El Estado judío rescata cientos de manuscritos del escritor checo para exponerlos en la Biblioteca Nacional.

MIKEL AYESTARAN

El legado de Franz Kafka estará en unos meses a la vista de todos aquellos que se acerquen a la Biblioteca Nacional de Israel. El Tribunal Supremo israelí ratificó dos sentencias anteriores y pone punto y final a un proceso legal de ocho años entre el Estado hebreo y las herederas del legado del escritor judío, compuesto por cientos de manuscritos literarios y epistolares. «Se trata de un día de celebración para cualquier persona de la cultura, en Israel y en el extranjero», declaró David Blumberg, presidente de la junta de la Biblioteca Nacional, que adelantó que «la Biblioteca cumplirá lo que dicta la justicia y cuidará el legado cultural manteniéndolo dentro del país y haciéndolo accesible al público». Entre el material que se expondrá figuran dos cuentos inéditos.

La decisión del Supremo, sin embargo, dista mucho de la última voluntad del propio escritor que, justo antes de morir, pidió a su amigo y albacea, Max Brod, que quemara todos sus manuscritos. Kafka nació en Praga en 1883 y murió de tuberculosis en 1924, no sin antes enviar a Brod el siguiente mensaje: «Querido Max, mi último deseo: todo lo que dejo tras de mí. en forma de diarios, manuscritos, cartas. Todo debe ser quemado sin haberse leído». En vida apenas pudo publicar un puñado de cuentos, pero su amigo se encargó de dar a conocer su trabajo tras su muerte. En 1939, Brod huyó de los nazis rumbo a Palestina con todo el material en cajas donde figuraban los manuscritos de ‘El castillo’, ‘El proceso’ o ‘América’. Años más tarde decidió dividir el tesoro dejado por Kafka y llevó parte del material a Suiza. El resto se quedó en Tierra Santa.

Subastas al mejor postor

Los problemas comenzaron a la muerte de Brod, en 1968 en Tel Aviv. De nuevo, se volvió a incumplir el último deseo del difunto que pidió expresamente que el material fuera entregado a «la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Biblioteca Municipal de Tel Aviv u otra institución similar en Israel o en el exterior». Su secretaria personal Esther Hoffe y su hermana Ruth comenzaron a gestionar el legado como una colección privada y subastaron manuscritos al mejor postor, con lo que consiguieron millones de dólares. La venta más destacada fue la de ‘El proceso’, que alcanzó los 2 millones de dólares (1,8 millones de euros al cambio) en una subasta realizada en 1988. Parte de la colección acabó en el Archivo de Literatura Alemana, lengua en la que escribió sus trabajos Kafka.

A la muerte de Esther en 2007, los manuscritos pasaron a manos de sus dos hijas e Israel decidió poner en marcha el proceso legal para intentar que acabaran «en el lugar correcto, en un santuario literario y cultural para el que era el trabajo de su vida», recoge la sentencia. Las hermanas Eva Hoffe y Ruti Wisler mantienen que el estado interfiere de esta forma en su derecho a vender posesiones privadas e insisten en que Israel y los israelíes no tienen afinidad alguna con Kafka, que nunca vivió en Israel, y que el país no le ha dedicado en sus 68 años de historia ni siquiera una calle. Noventa y dos años después de su muerte nunca se cumplirá ya el deseo del autor checo, pero al menos sí el de su albacea y los manuscritos estarán expuestos al público en Israel.

Fuente:diariosur.es