JANICE HALPERN

Mientras el Zika se propaga, la Organización Mundial de la Salud pone a Israel bajo el microscopio.

La Organización Mundial de la Salud parece tener sus manos llenas. Con las Olimpíadas de Río a sólo dos meses de distancia, el virus del Zika se ha vuelto una emergencia internacional de salud pública. Las ascuas del Ébola todavía brillan en África Occidental y la fiebre amarilla asedia a Angola.

Sin embargo, la O.M.S. encontró tiempo en su reunión anual en mayo para abordar lo que debe considerar un tema especialmente urgente: Israel, específicamente las condiciones en “el territorio palestino ocupado” y “el Golán sirio ocupado.” Una resolución, dada a conocer por Un Watch con sede en Ginebra, propuso que sea llevada a cabo una evaluación de campo para investigar. Fue aprobada por 108 a 8, con ocho abstenciones.

La resolución, patrocinada por la delegación palestina y el bloque árabe, fue la única que consideró a un país específico. La sesión de la O.M.S. descuidó abordar el bombardeo de hospitales sirios por parte de aviones de guerra sirios y rusos. Se salteó el desastre humanitario en Yemen, donde los bombardeos y bloqueos liderados por los saudíes han dejado a millones sin alimento y agua.

Israel, como cualquier país, comete errores. Sus acciones deben ser examinadas, pero no debe ser juzgado por una norma arbitraria y más elevada. Lejos de estar indignada, la O.M.S. debe alabar al estado judío por su tratamiento a los sirios en el Golán. Los hospitales israelíes se han intensificado para proporcionar tratamiento médico a más de 3,000 refugiados de la brutal guerra civil.

Esto tipifica la humanidad del estado judío. Los palestinos van normalmente a hospitales israelíes para tratamiento. Hace dos años, la hija del líder de Hamas, Ismail Haniyeh se sometió a tratamiento de emergencia en un edificio de Tel Aviv poco después que terminó el combate entre Hamas e Israel.

Los resultados de salud en la Margen Occidental y Gaza podrían sorprender a muchos lectores. Tomen la expectativa de vida en el nacimiento, un punto de referencia clásico. En el año 2014, la cifra para estos territorios fue 73, según el Banco Mundial. Comparen eso con Libia (72), Irak (69), Egipto (71) y Jordania (74).

La constitución de la O.M.S. habla de fomentar los “niveles de salud más elevados posibles” erradicando la enfermedad, estandarizando los procedimientos de diagnóstico e incluso previniendo heridas accidentales. Tomar partido en cuestiones geopolíticas latentes desde hace tiempo excede su mandato. Al discriminar a Israel, la O.M.S. elige la política por sobre el progreso y debilita su propia credibilidad.
Pero la O.M.S. ha recorrido esta ruta antes. En el año 2009, una resolución de la junta ejecutiva criticó a Israel por sus acciones durante las hostilidades con Hamas. Pero el documento no falló en responsabilizar a Hamas por lanzar miles de cohetes a Israel, lo cual había provocado el conflicto.

Este tipo de atención selectiva de los hechos es agotadoramente familiar para los observadores de largo tiempo de la O.N.U.. En abril, su organismo cultural, la U.N.E.S.C.O, adoptó una resolución condenando las acciones de Israel dentro y alrededor del Monte del Templo de Jerusalem y del cercano Kotel Hamaaravi. Además, ignoró los vínculos históricos de los judíos con sus sitios más sagrados, mientras detallaba su importancia religiosa para los musulmanes.

Los pocos países que se opusieron a la resolución reciente de la O.M.S.—incluidos los Estados Unidos, Canadá, Australia, Paraguay, Guatemala, Micronesia y Papua Nueva Guinea—merecen aplauso. Es preocupante, sin embargo, que Francia, Alemania y el Reino Unido votaran “sí”—especialmente ya que los últimos dos votaron contra la resolución de U.N.E.S.C.O. en abril.

Como médico, conozco el valor de la Organización Mundial de la Salud. Como judía, también conozco el peligro de ser tomada injustamente como blanco. La O.M.S. debe regresar a su misión constitutiva, la cual es muy importante como para ser desviada por la política.

La Dra. Halpern, psiquiatra, está en la junta ejecutiva de Doctores Contra el Racismo y Antisemitismo, con sede en Toronto.

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México