GEN. DE DIVISIÓN (RES.) YAAKOV AMIDROR

Los vínculos crecientes entre Israel y los estados árabes suníes de la región son un resultado de la inestabilidad alimentada por el poder creciente de Irán y el Estado Islámico, y por la reducción estadounidense. Pero la cooperación pública no obstaculizada entre Israel y estos estados árabes necesitará un acuerdo entre Israel y los palestinos.

Muchas de las naciones del mundo están mirando con sorpresa y admiración los vínculos cada vez más fortalecidos entre Israel y los países árabes suníes más importantes en la región – las relaciones abiertas con Egipto y Jordania, con los cuales Israel mantiene relaciones diplomáticas oficiales, pero también las relaciones informales con Arabia Saudita y los emiratos del Golfo.

Este cambio parece ser alimentado por tres factores principales. Primero, estos países suníes temen al poder creciente de Irán sobre un bloque chií, el cual amenaza la seguridad tanto como la unidad de los estados suníes. Hay un conflicto religioso antiguo entre la mayoría suní y la minoría chií, pero la minoría goza de la ventaja de un liderazgo singular que está dispuesto a hacer todo lo que pueda para cambiar el estatus de los chiíes en el Medio Oriente.

Este liderazgo, que se encuentra en Teherán, está dirigiendo esfuerzos orquestados y enfocados para liberar a los chiíes en Yemen, Barein y Arabia Saudita, y defender a los chiíes en Irak, Siria y Líbano. El objetivo es crear una distribución ininterrumpida de chiíes desde Teherán a Bagdad y a Beirut.

Mientras tanto, Irán está tratando de debilitar la dominación suní en el lado árabe del Golfo entre la Península saudí e Irán: Arabia Saudita, con su minoría chií, en la región rica en petróleo; Barein, que pasó por un intento de golpe chií; y Yemen, donde Arabia Saudita está luchando con la mayoría suní contra la minoría huzí respaldada por los iraníes.

El conflicto entre suníes y chiíes también tiene un aspecto nacionalista. Es imposible ignorar el hecho que Irán está enfocando sus esfuerzos exclusivamente en los países árabes. Esta lucha nacionalista también se manifiesta en disputas intra-chiíes, especialmente en Irak, donde la ciudad de Najaf fue considerada una vez la ciudad chií más importante, pero desde entonces ha sido reemplazada por la ciudad iraní de Qom.

El segundo factor alimentando las preocupaciones de los países suníes es la amenaza del salafismo extremista liderado por el Estado Islámico. El acrónimo árabe del grupo, Daesh, significa “el Estado Islámico en Irak y Siria,” pero la organización es activa en Sinaí y Libia también. También tiene capítulos activos en África y Europa, como indica la ola reciente de ataques terroristas. Por lo tanto, el simple nombre “Estado Islámico” puede ser más apto.

La expansión de las actividades del grupo presenta una amenaza para los estados suníes porque representan a un enemigo del más alto orden. En Egipto, la amenaza es aún más pronunciada gracias al despliegue del EI en partes del Sinaí y su colaboración con Hamas, el capítulo palestino de la Hermandad Musulmana egipcia – los enemigos mortales del actual liderazgo egipcio.

En Jordania y Arabia Saudita, el Estado Islámico amenaza a los regímenes desde adentro, porque en ambos países hay extensa simpatía por el grupo entre distintos sectores en la población. Aun cuando la coalición de naciones trabaja actualmente para combatir al EI se las arregla para disminuir drásticamente las áreas bajo su control en Irak y Siria, la ideología propagada por el grupo presentará todavía una amenaza muy palpable para los estados suníes. Aparte, la coalición está teniendo problemas en mantener su impulso contra el EI luego de una serie de victorias importantes.
El tercer factor se deriva de la sensación general que EE.UU. ha abandonado a sus aliados en su hora de necesidad, con el objetivo de disminuir su participación en la región. En Egipto, este sentimiento está basado en el abandono del depuesto Presidente Hosni Mubarak por parte de Estados Unidos y su posterior apariencia de apoyo a la Hermandad Musulmana. Los países en la región estuvieron muy decepcionados con la conducta de Estados Unidos tanto hacia Mubarak como hacia el presidente sirio Bashar Assad, quien continúa masacrando a los suníes sin inhibiciones.

