Hezbola sigue siendo un enemigo poderoso, pero su afirmación de dirigir la lucha árabe contra Israel ha sido mellada y su participación en la guerra civil siria le ha costado mucho.

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En una reunión en el sur de Líbano el mes pasado, el subjefe de Hezbola, Jeque Naim Qassem, reiteró la disposición del movimiento para la guerra con Israel. Al mismo tiempo, el jeque dejó en claro que la guerra no tendría lugar este verano a menos que la inicie Israel. En su discurso, Qassem, quien es considerado el principal ideólogo de Hezbola, recordó la “victoria divina” del movimiento, que trajo una retirada israelí del sur de Líbano en mayo del año 2000. El afirmó, en una reiteración de la doctrina de muqawama o “resistencia” del movimiento, que la retirada del 2000 había comenzado el período de decadencia de Israel. Este período, sugirió él, terminará con la desaparición del estado judío.

Hasta ahora muy predecible. El último punto es discurso clásico de Hezbola. La doctrina de “resistencia” del movimiento heredada del punto de vista pan-árabe y nacionalista palestino, según el cual la fuerza física de Israel era desmentida por una debilidad interna que aseguraría su derrota final.

Pero esta vez, el discurso estuvo siendo utilizado para enmarcar un mensaje más bien pacifista– el enemigo presuntamente debilitado y condenado no sería atacado a menos que Hezbola fuera provocado.

A medida que Qassem siguió desarrollando este tema, se volvió clara la razón para esta contradicción.

En un salto discursivo más bien afectado, él expuso el actual dilema estratégico que enfrenta Hezbola. ¿Cuál fue la razón para la “victoria divina” del 2000?, preguntó él. Respondiendo a su propia pregunta, declaró: “Nosotros no derrotamos a Israel debido al rifle, sino debido a que educamos a nuestros hijos contra los rakfiris (apóstatas) internacionales. Dios nos da la victoria por su fe, y hoy somos honrados con la tierra gracias a esta creencia.”

Hezbola tiene una variedad de términos no muy halagueños para israelíes y judíos. Takfiris, sin embargo, no es uno de ellos. Más bien, es un término favorecido por los islámicos chiíes para sus enemigos yihadistas suníes. Hace referencia a los intentos de los primeros por declarar apóstatas a otros no musulmanes y vincula implícitamente a los yihadistas suníes de hoy con sectas extremistas en el período temprano islámico, a lo que se opone el Islam normativo.

Con un juego de manos discursivo, Qassem estuvo buscando establecer una suerte de vínculo transparente entre los enemigos sionistas que sufrieron la “Victoria Divina” del 2000, y los enemigos takfiri (yihadistas suníes) contra quienes el movimiento está principalmente involucrado hoy.

Este vínculo no funciona en términos lógicos.

Pero las razones de Qassem para querer hacerlo son no obstante enteramente entendibles.

Cuan simples deben haber parecido las cosas a Hezbola apenas una década atrás. Y cuanto más complicadas ahora.

LA INTERVENCION DE HEZBOLA en Siria nació de la necesidad extrema. Si hubiese caído Assad, tanto el mismo movimiento como el bloque regional liderado por Irán del cual este es parte, habrían enfrentado desastre. Siria, después de una victoria rebelde, habría sido gobernada por su mayoría suní y alineada con las potencias regionales suníes.

Tal resultado habría dejado aislado a Hezbola en el Mediterráneo, cortado de cualquier zona de influencia y de cualquier posibilidad de reabastacimiento por parte de los iraníes en el caso de guerra. Para Irán, la caída de Assad habría significado el fin de cualquier esperanza de un vínculo contiguo con el Mediterráneo o la posibilidad de intervenir enérgicamente contra Israel por medio de Hezbola.

Por lo tanto, Teherán, y su cliente, estuvieron determinados a impedir esto. Además, la dificultad específica que enfrentaba Assad era un Hezbola que estuviera bien colocado en forma única para ayudar a remediar.

Assad, en Rusia e Irán, tuvo aliados capaces y partidarios que estaban preparados en el caso ruso para apoyarlo diplomáticamente y venderle armas, y en el caso iraní para proporcionarle dinero y asesoramiento experto.

Ningún estado, sin embargo, estuvo dispuesto a abordar la cuestión de inquietud más urgente para Assad – a saber, la ausencia de infantería determinada y capaz en números suficientes para combatir en su favor. En los papeles, Assad poseía un ejército, cuando estaba movilizado totalmente, de 510,000 soldados. En la práctica, él fue incapaz de movilizar a una gran parte de esta fuerza. Las consideraciones sectarias (el ejército, como la población, era abrumadoramente árabe suní en su composición), significaba que él no podía confiar en una gran parte de él.

