Omar Mateen no fue el primero en deslizarse del alcance del FBI.

El sistema estuvo parpadeando rojo durante meses antes del ataque terrorista del 12 de junio en Orlando. Desde principios del 2015, el FBI ha advertido en forma repetida al público estadounidense que la amenaza de ataques violentos está creciendo y que hay demasiados terroristas potenciales que rastrear. Entonces Omar Mateen, un musulmán de 29 años de edad de Port St. Lucie, Florida, probó que estas advertencias no eran más que bravatas. Usando sólo armas de fuego, Mateen mató a 49 personas e hirió a docenas más en un popular club nocturno gay.

El manejo de Mateen por parte del FBI indudablemente estará bajo fuerte escrutinio en las semanas por delante. Los agentes del FBI habían investigado a Mateen dos veces antes de la masacre en el club nocturno Pulse. Ambas veces la oficina encontró información inquietante pero decidió que no era una amenaza de primer orden. Esa evaluación probó estar errada—fatalmente. El público necesita saber que, si es que algo, podría haber hecho el FBI para detener al tirador de Orlando.

Esta es una cuestión crucial, especialmente debido a que Omar Mateen no fue el primer terrorista en deslizarse a través de las grietas, y es razonable tener que él no será el último.

En al menos cuatro ocasiones desde el año 2009, un yihadista ha llevado a cabo un ataque con éxito en los Estados Unidos después de ser investigados por el FBI. El tiroteo en Fort Hood, Texas (noviembre del 2009), los bombardeos a la Maratón de Boston (abril del 2013), y el ataque en San Bernardino (diciembre del 2015) fueron ejecutados todos por terroristas que habían estado bajo el radar del FBI. La masacre de Orlando es el cuarto de tales casos. En cada caso, hubo al menos alguna información incriminadora sobre el sospechoso, pero el FBI determinó que no era suficiente para procesarlo o tomar otra acción.

Durante la conferencia de prensa del director del FBI, James Comey, el 13 de junio, el público se enteró de algo de lo que sabía el FBI sobre Mateen antes de su noche de terror. Mateen fue investigado por primera vez en mayo del 2013 después que hizo comentarios amenazantes a sus compañeros de trabajo. El estaba trabajando como guardia de seguridad en un tribunal local en la época.

“En primer lugar, él afirmó conexiones familiares con al Qaeda,” explicó Comey. “El también dijo que era un miembro de Hezbola, que es una organización terrorista chií que es un enemigo amargo del llamado Estado Islámico, ISIL.” Comey apuntó a su aparente discrepancia para sugerir que las afirmaciones de Mateen no eran serias. Pero el alarde de Mateen mostró muy al menos su fascinación con dos organizaciones terroristas que tienen en común un odio profundo al Occidente.

Comey también agregó este detalle sorprendente: Mateen “dijo que esperaba que la policía allanara su departamento y ataque a su esposa e hijo para que él pudiera martirizarse.” Este debió haber sido un indicador rojo importante—sólo alguien en un camino oscuro fantasearía acerca de convertirse en un “mártir.”

La primera investigación duró 10 meses y entonces fue cerrada. Pero Mateen asomó bajo el radar del FBI nuevamente apenas meses después. Esta vez, en julio del 2014, el FBI se enteró que Mateen conocía a un hombre joven que se había convertido en atacante suicida para el Frente Nusra, la filial de al Qaeda en Siria. El FBI concluyó que Mateen conocía al atacante, Moner Mohammed Abu Salha, “casualmente por asistir a la misma mezquita en esa zona de Florida.” Según Comey, el par no tuvo “vínculos de ninguna consecuencia.” Tal vez eso es verdad, pero los funcionarios estadounidenses dicen a The Weekly Standard que los vínculos de Mateen con Abu Salha, quien se voló en mayo del 2014, están siendo reexaminados actualmente.

Durante la segunda investigación, el FBI se enteró de otro detalle inquietante sobre Mateen. Un testigo indicó que estaba preocupado por la “radicalización” de Mateen, porque el futuro asesino estaba observando vídeos de Anwar al-Awlaki, un clérigo de al Qaeda que predicaba las virtudes del martirio. Comey intentó restar importancia a este alerta rojo, diciendo que el testigo dio de baja su preocupación porque Mateen “luego se casó y tuvo un niño y obtuvo un empleo como guardia de seguridad.” Pero esto no debió haber sido suficiente para hacer que las autoridades perdieran interés. Hombres casados con hijos han llevado a cabo ataques suicidas en el nombre de la yihad en incontables ocasiones.

Hay distintos paralelos entre el manejo de Mateen por parte del gobierno estadounidense y sus investigaciones de otros tres famosos yihadistas.

