ENRIQUE PRESBURGER

Dicen que la historia está condenada a repetirse, y que las nuevas generaciones cometerán los mismos errores que sus abuelos, sin aprender nada.

Basta para comprobar esto, recordar que apenas hace unos cuantos ayeres, entre 1939-1945, Europa se sumió en la segunda guerra mundial, misma que cobraría la vida de alrededor de 60 millones de personas de países en varios continentes, y que incluyó la persecución y asesinato sistemático de religiones, la invasión de países, y la devastación económica de la economía global.

Aunque mucho sabemos de las consecuencias de este terrible evento, pocas veces nos preguntamos cómo fue que comenzó todo. Y es que siempre hay patrones sistémicos que se repiten, y cuyo entendimiento es clave para poder alertar sobre un futuro que debe preocuparnos bastante:

1. Crisis económica-financiera: En su momento, la segunda guerra mundial comenzó con un escenario Europeo sumido en la recesión económica, donde Alemania venía de un periodo de hiperinflación causada por tener que pagar enormes endeudamientos a sus pares continentales de forma insostenible. A este fenómeno, habría de agregársele la crisis bursátil mundial conocida como el “crack del 29”, donde las bolsas del mundo se desplomaron tirando la economía global.

2. Ultranacionalismo políticos: Una vez que explotó la crisis, se instauraron los liderazgos extremos políticos, de corte nacionalista-fascista, con discursos nacionalistas, proteccionismo económico, aislamiento financiero, y políticas anti-migrantes, llegando al extremo de genocidios. De izquierda o derecha, florecieron líderes como Hitler, Mussolini, Franco y Stalin; algunos enfrascados en sus propios conflictos internos, y otros en agresiones exteriores. El extremismo, no obstante, fue la constante de la región.

3. Desequilibrios Sociales: El extremo de las políticas nacionalistas, desencadenó en genocidios indescriptibles, como el holocausto judío, la masacre de gitanos, o la guerra civil española. Todo ello, dado a que la crisis fue atribuida a minorías y grupos sociales extranjeros a manera de chivos expiatorios. Estas políticas, claro está, empeoraron la situación global orillándola a una guerra mundial.

Hoy vemos un escenario político económico que curiosamente se repite. Europa está sumida en una crisis económica donde el consumo decrece, no hay crecimiento económico, y las deudas ahogan a los países. Esta vez no hablamos de un país afectado, sino de todo un bloque que ve su moneda devaluarse, rodeado de políticas de austeridad y recortes del gasto que no alivian la raíz del problema.

1. Crisis económica-financiera: Hoy la crisis económica financiera viene por un sistema global donde los gobiernos se han endeudado por encima de su capacidad de producir. La economía de las naciones desarrolladas disminuye su fuerza productiva, su capacidad económica, y crece en subsidios y deudas. Se calcula que para 2050, un tercio de la población en los países desarrollados tenga 60 años o más. Así, hoy los gobiernos desarrollados sostienen su nivel de vida imprimiendo dinero o acumulando deuda en medio de un sistema insostenible y especulativo que concentra la riqueza.

2. Ultranacionalismos políticos: Una vez más, se demuestra que las crisis económicas globales son un excelente caldo de cultivo para el surgimiento de líderes extremistas que abogan por el aislacionismo y el nacionalismo exacerbado. Esto no respeta hoy en día continentes ni niveles de desarrollo de países. Podemos encontrar por ejemplo un Maduro en Venezuela que mantiene a su país en desabasto de alimentos inclusive, o un Trump que aboga por criminalizar la inmigración mexicana y la construcción de muros fronterizos, una Inglaterra que se separa de la Unión Europea, y hasta una España que se acerca a la separación nacional dentro de su territorio. No obstante, todos los gobiernos coinciden en ciertas cosas: Incrementar la vigilancia ciudadana, aumentar impuestos, e incrementar la burocracia de empleados políticos; cuestiones incongruentes y contrarias al alivio de la crisis económica. Nuevamente los gobiernos invierten en armamento, y en reservas de metales preciosos. Casi como si se prepararan para un derrumbe sistémico.

3. Desequilibrios Sociales: La percepción de que los migrantes son nocivos para los países ha comenzado nuevamente a generalizarse. Hoy en día las nacionalidades, orígenes étnicos y religiones han vuelto a cobrar relevancia, en la medida en que se volverán indeseables para ciertos países o bloques económicos. Si bien es cierto que existen fenómenos que deben de ser eliminados como el terrorismo, hoy en día la política pública es más bien anti-inmigración en lo general. Siempre la exclusión antecede la persecución.

La situación real:

Los datos duros, alejados de la percepción mediática como suele suceder, nos dicen que hoy, más que nunca, vivimos en un mundo interdependiente, donde la economía está sostenida en gran parte precisamente por la inmigración.

• A nivel mundial, el número de inmigrantes ha pasado de 72 a 200 millones en los últimos 30 años. En Europa, 89 % del crecimiento de la población es obra de inmigrantes, que generan una riqueza de 1,9 billones de dólares y contribuyen al desarrollo de los países en desarrollo tres veces más de lo que hacen todos los países industrializados juntos.

• Hoy los países desarrollados concentran el 60% de la inmigración global. Sólo el 16 % de la población en disposición de trabajar vive en los países ricos (Por ejemplo, sabemos que por cada migrante mexicano ocupado existen 4 estadounidenses pensionados).

Así, hoy los migrantes de hecho son los que alivian la concentración de la riqueza al enviar remesas, los que compensan los déficits gubernamentales pagando impuestos, y los que ocupan puestos de trabajo de poblaciones que hoy envejecen. Son por tanto necesarios para la restauración económica global, y su integración a la economía formal mundial es clave para ello.

Así, las políticas públicas globales deberían ir en sentidos de integración y cooperación, y no en sentido contrario como hasta ahora. Es deber de nuestra generación alertar sobre patrones históricos que se repiten, y proponer soluciones diferentes, que partan de entender una realidad irrefutable que exige toletancia, empatía y cooperación entre individuos, pueblos y países.