THE WALL STREET JOURNAL

Los yihadistas del continente traman ataques mientras reciben subsidios.

En marzo, el terrorista Khalid el-Bakraoui se inmoló dentro de la estación de subterráneo de Maelbeek en Bruselas, y murieron 16 personas. Muchos años antes, Bakraoui había cumplido tiempo en una prisión belga por robo de coches y robo a mano armada. Cuando fue puesto en libertad, a principios del 2014, el sistema de bienestar social de Bélgica le dio $28,000 en distintos beneficios, tales como seguro de desempleo y seguro médico.
Bakraoui es un ejemplo en una historia destacable esta semana por parte de los periodistas Mark Maremont y Valentina Pop, del Wall Street Journal, quienes describieron cómo el generoso sistema de bienestar social de Europa ha proporcionado subsidios al estándar de vida a terroristas que han estado asesinando europeos.

Salah Abdeslam y su hermano Brahim Abdeslam fueron dos de los perpetradores de los ataques de noviembre del 2015 a lo largo de París, los cuales mataron a 130 personas. Salah Abdeslam estuvo recogiendo beneficios de desempleo hasta tres semanas antes del ataque. Los terroristas han transferido pagos de ayuda social a tarjetas de débito prepagas utilizadas para ataques o hicieron estafas a los préstamos estudiantiles para recaudar dinero para sus conspiraciones. Un manual del Estado Islámico titulado “Cómo Sobrevivir en el Occidente: Una Guía Muyahid” instruye a los potenciales yihadistas que “si puedes reclamar beneficios adicionales de un gobierno, entonces hazlo.”

Los europeos están orgullosos de los estados de bienestar social que construyeron después de la Segunda Guerra Mundial y siempre se han ofendido cuando los críticos dicen que los sistemas de apoyo se han vuelto muy costosos de mantener en los niveles actuales. Ahora, sin embargo, esos sistemas se han vuelto letales, y la pregunta es cómo responder.

Los europeos han tratado de encontrar formas de limitar este abuso definitivo de los beneficios sociales. El portavoz del primer ministro belga, Fred Cauderlier, llamó un “atajo intelectual ofensivo” a la noción de que el sistema de ayuda social del país está subvencionando al terrorismo. El agregó que, después de todo, “esta es una democracia.”

Cauderlier tiene un argumento. Sería ligereza intelectual argumentar que el sistema europeo en cierta forma debe poder encontrar estas agujas letales ocultas dentro de sus parvas de heno de ayuda social. Estados Unidos también falló en identificar y detener a los terroristas responsables por los ataques contra la Maratón de Boston o en San Bernardino.

Pero los relatos en la historia del Journal dejan en claro como una combinación perversa de la compulsión de Europa por proporcionar beneficios sociales, sus burocracias extensas y terroristas determinados han dejado a estas naciones vulnerables ante las matanzas en masa. La dirigencia política existente de Europa tiene que admitir y hacer frente a estas realidades o en su defecto pasar a una era extensa de violencia al azar. Esa no es una conclusión alegre, pero nadie en el liderazgo de Europa puede afirmar que no comprende lo que les está sucediendo. Tal vez sacar a los hombres y mujeres jóvenes sanos de los beneficios de ayuda social sería un comienzo útil.

Hay un riesgo que los públicos de Europa se vuelquen a partidos políticamente extremistas si pierden la fe en la capacidad de sus élites de proporcionar una red de bienestar de décadas de antigüedad y seguridad personal básica. En Alemania, que ha experimentado una sucesión de ataques recientes, una encuesta mostró que el apoyo del público por la Canciller Angela Merkel el mes pasado había caído 12 puntos, a una aprobación del 47% desde el 59%.

Los europeos han llegado a pensar en sus sistemas de ayuda social como un derecho humano básico. Nosotros sospechamos que los europeos para ahora también creen que la protección de los atacantes suicidas en la plaza pública está también entre esos derechos.

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México