MATTI FRIEDMAN

El yerno de Nasser fue el espía más crucial de Israel en el período previo a la guerra en 1973.

Al final de la tarde del jueves 4 de octubre de 1973, un teléfono sonó en Londres. En la línea estaba un hombre tenso que quería hablar con “Alex” acerca “de un montón de químicos.” El nombre de Alex no era Alex y no había ningún químico. Lo que quien llamaba estaba diciendo, en un código acordado, era que estaba a punto de estallar una guerra catastrófica en el Medio Oriente. Para fines del fin de semana miles estarían muertos.

El hombre al teléfono, Ashraf Marwan, era un funcionario en el pináculo del régimen egipcio, un ayudante del Presidente Anwar Sadat y el yerno del fallecido y reverenciado líder Gamal Abdel Nasser. Él era también un espía de Israel—uno cuya apariencia era el tipo de cosa “que sucede solo una vez cada mil años,” según uno de los consumidores israelíes de sus informes secretos. El hombre turbio en cuestión, la naturaleza del juego que estaba jugando y la serie de acontecimientos que culminaron con su llamada telefónica fatídico en la víspera de la Guerra de Yom Kipur, son los temas del libro revelador de Uri Bar-Joseph, “El ángel: el espía egipcio que salvó a Israel.”

Bar-Joseph, un profesor de ciencia política en la Universidad de Haifa y un experto en inteligencia, recoge la huella del elegante y ambicioso joven Marwan en el Cairo nasserista de la década de 1960, donde él se embarcó en una boda prometedora con la hija de Nasser, Mona. Desde allí lo seguimos a la movediza Londres, donde fue buscando dinero, excitación y posiblemente venganza contra las humillaciones por parte de su poderoso suegro, quien parece haber considerado a Marwan un bon vivant descuidado indigno de su hija.

En el verano de 1970, él ingresó a una cabina telefónica, discó a la embajada israelí y ofreció sus servicios. Años después, en el año 2007, su vida inusual terminó en una caída misteriosa desde un balcón de Londres. En el ínterin, Marwan se volvió, como escribe el Sr. Bar-Joseph, “uno de los espías más importantes que el mundo ha visto en el último medio siglo.” Sus enlaces lo llamaban “El Ángel.”

La bisagra cronológica de la narración es  la llamada telefónica de 1973 y lo que sucedió dos días después, el 6 de octubre, cuando Egipto y Siria atacaron Israel en dos frentes en Yom Kipur, el día más santo del calendario judío. La falta de preparación de Israel para esa guerra fue el mayor fracaso de la inteligencia del país, uno que contribuyó a la muerte de más de 2,500 soldados israelíes y destruyó las carreras de muchos líderes, incluido el jefe del ejército y la Primer Ministra Golda Meir.

En los años previos a la guerra, Marwan tuvo acceso a toda la información correcta sobre los preparativos de Egipto para la batalla y parece haber dado la mayoría de ella a su enlace del Mossad a cambio de dólares estadounidenses. El material incluyó planes de batalla precisos (un bombardeo de inicio de 38 minutos a los fuertes israelíes junto al Canal de Suez; cinco divisiones de infantería cruzando el canal en cinco puntos junto a su extensión), tanto como visiones estratégicas más generales. La más importante de estas fue que Egipto no correría el riesgo de una guerra antes de recibir mejor aviación de ataque y misiles de los soviéticos—una condición crucial que llegó a dar forma al cálculo de Israel a principios de la década de 1970. Esta idea, que se hizo conocida como el “Concepto,” convenció a los oficiales de inteligencia israelíes que sin importar qué otras advertencias recibieron, hasta que Egipto obtuviera el nuevo armamento no había nada de qué preocuparse. La contribución de Marwan a esta idea fue “decisiva,” escribe Bar-Joseph.

