Ayer comenzamos a explicar ona-at debarim, engañar, o dañar a otra persona a través de nuestras palabras. Este tema está presentado en el Talmud (Babá Metsiá 58b) de una forma inusual: a través de numerosos ejemplos, que a medida que los vamos examinando, descubrimos otros aspectos de esta importante Mitzvá. Ayer aprendimos, por ejemplo, que a diferencia de daños materiales, estos daños emocionales no pueden ser juzgados en una corte terrenal. Hoy veremos otro caso, que describe cómo podemos herir a otras personas a través de nuestras palabras.

RABBI YOSEF BITTON

El segundo ejemplo de ona-at debarim que trae la Mishná es ofender o avergonzar a un Ba’al Teshubá, a una persona que en el pasado obró incorrectamente, en el ámbito religioso, moral, comercial, etc., y ahora se rehabilitó completamente. Por ejemplo: un individuo que cometió una estafa comercial. Fue juzgado y pasó un tiempo en la cárcel. Luego salió, pagó sus deudas y con el tiempo volvió a hacer su vida: se casó, formó una familia y ahora es un ciudadano totalmente decente. Imaginemos ahora que uno de sus socios le dice a este hombre algo así…, “¿Quién eres tú para decirme lo que debemos hacer con nuestro negocio? Eres un ex convicto, hiciste muchas cosas malas en tu pasado.”

Otro ejemplo parecido. Nuestro penitente está jugando un partido de fútbol con unos amigos, y en forma de burla, uno de sus amigos le recuerda su pasado en la cárcel…

En estos dos ejemplos, recordarle el pasado a este individuo es totalmente innecesario y negativo. Nuestra Mishná lo considera una forma de daño emocional, ya que esas palabras lo avergüenzan, lo degradan y lo hacen sentir mal.

¿Qué tiene de especial este caso? ¿Por qué la Mishná trae el ejemplo de un Ba’al Teshuba?

Yo creo que lo que tiene de especial este caso es que lo que le dicen a esta persona rehabilitada “es verdad”. Este es un caso de “daño sin engaño”. Los hechos –que estuvo en la cárcel– no son discutibles, y no dejan lugar a ninguna interpretación. Uno podría pensar que mientras que lo que yo diga sea verdad, no me tengo que preocupar por el daño que causen mis palabras… Sin embargo, al igual que en el caso de Leshón haRá (hablar negativamente de otra persona) nuestra Mishná nos enseña que cuando lo que digo daña innecesariamente (ver aclaración abajo) a otra persona, está mal ¡aunque sea verdad! En nuestro caso, recordarle a este individuo rehabilitado su oscuro pasado, es totalmente innecesario y causa un gran daño emocional… Lo que es más: justamente por el hecho de ser verdad, el rehabilitado no tiene forma de defenderse y eso hace que su vergüenza y su dolor sea mucho mayor.

Este punto lo aclara el Rab Aharón haLevy cuando en su Sefer haJinuj hace una importante aclaración sobre ona-at debarim: él dice, “No hay que recordarle a otra persona algo que lo hiere, y de lo cual no puede defenderse”.

Como el lector podrá apreciar, el tema de ona-at debarim es difícil de describir con una simple fórmula, ya que la frontera entre lo bueno y lo malo es muy sutil. El efecto negativo de nuestras palabras depende en primer lugar del contexto y también de la intención, de la situación emocional del interlocutor, y hasta del tono con el que se dicen las palabras. Imaginemos que un amigo le recuerda a nuestro penitente su oscuro pasado con estas palabras: “La verdad que te admiro. Yo sé que el pasado tuviste problemas y hasta estuviste en la cárcel…pero mira ahora que alto que has llegado. Tienes una familia ejemplar y todos te quieren y te aprecian. Te felicito” En este caso, mencionar el pasado se transforma en parte de un halago, más que en una declaración difamatoria.

En conclusión, con este segundo ejemplo de la Mishná seguimos viendo que debemos ser muy sensibles cuando hablamos con otra persona, y tenemos que hacer el máximo esfuerzo posible para no dañar, ofender o avergonzar con nuestras palabras.

* En el caso de Leshón haRá hay ciertas excepciones. Por ejemplo, si yo sé fehacientemente acerca del pasado delictivo de un individuo y alguien me pide referencias sobre él para un trabajo o para un Shidduj, etc. debo revelar lo que sé.