OWEN JARUS

Cuando los investigadores mencionan el “antiguo Israel,” generalmente se refieren a tribus, reinos y dinastías del pueblo judío en el Levante (un área que abarca a Israel, los territorios palestinos, el Líbano, Jordania y Siria).

Los expertos se basan en tres fuentes para reconstruir la historia del antiguo Israel – excavaciones arqueológicas, la Biblia, textos hebreos y bíblicos. La Biblia Hebrea plantea dificultades para los investigadores, ya que algunos relatos son míticos.

La primera mención de la palabra “Israel” aparece en una estela (una inscripción tallada en piedra) erigida por el faraón egipcio Merneptah (1213-1203 AC). La inscripción menciona una campaña militar en el Levante en la que Mernepta alega que había “saqueado” a “Israel”, entre otros reinos y ciudades en el Levante.

La Biblia Hebrea afirma que los judíos huyeron de Egipto como refugiados que llegan (con un poco de ayuda divina) al Levante. Sin embargo, algunos especialistas consideran que no hubo un éxodo de Egipto, mientras que otros creen que parte de los judíos pudieron haber huido de Egipto en el segundo milenio AC.

James Hoffmeier, arqueólogo y profesor de Trinity International University, señala que la población del Levante vivió en Egipto en distintas épocas y que existió la antigua ciudad de Ramsés, mencionada en la Biblia Hebrea. Los arqueólogos han determinado que la ciudad floreció durante varios siglos del segundo milenio AC y fue abandonada hace cerca de 3,100 años.

El rey David

La Biblia Hebrea menciona a un hombre llamado David que se convirtió en rey de Israel después de matar a un gigante llamado Goliat en una batalla que condujo a la derrota del ejército filisteo. El rey David dirigió una serie de campañas militares que hicieron de Israel un poderoso reino con su centro en Jerusalem.

Tras la muerte del rey David, su hijo Salomón se hizo cargo del reino y construyó el Primer Templo en Jerusalem que contenía el Arca de la Alianza con las tablas de los Diez Mandamientos.

La mayor parte de lo que se sabe sobre el rey David proviene de la Biblia Hebrea, aunque fragmentos de una inscripción hallada en el sitio arqueológico de Tel Dan en 1993 mencionan una “casa de David”. La inscripción fragmentada se remonta a más de 2,800 años. Aunque existen diversas versiones sobre el significado de las palabras, muchos investigadores coinciden en que son una evidencia de la existencia del rey David.

Sin embargo, varios arqueólogos consideran que existen escasas evidencias sobre el supuestamente inmenso reino del rey David. Jerusalem, la capital del rey, estaba escasamente poblada hace unos 3,000 años, dice el profesor Israel Finkelstein de la Universidad de Tel Aviv.

“Más de un siglo de exploraciones arqueológicas en Jerusalem – la capital de la monarquía bíblica unida – no aportó evidencias de actividades de construcción significativas en el siglo 10,” indicó Finkelstein en un artículo publicado en 2010 en el libro “¿Un Dios, un culto? Una nación: Perspectivas arqueológicas y bíblicas” (De Gruyter, 2010). Finkelstein sugiere que el reino del rey David fue probablemente un Estado más modesto.

En los últimos años, un equipo de arqueólogos descubrió un sitio de 3,000 años de antiguedad llamado Jirbet Qeiyafa. En base al hallazgo de un palacio que puede haber pertenecido al rey David, los excavadores del sitio al oeste de Jerusalem afirman que el lugar fue controlado por el mismo rey .

Reinos de Israel y Judá

Tras la muerte del rey Salomón (alrededor de 930 AC), el reino se dividió Israel ubicado en el norte y Judá en el sur, en nombre de la tribu que dominaba esa zona. La Biblia Hebrea sugiere que la división fue ocasionada por el agravio por los impuestos sobre la mano de obra y el trabajo forzado para el Estado.

En el momento de la ruptura, un faraón egipcio llamado Shishak lanzó una campaña militar incursionando en Jerusalem.

Según fuentes egipcias, el faraón Sheshonq I conquistó varias localidades del Levante, aunque no queda claro si atacó Jerusalem. Varios investigadores estiman que Sisac y Sheshonq son los mismos faraones, aunque el relato de la expedición militar en la Biblia Hebrea puede no ser totalmente verídico.

Israel y Judá coexistieron durante cerca de dos siglos, con luchas de uno contra el otro. La última guerra destruyó el reino de Israel, dejando intacto a Judá. Antes de su destrucción, Israel también luchó contra un reino no judío llamado Moab. Una estela del siglo IX AC creada por un rey moabita que menciona el conflicto entre Israel y Moab se encuentra ahora en el Museo del Louvre en París.