Cuando este problema se agudizó más en el curso del año 2012, entonces Irán eligió movilizar a sus satélites regionales para ayudar a Assad. Hezbola, por lejos el más capaz de los clientes de Teherán y también uno con el mayor interés en ver sobrevivir a Assad, desempeñó un rol vital en esta movilización.

Según una designación del Departamento del Tesoro de Estados Unidos fechada en agosto del 2012, Hezbola para ese momento había “entrenado directamente al personal del gobierno sirio dentro de Siria y ha facilitado el entrenamiento de las fuerzas sirias por parte del brazo terrorista armado, la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (FQ-CGRI). Hezbola también ha desempeñado un rol sustancial en las campañas para expulsar a las fuerzas de la oposición siria de áreas dentro de Siria.”

En el curso del 2013, el rol de Hezbola en Siria se incrementó drásticamente. Combatientes del movimiento comenzaron a desempeñar un rol directo en el combate. Hezbola también asumió la responsabilidad por entrenar a una fuerza paramilitar nueva y en gran parte alauita, las Fuerzas de Defensa Nacional, las cuales desempeñarían un rol crucial en llenar la brecha causada por la falta de infantería confiable en números suficientes por parte del régimen.

En abril del 2013, Hezbola asumió principalmente la responsabilidad por una operacion terrestre vital en el centro de Siria – la captura de al-Qusayr, un pueblo principalmente suní en la provincia Homs cercano a la frontera libanesa. Alrededor de 1,700 combatientes tomaron parte en la operación, que vió por primera vez a Hezbola tomando parte en combate urbano a gran escala. Los rebeldes se retiraron de al-Qusayr unos dos meses después. La victoria de Hezbola fue costosa, sin embargo.

Unos 200 combatientes murieron en el curso de la operación.

El movimiento también ha desempeñado un rol vital en combatir en la provincia Aleppo, en el área de Damasco y en la provincia Homs en este momento. La participación cada vez más directa llegó a un alto costo. Comandantes de alto rango y combatientes veteranos tales como Ali Fayad y Mustafa Badreddine resultaron muertos. Más de 1,000 hombres de Hezbola han muerto en Siria.

Los combatientes de Hezbola desempeñaron un rol vital en la reconquista del área de las montañas Qalamoun, y más tarde en la ofensiva del régimen en las provincias Latakia e Idleb a fines del 2015.

Consciente de su imagen dañada, resultante de su comprometerse en una guerra contra otros musulmanes, Hezbola buscó justificar su participación en distintas formas. Por un rato, se explicó la supuesta necesidad de proteger el santuario de Saida Zeinab en Damasco de las atenciones destructivas de los salafistas suníes (quienes ven todos esos santuarios como no islámicos). Posteriormente, Hezbola ha tendido a enmarcar su participación en términos de la necesidad de proteger al Líbano de la amenaza de los takfiris combatiéndolos en Siria.

Para ahora, Hezbola sigue comprometido totalmente con la campaña del régimen en Siria.

Alrededor de 6,000 combatientes del movimiento están desplegados en el país en un momento dado.

Con las negociaciones en Ginebra estancadas, la guerra siria parece estar en ninguna parte cerca de terminar. Esto significa que Siria parece a punto de ser el principal foco de Hezbola por un período considerable por venir. El bando pro-iraní del que Hezbola es parte sigue comprometido centralmente con la supervivencia del régimen de Assad.

El problema es que aunque son lo suficientemente fuertes para impedir la destrucción de Assad, no parecen ser capaces de dar una derrota final a la rebelión contra él.

Así los combatientes de Hezbola serán necesarios para combatir a los takfiris en Siria por el futuro cercano. Continuarán los funerales de los mártires.

Las caras de los hombres cada vez más jóvenes muertos en Siria continuarán apareciendo en los carteles del movimiento en los poblados del sur de Líbano.

Para el movimiento, todo esto tiene un número de implicancias, la mayoría de ellas no positivas.

En primer lugar, aunque Hezbola sigue dominante en Líbano, el rol que está desempeñando en Siria ha puesto efectivamente un fin a su función estratégica como generador de legitimidad de su patrón, Irán.

