CLIFFORD MAY

Los reclamos de la República Islámica contra Estados Unidos no deben pesar más que los de las víctimas de Irán.

Un avión de carga sin marcas lleno con u$s400 millones en dinero en efectivo aterriza en Teherán. Son puestos en libertad cuatro rehenes estadounidenses retenidos por los gobernantes de Irán. Estas revelaciones han provocado dos controversias.

Primero: ¿El gobierno de Obama pagó rescate a la República Islámica de Irán, el principal estado patrocinante de terrorismo del mundo? Los voceros de la Casa Blanca insisten que eso no es lo que sucedió, no hubo quid-pro-quo; los funcionarios iraníes dicen que eso es precisamente lo que ocurrió. ¿Quién es más creíble? Lo más importante, ¿a quién piensan ustedes que creen los probables tomadores de rehenes en todo el mundo?

Segundo: ¿Este pago viola la ley estadounidense? Funcionarios del Departamento de Justicia objetaron el pago. El ex fiscal federal contra el terrorismo Andrew C. McCarthy argumenta que la transacción involucró la comisión de muchas “violaciones a la ley de delitos graves.” El ex Procurador Federal Michael Mukasey opina que si bien la transacción no fue “correcta”, no fue ilegal.

Los orígenes de este asunto son muy profundos. A principios de 1979, el Shah de Irán, como parte de un acuerdo para adquirir aviones de combate, depositó u$s400 millones en una cuenta del Pentágono. Poco después, él fue depuesto en la Revolución Islámica. Como lo expresó el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest: “Una vez que tuvo lugar la revolución, obviamente ese equipo no fue transferido, pero tampoco regresamos el dinero de Irán.”

¿Regresar el dinero a quién? ¿En qué momento la propiedad de un gobierno que ha sido depuesto se vuelve la posesión por derecho de los que han hecho el derrocamiento? El derecho internacional es poco claro sobre este tema (como, a decir verdad, lo es en muchos temas).

Una cosa puede ser dicha con certeza razonable: Si enviados representando al Ayatolá Ruhollah Khomeini se hubiesen acercado al Presidente Carter, él habría hecho cualquier cosa que estuviera en su poder para establecer relaciones amigables.

Pero no sucedió eso. Ustedes saben lo que sí: El 4 de noviembre de 1979, seguidores leales del líder supremo capturaron la embajada de Estados Unidos en Teherán y tomaron a 52 diplomáticos como rehenes. Ellos serían retenidos y, en muchos casos, torturados por 444 días. Que tal conducta viola el derecho internacional — de hecho, que constituye un acto de guerra — no es un tema para debate legal. Los rehenes serían puestos en libertad el 20 de enero de 1981, el día de la asunción de Ronald Reagan.

Los gobernantes de Irán nunca se han disculpado — mucho menos compensado a sus víctimas. Lee Smith de The Weekly Standard informa que el Presidente Bill Clinton consideró usar los u$s400 millones para pagar a las víctimas del terrorismo iraní que habían ganado juicios contra Irán en los tribunales estadounidenses. Al final, sin embargo, dejó recaudar el cheque a los contribuyentes de impuestos estadounidenses. El Presidente George W. Bush podría haberlo reembolsado al Tesoro utilizando los fondos iraníes congelados. No lo hizo.

Así estaban las cosas hasta que, en enero de este año, el Presidente Obama se jactó que gracias a la “fuerte diplomacia estadounidense” Estados Unidos e Irán “están ahora arreglando un reclamo de largo tiempo del gobierno iraní contra el gobierno de Estados Unidos y a Irán le serán regresados sus propios fondos, incluyendo el interés apropiado, pero mucho menos que el monto que buscaba Irán.”

Noten que el presidente descuidó mencionar los reclamos contra Irán. ¿Y no debe haber alguna controversia sobre la noción de “interés apropiado” — que es como los u$s400 millones “adeudados” a Irán subieron a los u$s1.7 mil millones que están siendo pagados?

Como el dinero en cuestión no fue prestado a Estados Unidos por el actual régimen de Irán, ¿por qué la presunción debe ser que Estados Unidos lo invirtió para el beneficio del actual régimen de Irán? Como parte de este acuerdo de prisioneros, Estados Unidos también liberó a siete iraníes acusados o condenados por crímenes y dio de baja a las solicitudes de extradición de otros 14. ¿Cuánto vale eso? ¿Por qué eso no cuenta como “interés”?

Seguramente, la justicia habría sido servida mejor si los fondos del Shah hubiesen sido distribuidos a las muchas víctimas de la República Islámica — los diplomáticos que fueron encarcelados ilegalmente, sin dudas, pero también las familias de los asesinados bajo órdenes de Irán, por ejemplo en Beirut en 1983, en las Torres Khobar en 1996 y, más recientemente, en Irak por parte de milicias chiíes armadas y dirigidas por Teherán.

También: Miles de iraníes inocentes fueron muertos por los líderes de la Revolución Islámica. Decenas de miles fueron obligados a huir del país, sus empresas, casas, tierras y cuentas bancarias robadas por el régimen. ¿Por qué han sido olvidadas estas víctimas?

Aquí está parte de la razón: el Presidente Carter, durante sus días finales en el cargo, negoció el Acuerdo de Argel, aceptando que, a cambio de la liberación de los rehenes, se concedería inmunidad a los nuevos gobernantes de Irán respecto a sanciones penales o civiles.

El Congreso no aprobó el Acuerdo de Argel, que no fue un tratado sino sólo como un acuerdo ejecutivo. El Presidente Reagan pudo haberlo revocado, señalando que su predecesor lo había negociado con un cuchillo en la garganta — o, más precisamente, con cuchillos en las gargantas de los rehenes. Pero Reagan no hizo eso.

En su lugar, en 1981, de conformidad con el Acuerdo de Argel, fue establecido en La Haya el Tribunal de Reclamos entre Irán y Estados Unidos. Este mecanismo de arbitraje internacional ha afianzado más la noción perversa de una equivalencia moral entre Estados Unidos y la República Islámica.

Ha llevado a Obama y al Secretario de Estado John Kerry a intentar satisfacer los “reclamos” de Irán contra Estados Unidos contra el telón de fondo del acuerdo de Irán, otro acuerdo ejecutivo. Barack Obama considera ese acuerdo vital para su legado. Por el contrario, el líder supremo de Irán, Ali Khamenei, ha dejado en claro que él está más que dispuesto a alejarse del acuerdo — y lo hará si no continúa fluyendo el río de concesiones estadounidenses.

Así que la historia de la semana pasada de rehenes a cambio de dinero resulta ser sólo un capítulo en una larga y triste saga. Debe dar surgimiento a controversias adicionales, comenzando por esta: ¿Por qué los negociadores de Irán son tan consistentemente más habilidosos que los de Estados Unidos?

Fuente: The Washington Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México