BERTRAND BENOIT

Sin importar el motivo, el ataque en Munich tiene potencial para cambiar las opiniones sobre seguridad

La esperanza que Alemania podía salvarse de la violencia que ha recaído sobre las vecinas Francia y Bélgica fue pinchada abruptamente el viernes por lo que pareció ser un ataque concertado por parte de varios hombres armados en Munich, la afluente capital bávara.

Apenas cinco días antes, un buscador de asilo de 17 años supuestamente de Afganistán había atacado gente en un tren de transporte con un cuchillo y un hacha, hiriendo a cinco personas antes de ser eliminado a tiros por la policía cuando huía de la escena.

Aun cuando el Estado Islámico se adjudicó el ataque, considerado en sí mismo, podría haber sido descartado como un hecho aislado. Esto ya no es más así.

La naturaleza de lo que la policía de Munich llamó ataque terrorista no estaba clara a última hora del viernes, mientras la situación continuaba desarrollándose con nueve personas muertas y sospechosos en fuga.

Sin embargo, sean quienes sean los perpetradores y cuales sean sus motivos—islámicos, neo-nazis o incluso criminales comunes—la escala pareció destinada a poner de cabeza la postura de seguridad interna de Alemania, su política y, posiblemente, su política exterior.

Cualquier duda acerca del control del gobierno sobre la seguridad podría debilitar la posición de Angela Merkel, apenas más de un año antes de la próxima elección general.

Los funcionarios de seguridad han advertido durante meses que la amenaza terrorista en Alemania era real y presente. En la víspera de Año Nuevo, la policía en Munich cerró dos estaciones de tren citando una amenaza seria, aunque no se materializó nada.

El mes pasado, el Ministro del Interior, Thomas de Maizière, haciéndose eco de homólogos en otros países occidentales, dijo que los reveses experimentados por el Estado Islámico en Irak y Siria podían llevarlo a “transferir sus actividades hacia Europa.”

Las autoridades alemanas han estado en alerta máxima al menos desde los ataques de noviembre en París y afirman haber frustrado muchas conspiraciones terroristas—ninguna de ellas en una etapa avanzada. Pero esto no se ha traducido en una presencia de seguridad visiblemente aumentada en las calles alemanas.

Personal militar fuertemente armado es ubicuo en las estaciones de tren y aeropuertos franceses. Los oficiales de seguridad en la red ferroviaria del país llevan armas y equipo protector visibles.

No así en Alemania, donde la presencia de seguridad en los grandes centros de transporte oscila entre discreta e invisible. Y la constitución de Alemania prohíbe que el estado despliegue su ejército en casa.

Sin un ataque terrorista serio en suelo alemán desde el asesinato de dos soldados estadounidenses por parte de un islámico kosovar en el aeropuerto de Frankfurt en el 2011, las autoridades no han estado bajo presión del público para mostrar una presencia más muscular y tranquilizadora.

Pero los votantes se han preocupado más. En una encuesta por parte de la aseguradora R+V conducida en abril y mayo, un 73% de los encuestados dijo que estaban preocupados por un ataque terrorista, un salto de 21 puntos con respecto al año anterior.

Un aumento en la demanda de más seguridad—largamente vencida por un enfoque históricamente basado en los derechos a la privacidad y libertades básicas—podría sacudir la política alemana, incluso provocando solicitudes de leyes terroristas y de vigilancia más duras.

Cualquier cambio en ese frente está destinado a ser gradual, sin embargo, dados los muchos controles y equilibrios del país y su rama de política consensuada.

No hubo evidencias vinculando el ataque del viernes con los aproximadamente un millón de inmigrantes que ingresaron al país el año pasado. Pero encuestas de opinión recientes han mostrado que la inseguridad percibida ha llegado mano a mano con dudas sobre la sabiduría de la decisión de la Sra. Merkel de abrir las fronteras.

Cuando se encontró que hombres del norte de Africa estuvieron detrás de una ola de ataques sexuales en Colonia en la víspera de Año Nuevo, la Sra. Merkel vio desplomarse sus tasas de aprobación hasta el momento estelares. Ella desde entonces se ha recuperado en cierta forma, y su partido sigue siendo el más popular de Alemania.

Dependiendo de cómo resulte, el ataque podría impulsar el apoyo por Alternativa para Alemania, un partido populista y anti-inmigrantes que ahora se está cerniendo por sobre la marca del 12%. Actualmente no está representado en el parlamento federal, pero ingresaría el próximo año si ganara al menos 5% de los votos.

Eso cambiaría el estatus de Alemania como un país relativamente intacto por la tendencia populista que ha barrido a otros en el Occidente. Y dado su sistema electoral proporcional, podría hacer de formar la próxima coalición gobernante un dolor de cabeza complicado.

El impacto del ataque en la política exterior de Alemania es más difícil de medir en esta etapa. Pero en otras partes, el ascenso de movimientos populistas, desde el Reino Unido a Estados Unidos, ha coincidido con crecientes anhelos aislacionistas.

Alemania se ha vuelto más afirmativa en la escena mundial en los últimos años, liderando la respuesta internacional a la anexión de la región Crimea de Ucrania por parte de Rusia, por ejemplo. Aunque no involucrada en combates, es también parte de la coalición liderada por Estados Unidos contra el Estado Islámico en Siria e Irak.

Esta nueva postura siempre ha sido controvertida en casa. Es difícil imaginar que el trauma del viernes empujara a los votantes alemanes a pedir más intervención en el extranjero.

Fuente: The Wall Street Journal- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México