Hezbola es visto ahora a lo largo del mundo árabe como una fuerza sectaria chií, comprometida principalmente en el asesinato de suníes. En tanto continúe la guerra siria, será imposible que Hezbola se sacuda esta imagen. Hay también indicios de creciente descontento incluso entre la propia comunidad chií libanesa de Hezbola con el aparentemente interminable derramamiento de sangre en Siria y el ron del movimiento en él.

En segundo lugar, en tanto el movimiento siga comprometido en Siria, es improbable la agresión contra Israel.

Hezbola se ha rearmado y expandido desde la guerra del 2006, y los planificadores israelíes consideran que ahora posee tantos como 150,000 cohetes y misiles. Pero con tantos combatientes comprometidos con tareas esenciales en Siria, abrir un segundo frente contra un enemigo vastamente más poderoso que los rebeldes sirios es probable que sea un lujo que no se pueden permitir ni Hezbola ni su patrón iraní.

En tercer lugar, la capacidad de Hezbola de tomar represalias por acciones en su contra puede estar también limitada debido a su deseo de evitar entrar en una importante confrontación con Israel. Un número de miembros prominentes del movimiento han resultado muertos durante el último par de años, incluidos Hassan Lakkis, Samir Kuntar, Jihad Mughniyeh y, muy recientemente, Badreddine.

En casi la mayoría de estas muertes recientes (la de Badreddine), Hezbola culpó a Israel.

Pero las represalias del movimiento, cuando han llegado, han sido a pequeña escala. Una vez más, la naturaleza modesta de los contraataques de Hezbola probablemente se derive de un deseo de no arriesgarse a una confrontación abierta con Israel en un momento en que el movimiento está involucrado en Siria.

La difícil situación de Hezbola refleja la situación más amplia del bloque regional liderado por Irán. En términos de poder duro, los iraníes y sus aliados están haciéndolo bastante bien a través del Medio Oriente actual lleno de lucha.

Ellos aún no han ganado ninguno de los conflictos en los cuales están involucrados (en Yemen, Irak y Siria), pero el cliente iraní en cada uno de estos contextos no está cerca de la derrota.

PERO, IRAN hoy constituye, y es visto constituyendo, una parte en la guerra sectaria entre chiíes y suníes.

Para ahora, los iraníes parecen incapaces de desarrollar alianzas fuertes fuera de las comunidades chiíes del mundo árabe. Pero la región no pued eser dominada a través de los chiíes solamente.

Si los iraníes esperaron una vez usar a Hezbola y su lucha contra Israel como una forma de generar legitimidad entre las poblaciones árabes no chiíes, ahora Hezbola mismo es visto por los suníes como una fuerza extraña, sectaria y hostil. Cuando fueron obligados a elegir entre el imperativo de preservar al régimen de Assad y la ambición de ser vistos como una fuerza pan-islámica, los iraníes, y por lo tanto sus clientes, eligieron no sorpresivamente favorecer los intereses materiales inmediatos por sobre los objetivos estratégicos generales.

El resultado de todo esto es que Hezbola hoy enfrenta la perspectiva de la participación continua en la máquina picadora de la guerra siria, sangrando personal y legitimidad (aunque ganando, por supuesto, experiencia y conocimientos técnicos).

Porque en lo que se refiere a esta situación, uno puede esperar que los líderes de Hezbola continúen en sus discursos para recordar “victorias” distantes contra Israel, y buscar revestir a su lucha actual contra los suníes en la gala de la guerra anterior.

La fase presente no necesariamente durará por siempre, por supuesto, y Hezbola sigue siendo por lejos el actor no estatal más formidable que enfrenta a Israel. Pero la narrativa de la “resistencia” pan-islámica de Hezbola puede ser enumerada entre las víctimas de la guerra civil siria.

El conflicto tedioso para el norte de Israel ha puesto concluyentemente al descubierto las duras realidades sectarias subrayando las lealtades políticas en el Medio Oriente. Hezbola, como resultado de la guerra siria, está ahora expuesto ante todo como lo que fue siempre: a saber, un satélite islámico chií sectario de Irán – ni más ni menos.

En la secuela de la guerra de 33 días del 2006 entre Israel y Hezbola, el movimiento y sus partidarios iraníes aparecieron al borde de un avance estratégico importante. Establecido por Irán en los primeros años de la década de 1980, Hezbola fue el prototipo de las organizaciones político-militares chiíes a través de las cuales Teherán ha buscado promover sus intereses a lo largo del Medio Oriente.

Hezbola era la joya de la corona de esta matriz. Dio entrada a Irán a la causa pan-árabe y pan-islámica de la guerra contra Israel. En mayo del 2000, el movimiento terminó con éxito una larga insurgencia guerrillera cuando Israel terminó su ocupación del sur de Líbano.