Los egipcios posteriormente alteraron sus planes y echaron por la borda esa condición. Pero cuando Marwan informó los cambios a fines de 1972, fue ignorado, según Bar-Joseph. La inteligencia israelí se apegó en cambio a su entendimiento anacrónico de las intenciones del enemigo, insistiendo en que las posibilidades de guerra eran “bajas” casi hasta que las tropas invadieron a través del canal.

¿Cuál fue el impacto directo de Marwan en el resultado del combate? El libro de Bar-Joseph hace un fuerte argumento que sin la llamada telefónica del egipcio, el llamado de emergencia de Israel al ejército de reserva habría sido dilatado por al menos cuatro horas. Eso habría dado tiempo a los sirios para capturar un cruce clave en los Altos del Golán y decidir en su favor la batalla en el frente norte. Como sucedió, los reservistas desorganizados en tanques que apenas funcionaban llegaron justo a tiempo para salvar el cruce y obligar a una retirada siria. “En retrospectiva, Ashraf Marwan fue responsable único de permitir a Israel impedir la conquista siria de los Altos del Golán en la Guerra de Yom Kipur,” escribe el Sr. Bar-Joseph. “Israel habría sostenido no sólo muchas más bajas que las que tuvo, sino también una pérdida de territorio mayor para el momento en que fuera llamado un alto el fuego.” Eso es importante, aun cuando no acaba de hacer del Ángel el “espía que salvó a Israel”, como dice el subtítulo del libro.

“El Ángel” es una mirada lúcida y convincente dentro del mundo del espionaje y del funcionamiento—o mal funcionamiento—de los dirigentes en un momento peligroso. Las historias de espías son grandes historias. Pero como todas esas historias, esta me dejó preguntando cuantas de estas cosas importan en verdad. ¿Los espías son realmente los movilizadores encubiertos de acontecimientos importantes, como tienden a pensar los espías y sus biógrafos? O quizás el general inglés W.H.H. Waters estuvo en algo cuando observó después de la Segunda Guerra Mundial: “Mi opinión siempre fue—y la experiencia sólo ha tendido a confirmarlo—que los resultados de un servicio secreto son generalmente insignificantes.”

Alguna información es útil pero la mayoría es imprecisa, irrelevante o engañosa a propósito, y averiguar cuál es posible a menudo sólo cuando es muy tarde. Mucha de la información de Marwan fue buena, pero al menos algo de ella no lo fue. Es cierto que él advirtió de la guerra en octubre de 1973, pero también advirtió de guerras algunas veces antes, y cuando no sucedió nada “arrulló a los líderes israelíes y a las FDI en una especie de complacencia”, como lo dice el autor.

El “concepto” que el agente ayudó a crear sobre las intenciones egipcias fue adecuado hasta que no lo fue, con consecuencias desastrosas. Israel probablemente hubiese estado mucho mejor de no saber de ello en primer lugar. Quedan algunos en Israel y Egipto dispuestos a jurar que el Ángel fue de hecho un doble agente que trabajó para Egipto todo el tiempo, y aunque el autor discrepa en forma convincente, la acusación ilustra cuan fangosas son realmente estas aguas.

Incluso sin Marwan, nos enteramos, Israel tuvo “gran cantidad de indicadores cruciales que Egipto y Siria estaban a punto de atacar.” Fotos aéreas habían estado mostrando un aumento drástico del enemigo durante semanas, y conversaciones interceptadas en ruso revelaron que los asesores militares rusos y sus familias estaban siendo sacados de apuros de Egipto. Si los hombres de la inteligencia no hubiesen creído que tenían visión secreta de los pensamientos de los líderes egipcios, ¿podrían haber estado más dispuestos a confiar en lo que les estaban diciendo sus ojos y oídos?

Uno se pregunta si la creencia de Israel en los ángeles finalmente ayudó a alguien a ver más claramente en 1973. Es muy posible que habrían sido tomadas decisiones más sabias si esas valijas de dólares del Mossad hubiesen sido gastadas en otra cosa—o si el país no hubiese tenido espías directamente.

 

Matti Friedman es autor de “El Código de Alepo” y “Flores de Calabaza.”

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México