RAQUEL SAED-ZAIDMAN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Aunque su hija está casada con un judío, hay gente con prejuicios racistas y antisemitas apoyando la campaña de Donald Trump por la presidencia de Estados Unidos.

La razón principal es que su discurso incendiario es parte de una estrategia para generar controversia y tener más cobertura en los medios. Sin embargo, dicho discurso tiene resonancia entre la gente con prejuicios contra diversos grupos minoritarios que son parte de la sociedad norteamericana, entre ellos y principalmente, los mexicanos. Con ese discurso Trump apela a sentimientos guardados en el fondo de la mente de los individuos, y con el argumento de que él puede decir lo que quiera, les otorga licencia para que ellos lo repitan y aleguen que ya no quieren ser políticamente correctos, que por fin pueden decir lo que quieran.

Otra razón para el apoyo que ha tenido Trump es la circunstancia de desintegración en que se encuentra el partido republicano, donde diversos grupos, como el Tea Party y grupos evangélicos de ultraderecha se han apoderado de algunos sectores del partido. Pero además los líderes del partido, en aras de recuperar una unidad interna, se han dedicado durante los últimos siete años a calumniar y denigrar al presidente Obama, rebajando el nivel de la política y generando una polarización nunca antes vista. En esta situación es muy fácil que grupos que no se sienten representados se adhieran a un discurso de campaña con promesas de grandeza.

Estos discursos que excluyen a las minorías resuenan entre grupos con tendencias supremacistas, lo que ha llevado a que el líder del Ku Klux Klan, David Duke, haya declarado que apoya a Trump quien, por cierto, no se deslindó del apoyo hasta dos días después. Lo mismo sucedió en uno de los eventos multitudinarios de campaña, cuando uno de los asistentes le gritó a un periodista que se largara a Auschwitz.

Pero los medios conservadores de extrema derecha también han participado de esta narrativa, como un programa de radio donde se hicieron declaraciones que llamaban a Bernie Sanders a que se convirtiera al cristianismo para que “encuentre a Jesús y se salve”. Estos mismos medios han tenido invitados que son prominentes antisemitas incitando a su audiencia a que “salgan a votar por Trump”. Al no recibir respuesta, declararon que, “el silencio del candidato significaba que estaba de acuerdo con ellos”.

Una muestra muy interesante es que cuando la periodista judía Julia Ioffe publicó un reportaje sobre la esposa de Trump, Melania, la respuesta que recibió en redes sociales y en su correo electrónico, fue con mensajes antisemitas para descalificarla como periodista. Incluso, en twitter recibió imágenes y caricaturas donde, entre otras, la retratan con un uniforme de campo de concentración. La única forma en que Ioffe pudo detener estos mensajes y amenazas de muerte fue a través de la Anti-defamation League y presentando denuncias formales ante las autoridades. La reacción de Melania Trump al incidente fue culpar a la propia periodista por la respuesta en redes sociales.

Otros periodistas judíos también han sufrido incidentes similares, como Jonathan Weisman del New York Times, Jeffrey Goldberg de Atlantic Magazine, e incluso periodistas conservadores judíos como Ben Shapiro. Todos ellos han sido atacados por seguidores de Trump por el hecho de ser judíos.

Por otro lado, en marzo pasado, durante la reunión anual de AIPAC, Trump llenó el recinto donde se le invitó a hablar. Se le aclamó por declarar que “apoyaba a Israel y que no iba a permitir más que se le tratara como un país de segunda clase”. Es decir, repetía las declaraciones retóricas de campaña que implican un supuesto maltrato por parte del presidente Obama a Israel. Este discurso es una muestra de lo que ha sido su campaña, la búsqueda de división a través de una supuesta adhesión a la causa de los que lo escuchan. En este discurso habló de su apoyo al Primer Ministro Netanyahu e impugnó al presidente Obama, lo que generó preocupación entre la élite de AIPAC a causa de la división política que podría generar tanto en la comunidad judía de Estados Unidos como en los mandos políticos de Israel, hasta el punto en que la vocera de la organización tuvo que disculparse por el discurso de Trump.

En las imágenes que acompañan el discurso se puede ver a la gente aplaudiendo, casi sin escuchar el mensaje. Pareciera que solamente escuchaban las últimas palabras de cada frase, tal vez porque había mucha gente en el recinto y todos se levantaban como en forma de ola, pero en realidad no escuchaban. Sentían que Trump era el campeón de la causa por Israel, cuando en realidad estaba creando controversia y con ello atraer a los medios y dar mayor exposición a su campaña. Lo que más le importa es esa presencia mediática y si su discurso genera polémica, mejor para él.

Esto le ha generado críticas en diversos ámbitos de la comunidad judía de Estados Unidos porque no esperaban que un personaje así pudiera dividirlos de esta manera con su discurso. Recordemos que, tradicionalmente, la comunidad judía de Estados Unidos, en su mayoría apoya al partido Demócrata, que no hay un solo representante judío republicano en el Congreso, que la extrema derecha ha invadido al partido Republicano y se refiere a los judíos como externos. Así, hablar ante un grupo como éste e incitarlo contra el gobierno demócrata, no parece precisamente lo más adecuado.

Así que, aunque Donald Trump tenga nietos judíos y prometa que va a hacer que Israel vuelva a ser grandioso, como lo dice del propio Estados Unidos, no significa nada más que un discurso de campaña, donde dice lo que quieren escuchar quienes acuden a verlo. Trump no es antisemita, ni tampoco el campeón de la causa de Israel. Lo alarmante es la división que ha creado en todos los ámbitos y en todos los grupos, tanto por lo que dice como por la forma en que lo dice. Y lo más preocupante es que ha convocado a su alrededor a grupos radicales que ahora se sienten con la licencia de manifestarse con agresiones de todo tipo contra otros grupos minoritarios, como los judíos.