Había una vez un pueblo pequeño en el que habían sólo unas pocas familias judías. Entre ellos, contaban con exactamente diez hombres mayores de la edad de bar mitzvá.

YOSSY GOLDMAN

Todos eran personas muy dedicadas y se aseguraban siempre de tener minián. Un día, una nueva familia judía se instaló en el pueblo. Mucha alegría y excitación: ¡ahora tendrían once hombres! Pero una cosa extraña pasó. En cuanto fueron once, ¡nunca llegaban a formar el minián!

Cuando sabemos que somos indispensables, nos preocupamos de estar allí; si no, “no cuenten conmigo.”

Esta semana en parshat Bamidbar, leemos del censo del pueblo judío. Esta porción siempre se lee en el Shabat ante Shavuot, en “la Estación del Dar del Torá”. Una conexión importante y obvia es que en el Torá, también, cada letra cuenta. Una letra que falte en el pergamino invalida al pergamino entero. Igualmente, un solo judío que falte, deja al pueblo judío, incompleto.

Nueve de los rabinos más santos no pueden hacer un minián. ¡Si entra un niño en edad de bar mitzvá, el minián está completo! Cuando contamos a los judíos, no hay ninguna distinción. No miramos su apego religioso o su logro académico. El rabino y el rebelde, el filántropo y el pobre–todos cuentan; ni uno más, ni uno menos.

Si contamos a los judíos es porque cada uno cuenta, entonces eso implica una responsabilidad en la dirección comunitaria judía de asegurar que ningún judío falte de una kehilá, y de la comunidad en total. Implica una responsabilidad para mantener dentro a esos judíos que están en la periferia de la vida judía. Asegurarse de que se sientan que pertenecen y son bienvenidos–aun, (como sucede en algunos templos) cuando no hayan pagado ninguna cuota de membresía. También significa que el judío en particular tiene compromisos y obligaciones. Si usted es importante, no se pierda. Lo necesitan.

Hoy, estamos perdiendo muchos judíos por ignorancia. Pero a veces también los perdemos porque no los integramos como podríamos haberlo hecho. En el momento cuando ellos están receptivos, nosotros no los hicimos sentir bienvenidos.

Otras creencias, ideologías y cultos usan “bombas de amor” para incitar a los judíos a su estilo de vida. Muy a menudo captan a débiles y vulnerables de entre nosotros. Cualquiera en busca de calor humano, amor y un sentido de pertenencia será un blanco fácil para estos grupos. Pero hay muchas personas comunes, estables que piden estas cosas también. ¿No los hacemos todos nosotros? Si la comunidad judía no proporciona esa cálida bienvenida, podemos muy bien encontrarla yendo a otra parte.

Hace algunos años, tuvimos en nuestro shil la visita de un rabino de Canadá. Su charla fue sobre la real amenaza de los “judíos para J.” y también llamados “Hebreo-Cristianos” quienes captaban a judíos usando símbolos judíos e incluso llamando “Shils” o Sinagogas Mesiánicas a lo que realmente son iglesias. Él describía cómo estos individuos hacían tremendos esfuerzos para confundir a los judíos ignorantes en la creencia que iban a una verdadera sinagoga judía.

Una mujer del público entonces preguntó: “Rabino, si estoy viajando, lejos de mi ciudad y quiero ir al Shil, ¿cómo me doy cuenta si voy a una verdadera sinagoga o a una falsa?”

El Rabino se rio y dijo, “Cuando usted entra a esos lugares, ellos lo bombardean a uno. En cuanto ven una cara nueva, una docena de personas vendrán a darle la bienvenida y ofrecerle un asiento, un libro y le harán sentir en casa. Pero ¿qué pasa cuando usted entra a un verdadero Shil? Nadie lo saluda. Nadie lo mira. ¡Y la primera persona en decirle una palabra, le gruñe porque usted está sentado en su asiento!”

Un chiste, de hecho, muy triste.

Necesitamos “abrazar” a todos los que atraviesan nuestras puertas. Y necesitamos hacer más que sólo esperar a que la gente venga al shil y necesitamos que se sientan bienvenidos. Necesitamos salir y encontrar a nuestra gente dondequiera que puedan estar. Más aún, cuando alguien muestra una chispa de interés –un alma en busca de su fuente– nosotros necesitamos estar allí; como una comunidad organizada, y como individuos.

Así que la próxima vez que usted note que alguien se sienta en la parte de atrás del Shil, algo perdido, o incluso cuando solo vea una cara nueva de entre la gente, ofrézcale una sonrisa. Podría salvar un alma. Cada judío realmente cuenta. ¡Contemos con ellos!

Fuente:radiojai.com.ar