BRUCE MADDY-WEITZMAN

Las brechas entre Israel y los estados árabes suníes siguen siendo enormes, pero los intereses en común podrían producir una dinámica positiva.

Después de una extensa pausa, las ruedas de la diplomacia árabe-israelí están girando nuevamente. El 17 de mayo, el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi habló públicamente de nuevas oportunidades para promover la paz entre israelíes y palestinos y prometió al público israelí que las relaciones más cálidas con Egipto y otros estados árabes serían una de las consecuencias de tal paz. Aparte, esto aparentemente comenzaría a ser expresado en forma recíproca: los gestos israelíes hacia los palestinos se encontrarían con gestos árabes hacia Israel.

El Primer Ministro Benjamín Netanyahu se apresuró a elogiar la participación prevista de Sisi. Luego del nombramiento de Avigdor Lieberman (quien una vez sugirió bombardear la represa de Asuán) para el puesto de ministro de defensa, Netanyahu y Lieberman se apresuraron a tranquilizar a un Sisi sorprendido (él había estado esperando que el más susceptible Isaac Herzog, líder de Unión Sionista, se uniera al gobierno) que ellos seguían comprometidos con una solución de dos estados. Por otra parte, ellos afirmaron públicamente que, si era actualizada apropiadamente, podría servir como una base para las negociaciones.

Las razones para un nuevo cortejo no son difíciles de comprender. Una confluencia de intereses entre Israel y los regímenes árabes conservadores en oposición a la influencia iraní en expansión en la región; el Estado Islámico y la Hermandad Musulmana; más la preocupación mutua por la extensión del compromiso continuado de Estados Unidos con ellos, los ha acercado más, especialmente en los ámbitos de seguridad e inteligencia. Las operaciones militares egipcias contra el afiliado del Estado Islámico en Sinaí han sido aceleradas por la renuncia israelí a las provisiones en el tratado de paz egipcio-israelí que limitaban seriamente el tamaño y tipo de fuerzas egipcias que tienen permitido operar allí. Las enérgicas medidas de Egipto contra los túneles de contrabando de Hamas encajaron nítidamente con el interés de Israel.

Informes recientes hablan de una mejor atmósfera en las esferas económica y comercial también. Israel puede haber aceptado que Egipto albergue una conferencia regional de paz, algo que ayudaría a Israel, Egipto y Arabia Saudita a desviar las crecientes críticas internacionales, incluso en el Congreso de Estados Unidos. ¿Todo esto indica tendencia y no sólo movimiento? Para Israel, el valor de la Iniciativa de Paz Árabe radica principalmente en la voluntad explícita de los estados árabes de terminar el conflicto, vivir en paz y establecer relaciones normales con ella en el contexto de una paz integral. Tal léxico está a años luz de los infames “Tres No” de la Cumbre Árabe de Jartum de 1967 – no a la paz, no a las negociaciones y no al reconocimiento de Israel.

En cuanto a las características específicas de la paz integral esbozadas por la Iniciativa de Paz Árabe, ¿cuántos estados árabes estarían dispuestos y pueden desviarse de ellas? La respuesta corta parece ser: no muchos. Los principales puntos de la Iniciativa de Paz Árabe incluyen las demandas colectivas árabes de larga data para una retirada israelí a las líneas del 4 de junio de 1967; el establecimiento de un estado palestino en la Margen Occidental y Gaza con Jerusalem como su capital; y una solución al problema de los refugiados palestinos basada en la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, la que, en la mirada árabe, confirma el sacrosanto “derecho al retorno” palestino. La iniciativa también rechaza en forma explícita toda forma de adquisición de ciudadanía (tawtin) en los países árabes de acogida con “circunstancias especiales” – a saber, Líbano y Jordania no serían acorralados con la carga de absorber a las masas de refugiados que viven actualmente allí. Algunos analistas señalan la distinción entre insistir en el principio del derecho al retorno y ser flexible en su implementación, tanto como el hecho que los estados de la Iniciativa de Paz Árabe declaran que la solución debe ser a la vez “justa” y “acordada,” requiriendo por lo tanto el consentimiento de Israel. Pero la brecha entre las posiciones israelí y árabe sobre el tema es probable que siga siendo enorme.

Sin dudas, la cuestión palestina ha caído en importancia para la mayoría de los estados árabes. Sin embargo, todavía retiene valor simbólico que no puede ser descartado fácilmente por los regímenes árabes. Sus públicos son todavía, en general, hostiles a la noción de normalización con “el enemigo sionista.” Por otra parte, los estados árabes han estado repetidamente no dispuestos o han sido incapaces de “entregar” a los palestinos en las negociaciones, o de actuar como sustitutos para ellos. La división actual entre Hamas y la Autoridad Palestina hace aún más difícil tal tarea. Lo que es quizás posible es que los intereses en común que sí existen entre Israel, Egipto y Arabia Saudita puedan resultar en medidas graduales que comiencen a cambiar las realidades en el terreno y creen una dinámica positiva. Inclusive eso demandará una dosis fuerte de liderazgo y sabiduría de todas las partes.

*El autor es profesor en el Departamento de Estudios Meso-Orientales e Historia Africana, y Miembro Investigador Principal en el Centro Moshe Dayan para Estudios Meso Orientales y Africanos, Universidad de Tel Aviv.

Fuente: The Jerusalem Report