THE WALL STREET JOURNAL

Obama elige creer en un mundo que no existe.

El Presidente Obama a menudo parece residir en su propio Idaho privado en asuntos extranjeros. Así, no fue sorpresa que en su conferencia de prensa en el Pentágono el jueves negara enérgicamente que su gobierno había pagado $400 millones en dinero en efectivo como rescate en enero por el retorno de cinco estadounidenses en Irán.

“Nosotros no pagamos rescate por rehenes,” dijo él. “No lo hicimos aquí, y no lo haremos en el futuro, precisamente porque si lo hiciéramos comenzaríamos a alentar que los estadounidenses sean tomados como blanco.”

Él tiene razón en que pagar rescate alienta a más toma de rehenes, lo cual es el motivo por el cual la política estadounidense se ha opuesto durante mucho tiempo a hacerlo. Y Obama, con su talento para imaginar un mundo que él quisiera que exista, puede incluso creer que Irán puso en libertad a los estadounidenses por razones distintas a los pallets de dinero en efectivo que entregó Estados Unidos. Él dijo el jueves que Estados Unidos había divulgado los pagos en el momento, y que las divisas extranjeras fueron utilizadas para evitar violar la ley estadounidense de sanciones.

Pero la dura realidad de la geopolítica se trata de más de lo que el Presidente de Estados Unidos elige creer. Y si Obama tiene razón en que no pagó ningún rescate, ¿entonces cómo explica él que Irán ha tomado como rehenes a tres estadounidenses más desde esos pagos en enero? ¿Una coincidencia infeliz?

Lo que importa para la credibilidad estadounidense es lo que creen los mulas de Irán. Y es obvio que ellos creen que arrestar y retener a estadounidenses en Irán es una forma útil de extraer dinero y otras concesiones de los Estados Unidos. Su última demanda es que Estados Unidos entregue u$s2 mil millones en fondos iraníes que han sido congelados para las víctimas del terrorismo patrocinado por Irán. A los matones del mundo no les importa lo que crea Obama. A ellos sólo les importa que él les muestre el dinero—entonces ellos liberarán a sus rehenes.

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México