El Mayor Nidal Malik Hasan, el terrorista de Fort Hood, dio una presentación sobre sus opiniones yihadistas a sus colegas del Ejército en el Centro Médico Walter Reed y envió email a Awlaki — el mismo clérigo cuyos vídeos atraían a Mateen — para preguntar sobre el permiso para que un musulmán estadounidense mate a sus compañeros soldados. No parece que Awlaki bendijo personalmente y directamente el ataque de Hasan, pero él defendió públicamente tales asesinatos. El Departamento de Defensa ignoró las quejas de los colegas de Hasan sobre la presentación, promoviéndolo después del hecho. El FBI concluyó, en forma imposible, que los emails de Hasan a Awlaki eran “consistentes con la investigación que estaba siendo llevada a cabo por el Mayor Hasan en posición como psiquiatra en el Centro Médico Walter Reed.” La correspondencia de Hasan con Awlaki no tenía nada que ver con su investigación; tenía todo que ver con su deseo de matar a soldados estadounidenses. Hasan mató a 13 personas e hirió a docenas más en Fort Hood el 5 de noviembre del 2009.

Tamerlan Tsarnaev encendió las campanas de alarma más de dos años antes de los bombardeos de Boston. El gobierno ruso sospechó para esa época, a principios del 2011, que Tsarnaev ya era un yihadista en contacto con uno o más de sus camaradas en Dagestán. El FBI investigó pero “no encontró ninguna actividad de terrorismo, local o extranjero, y esos resultados fueron proporcionados al gobierno extranjero [Rusia] en el verano del 2011.” El FBI dice que solicitó más información del gobierno ruso pero no había nada disponible. No obstante, Tsarnaev viajó a Rusia a principios del año 2012 y puede haberse reunido con rebeldes yihadistas de Dagestán y Chechenia. El regresó a los Estados Unidos en julio del 2012 y comenzó a subir vídeos yihadistas en sus páginas web personales–o sea, él difícilmente ocultó sus simpatías. Sin embargo se perdió el rastro investigador–tres personas fueron asesinadas y más de 250 fueron heridas por las bombas colocadas por Tamerlan y su hermano menor el 15 de abril del 2013.

El FBI descubrió que Syed Rizwan Farook, quien abrió fuego en una fiesta de vacaciones en San Bernardino, se había “comunicado con extremistas, localmente y en el exterior”, algunos años antes del ataque, según el New York Times. Farook “tuvo contactos con cinco personas a quienes el FBI había investigado por posibles actividades terroristas”, incluido alguien asociado con Al Shabaab (la filial de al Qaeda en Africa Oriental) y otro vinculado con el Frente Nusra. “En todos los cinco casos”, informó el Times, “fueron cerradas las investigaciones y no fue presentada ninguna acusación.” Farook y su esposa pasaron a matar a 14 personas en nombre del Estado Islámico el 2 de diciembre del 2015. En la época, fue el ataque estadounidense más letal llevado a cabo en el nombre del llamado califato–o sea, hasta el festival de Mateen en Orlando.

Las defensas internas de Estados Unidos se están agrietando. Ya no es más el caso que los terroristas tienen que ser expertos en los gajes clandestinos para llevar a cabo ataques exitosos. El sistema está siendo desbordado por el número total de amenazas potenciales, lo cual permite que yihadistas conocidos o presuntos tengan libertad para operar.

El mismo director Comey del FBI ha advertido con frecuencia que este era el caso. “Tenemos investigaciones de personas en distintas etapas de radicalización en todos los 50 estados”, dijo Comey en febrero del 2015. “Este no es un fenómeno de New York o un fenómeno de Washington. Esto es de todos los 50 estados y en formas que son muy difíciles de ver.” En octubre, Comey agregó que el FBI estuvo investigando en forma activa a 900 hombres y mujeres que pueden estar en el camino de la yihad. Se pensaba que la mayoría de estos sospechosos estaban inspirados por el Estado Islámico.

Y aún así hubo un simpatizante del Estado Islámico que no estuvo siendo investigado activamente en la época, Omar Mateen, quien pasaría a cometer el peor tiroteo masivo en la historia estadounidense. Mateen estuvo al teléfono con una operadora del 911 múltiples veces durante su ataque. Durante uno de tales llamados, él prometió lealtad a Abu Bakr al-Baghdadi, el jefe del Estado Islámico. El Presidente Obama explicó días después que Mateen “tomó información y propaganda extremista de la internet.” El presidente entonces citó los repetidos llamados del Estado Islámico a los simpatizantes para que lleven a cabo ataques en el Occidente, agregando que Mateen “absorbió algo de eso y durante su festival de matanza… prometió lealtad al ISIL.”

“Nuestro trabajo es muy desafiante”, destacó Comey durante su conferencia de prensa del 13 de junio. “Estamos buscando agujas en un pajar nacional, pero también estamos llamados a…averiguar qué partes del heno podrían convertirse en agujas. Ese es trabajo duro. Si podemos encontrar una forma de hacer mejor eso, lo haremos.”

Comey tiene razón en que el FBI y otras agencias enfrentan desafíos enormes. No se puede esperar que ellos detengan a todo terrorista que amenaza a los estadounidenses. No se puede esperar que el FBI batee a mil. Pero incluso los bateadores que batean 300 tratan de mejorar su swing–o sea, “encuentran una forma de hacer eso mejor.”

Fuente: The Weekly Standard- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México