En Arabia Saudita y el Golfo Pérsico, la frustración se deriva del hecho que ellos ven el acuerdo histórico entre el Occidente e Irán, dirigido por Estados Unidos, como una capitulación estadounidense. Ellos se dan cuenta que no sólo Estados Unidos ya no está más de su lado en la lucha contra Irán, sino que Estados Unidos espera que ellos hagan concesiones a Irán. Ha quedado en claro para los estados suníes, que una vez vieron a Estados Unidos como una superpotencia cuya mera existencia era suficiente para detener cualquier amenaza que ellos enfrentaran, que las cosas han cambiado profundamente.

Aun cuando EE.UU. es todavía una superpotencia, ha perdido la voluntad de usar su fuerza en el Medio Oriente. Aparte, cuando ejerce su fuerza, como en su liderazgo de la coalición contra el EI, toma acciones con moderación y en forma extremadamente cauta. Y ahora, Estados Unidos se está comprometiendo con sus adversarios, como fue indicado por la débil respuesta estadounidense a la creciente participación de Rusia en Siria.

Estos países están buscando alguien que los ayude en esta hora de necesidad. Israel es el único país en la zona cuya estabilidad no está en cuestión. Es un país fuerte, tanto económicamente como militarmente, y tiene la capacidad y disposición de defender sus intereses esenciales. Esta es la base para el florecimiento de relaciones entre Israel y estos países suníes – países de status-quo clásico en una región siempre cambiante que están buscando un ancla con la cual estabilizarse.

Israel puede servir como esta ancla. Es un matrimonio de conveniencia, no por amor, pero es uno de creciente importancia. La cooperación es crucial para realzar verdaderamente estas relaciones, como me dijo un príncipe saudí que compartió un escenario conmigo en una conferencia en Washington hace poco. “La combinación del dinero israelí y el talento árabe pueden tener un impacto positivo en cualquier región”, dijo en forma de broma. Pero detrás de esta frase había una gran verdad. Israel puede proporcionar a estos países precisamente aquello de lo que ellos carecen: seguridad, tecnología y enormes mejoras en las áreas de agua, agricultura y salud.

Sin embargo, una colaboración seria – una cooperación pública y sin obstáculos – entre Israel y estos estados árabes requiere un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos. No porque esta cuestión sea cara para los corazones de los líderes suníes, sino porque sin ella, estos líderes perderían el apoyo de la calle, que es imperativo si la relación se va a hacer pública.

Lamentablemente, los palestinos no están apresurados por hacer avanzar un acuerdo de paz o sus relaciones con Israel. Al contrario: su reconocimiento que ellos son la clave para realzar los vínculos de Israel con las naciones de la región sólo los hace pensar más alto de ellos mismos y provoca que aumenten sus demandas.

La única forma de superar esta dificultad es cambiar el orden de los pasos. En primer lugar, construir una relación que servirá como un paraguas inclusivo para los israelíes y los árabes suníes, y luego llevar a los palestinos a él para involucrarse en negociaciones de paz.

A diferencia que en el pasado, la mejora de las relaciones ahora no es menos importante para los suníes que lo que lo es para los israelíes. Pero el obstáculo palestino está en el camino. No está claro si las naciones árabes podrán superar este obstáculo, a pesar de su interés. Israel tiene que pensar formas en que puede ayudarlos a superarlo, ya que esta podría ser una oportunidad histórica y sería una pena despilfarrarla.

 

 

El Gen. de División (res.) Yaakov Amidror es el Becario Principal Anne y Greg Rosshandler en el Centro Begin-Sadat para Estudios Estratégicos. También es un miembro distinguido en el Centro Gemunder JINSA para Defensa y Estrategia. Ex Asesor en Seguridad Nacional para el Primer Ministro, Secretario Militar para el Ministro de Defensa, y Director de la División Investigación en Inteligencia Militar.

 

Esta es una versión editada de un artículo que fue publicado por primera vez en Israel Hayom el 5 de agosto del 2016.

 

Fuente: The Begin- Sadat Center for Strategic Studies
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México