales o incluso en las conversaciones cotidianas. Menos aún en el espacio político-familiar por excelencia: la sobremesa.

Si pensamos que ésta es una elección menor, cometemos un grave error. En más de un sentido, el voto del 5 de junio es el más importante que hayamos emitido desde 1997. A través de éste consolidaremos los derechos sociales que han situado a la Ciudad de México por encima de muchas capitales en el país y estableceremos obligaciones y conductas civiles que nos permitan frenar abusos, combatir la corrupción y reducir la impunidad.

Lo que alcanzamos con esta mezcla de Distrito Federal, pero con elecciones directas, Asamblea Legislativa y delegaciones, podría perderse si no damos el primer paso de cualquier democracia: participar.

Tenemos la obligación de salir a votar. Esa es la convocatoria para todos los ciudadan@s.

Involucrarnos en la elección del Constituyente, informarnos, elegir de manera responsable a los 60 asambleístas, también es una obligación. Ver al sufragio como un derecho, a la luz del deterioro institucional que nos afecta desde hace tiempo como nación, ya no es suficiente.

Confianza y tiempo son dos bienes escasos en este momento. Para recuperar algo de la primera y ganar un poco de lo segundo, la oportunidad es ésta elección.

Si lo hacemos, es posible que nuestra hora más brillante también sea el inicio de la época más luminosa de esta capital.

*Presidente del Consejo Ciudadano de la Ciudad de México