En el verano del 2006, una campaña israelí confusa y agitada pudo ser descripta posiblemente como un logro para Hezbola y por lo tanto para la causa de Teherán.

LOS OBJETIVOS tácticos, por supuesto, fueron la partida de Israel del sur de Líbano antes del año 2000, y la preservación de la capacidad del movimiento para continuar atacando a Israel en el año 2006. Sin embargo, estratégicamente, estos eventos tuvieron una importancia mayor.

Luego de la guerra del 2006, la popularidad de Hezbola y su líder Hassan Nasrallah se dispararon, según todas las medidas disponibles.

La Encuesta de Opinión Pública Arabe Anual del 2008, llevada a cabo en el mismo apogeo del prestigio de Hezbola a principios del 2008, encontró que el 26% de los encuestados citó al líder de Hezbola como el líder más valorado del mundo árabe fuera de su propio país. El Presidente Bashar Assad de Siria estuvo segundo en el 16%. La creciente popularidad del primero se debió casi seguramente a su asociación cercana con Hezbola.

Los logros percibidos de Hezbola parecieron justificar la larga inversión iraní en el movimiento. Si la causa palestina era el camino a los corazones de los árabes (incluso para una potencia chií no árabe como Irán), y si el apoyo árabe era esencial para el objetivo de Irán de liderazgo regional, la estrategia de utilizar a Hezbola como un generador de legitimidad pareció estar dando dividendos.

La creciente fuerza de Hezbola fue importante en otras formas. La invasión estadounidense del 2003 a Irak tuvo el efecto inadvertido de entregar el país a la mayoría árabe-chií del país. Los iraníes ofrecieron apoyo activo a la insurgencia chií contra la ocupación occidental desde el inicio. Grupos tales como la Organización Badr y Hezbola Ktaeb siguieron la fórmula para ahora bien conocida de combinar la actividad política y militar para servir a los intereses de los chiíes locales e Irán.

El ascenso de la dominación chií de Irak planteó la posibilidad del surgimiento de una línea contigua de estados pro-iraníes que se extiende a través de Irak y Siria y desde ahí a Líbano y el Mar Mediterráneo. El logro de esta situación daría a Teherán dominio de una gran franja de tierra del Medio Oriente árabe, acceso al Mediterráneo, y una ruta directa y contigua a la línea del frente con Israel.

En el período febril luego de la guerra del 2006 con Israel, tal perspectiva parecía dentro del alcance. El Hezbola libanés estaba llamado a desempeñar un rol protagónico en esta producción – como el ejemplo para los árabes que los métodos iraníes producían victorias contra los judíos, y por lo tanto como el factor que triunfaría por sobre los sentimientos anti-chiíes y anti-persas.

Entonces, casi en forma imperceptible al principio, las cosas comenzaron a salir mal. Ellas lo hicieron, predeciblemente, junto a la falla sectaria.

En mayo del 2008, Hezbollah volvió su poder duro contra sus rivales suníes. Desde la retirada siria bajo presión del Líbano en el año 2005, había estado en marcha un concurso para el futuro del país. Enfrentando al bando armado de Hezbola y sus aliados había una alianza liderada por los suníes y pro-occidental llamada 14 de marzo. En mayo del 2008, Hezbola reaccionó con fuerza a un intento por parte del entonces gobierno liderado por 14 de marzo para restringir la autonomía de la infraestructura de seguridad independiente del movimiento en Líbano.

En cuestión de días, Hezbola y sus aliados de Amal capturaron Beirut Occidental, enviando un mensaje claro y de poder duro a sus rivales pro-occidentales que no sería tolerado ningún intento por quebrar su autoridad.

La fuerza de Hezbola no podía ser resistida.

Pero la afirmación del movimiento de representar una punta de lanza pan-islámica y pan-árabe contra Israel y el Occidente sufrieron una seria mella. En la versión del 2010 de la Encuesta de Opinión Pública Arabe, la popularidad de Nasrallah había disminuido del 26 al 9%, un año antes del estallido de la Primavera Arabe.

Son por supuesto los acontecimientos en Siria, y el surgimiento más amplio del conflicto y rivalidad sectarios como la dinámica clave del Medio Oriente actual los que han llevado a Hezbola al punto muerto confuso en el cual se encuentra ahora – de lo cual el último discurso de Qassem es un ejemplo.

Fuente: The Jerusalem Post – por Jonathan Spyer – Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México