MARCELO BIRMAJER

En los actos de conmemoración por la masacre del atentado contra la AMIA, se pide un minuto de silencio por las víctimas y sus seres queridos, como ocurrió el lunes 18 de julio de 2016. Pero hay un silencio que no se pide, un silencio que no es de honra sino infamante, y que no dura un minuto sino ya 22 años: el silencio respecto de los ocho altos funcionarios iraníes reclamados por la Justicia argentina como sospechosos de haber planificado y ejecutado, a través de un suicida fundamentalista islámico, el atentado.

No sólo la Justicia argentina demandó a los sospechosos comparecer ante nuestros tribunales, sino que Interpol, organismo multinacional garante de la seguridad a nivel mundial, aprobó la medida y emitió las cédulas rojas para que los prófugos sean entregados a nuestras autoridades en caso de encontrarlos fuera de su guarida de la República Islámica de Irán. Nuestros supuestos “aliados” latinoamericanos, como Bolivia, Venezuela y Ecuador, no sólo despreciaron por completo nuestra sed de justicia sino que, en casos como el de Venezuela, brindaron refugio seguro a los prófugos, y Evo Morales concretamente garantizó la fuga del ministro de Defensa iraní, Ahmad Vahidi, en el 2011, disfrazándola de expulsión.

Entre los acusados de invadir nuestro país, destruir nuestras instituciones y masacrar a nuestra gente, hay quienes fueron candidatos a presidente de la República Islámica de Irán, como Rezai y Fallahian. Por supuesto, no sólo niegan su culpabilidad, sino que siquiera aceptan la implicancia persa en el peor atentado antisemita posterior a la Segunda Guerra Mundial, y el peor de origen internacional sufrido por la Argentina en toda su historia. Su negativa no es novedosa: también niegan que haya sucedido el Holocausto. Pero que los culpables quieran permanecer impunes es parte de su condición. Lo que no admite entendimiento es que el país víctima no reclame justicia. ¿Dónde están los carteles, avisos, canciones, mensajes de todo tipo reclamando la comparecencia de los sospechosos?

Pedir justicia y memoria, sin reclamar la entrega de los sospechosos a la Justicia, es como convivir con un violador y hablar en contra de la violencia sexual sin mencionarlo. Cuando se reclama justicia para las víctimas de la masacre de la AMIA, no se puede volver atrás como si la Justicia argentina e internacional no hubiera emitido las cédulas rojas, ni como si el anterior gobierno, el de Cristina Fernández de Kirchner, no hubiera elaborado un memorándum cómplice para dejar impunes a los iraníes. No se puede pedir justicia para las víctimas de la AMIA al tiempo que se calla la muerte del fiscal Nisman y el lodazal que inventó el gobierno kirchnerista para ocultar cualquier detalle respecto de la aparición del titular de la UFI AMIA con una bala en la sien, días después de haber denunciado a la presidenta de la Nación.

Una sola palabra reclamando la entrega de los sospechosos es más valiosa que cualquier canción que no incluya ese reclamo. Los carteles reclamando por los 22 años sin justicia pueden mantener el tema vigente, pero el silencio respecto de los sospechosos prófugos evidentemente contribuye a que se olvide la necesidad de juzgarlos. No es cierto que necesitemos nuevas herramientas legales para reclamar que comparezcan ante nuestros tribunales. Ya mismo la canciller Malcorra y el gobierno argentino podrían poner el tema entre sus prioridades en las asambleas de la ONU y en cualquier foro internacional. Exigir el aislamiento y la supervisión de la República Islámica de Irán hasta que entregue a los sospechosos, considerar a su gobierno cómplice del terrorismo hasta que no colabore certeramente con la Argentina. Eliminar cualquier vínculo diplomático.

El traicionero ataque en tierra argentina por el cual son acusados ocho altos funcionarios persas fue artero y brutal, peor aun, en cuanto dirigido exclusivamente a civiles, que el ataque japonés a Pearl Harbor. Argentina no puede actuar con la República Islámica de Irán como si hiciera borrón y cuenta nueva. No hay volumen de negocios ni relación diplomática que pueda prosperar si nos rendimos ante el terrorismo. Al respecto, no debemos hacer ni un minuto más de silencio.

No sólo niegan su culpabilidad, sino que siquiera aceptan la implicancia persa en el peor atentado antisemita posterior a la Segunda Guerra Mundial.

No se puede pedir justicia para las víctimas de la AMIA al tiempo que se calla la muerte del fiscal Nisman y el lodazal que inventó el gobierno kirchnerista.

Fuente:rionegro.com.ar