Los asirios

El Imperio Asirio se desarrolló entre los siglos IX y VII AC, tras la conquista de un imperio que se extendía desde el actual Irak hasta las fronteras de Egipto. A medida que crecía, se relacionaba con Israel y Judá. El Obelisco Negro de Salmanasar III afirma que un rey israelí llamado Jehú fue obligado a pagar tributo al rey asirio Salmanasar III (859-824 AC). El obelisco se encuentra ahora en el Museo Británico.

La Biblia Hebrea indica que durante el gobierno del rey Peka de Israel (que gobernó alrededor de 735 AC) el rey asirio Tiglatpileser III (745-727 AC) lanzó una campaña militar en la que el reino de Israel perdió el control sobre varias ciudades. Peka fue asesinado y un nuevo rey llamado Oseas tomó el control de lo que quedaba de Israel.

El relato en la Biblia Hebrea sugiere que la campaña asiria contra Israel fue parte de una guerra más amplia entre Israel y Judá, en la que los asirios favorecían a Judá y el reino de Aram defendía a Israel.

Según los escritos, Oseas fue obligado a pagar tributo a Asiria. Él se rebeló, pero fue derrotado por las fuerzas asirias cerca del año 723 AC. El reino de Israel llegó a su fin, y su territorio restante se incorporó al Imperio Asirio. Muchos israelitas fueron deportados a Asiria. La Biblia Hebrea dice que Judá prevaleció a pesar de que se vio obligado a pagar tributo a Asiria.

En 705 AC, Senaquerib tomó el control de Asiria y, poco después, lanzó una campaña militar contra Judá, que culminó con el asedio a Jerusalem en el año 701 AC. Según la Biblia Hebrea, Taharqa, gobernante de Nubia y Egipto, marchó contra Senaquerib, poniendo fin al estado de sitio. La misma fuente dice que “esa misma noche el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. Al día siguiente, cuando los demás se levantaron, ¡ allí estaban tendidos todos los cadáveres!” (2 Reyes 19:35 e Isaías 37:36).

Los textos cuneiformes asirios indican que Senaquerib no conquistó Jerusalem pero atrapó a Ezequías, el rey de Judá, “como un pájaro enjaulado” y que el rey asirio capturó otras ciudades que Ezequías había gobernado. Los textos asirios afirman que Ezequías pagó un gran tributo a Senaquerib antes de que el rey asirio se retirara.

La caída de Judá y el exilio de Babilonia

Casi un siglo después del infructuoso asedio de Senaquerib sobre Jerusalem, un rey de Babilonia llamado Nabucodonosor II conquistó gran parte del antiguo imperio de Asiria y sitió a Jerusalem, conquistando la ciudad en el año 587 antes de Cristo, destruyendo el Primer Templo (junto con gran parte del resto de Jerusalem) y deportando a muchos de los habitantes de Judá a Babilonia.

No se conoce el paradero del Arca de la Alianza, que contenía las tablas con los Diez Mandamientos. Algunos escritores antiguos dicen que el arca fue devuelta a Babilonia, mientras que otros sugieren que fue ocultada. En los milenios tras la destrucción del Primer Templo una serie de historias giraron alrededor de la ubicación del arca perdida.

En los últimos años, una serie de tablillas cuneiformes fueron halladas en Irak que revelan detalles de la vida de los deportados judíos que vivían en un pueblo llamado Al-Yahūdu, el “pueblo de Judea.” Varias tablas fueron adquiridas por coleccionistas privados en el mercado de antigüedades, aumentando las preocupaciones de que parte de ellas posiblemente fueron robadas recientemente.

“Escribas babilónicos escribieron las tablas en nombre de las familias de Judá que vivían en los alrededores de Al-Yahūdu,” según un artículo de la profesora Kathleen Abraham de la Universidad de Lovaina en Bélgica para un catálogo de la exposición, “Luz y sombras: la historia de Irán y los judíos “(Beth Hatefutsoth, 2011).

“Las tablas demuestran que los exiliados y sus descendientes adoptaron el idioma local, la escritura y las tradiciones legales de Babilonia en un tiempo relativamente corto tras su llegada,” explicó Abraham.

Los babilonios fueron finalmente conquistados por el Imperio Persa, y Ciro el Grande permitió a los judíos volver a Jerusalem.

La dinastía Asmoneana

El Imperio Persa fue prácticamente destruido por Alejandro Magno, quien conquistó el territorio que se extendía desde Macedonia hasta Afganistán. Después de su muerte, su imperio se desintegró rápidamente en el año 323 AC. Seleuco Nicator, uno de sus generales, estableció el imperio seléucida que finalmente controló lo que era el antiguo reino de Israel.

En el segundo siglo AC, el imperio seléucida comenzó a debilitarse y una línea de gobernantes judíos descendientes de un sacerdote llamado Simón el Macabeo obtuvieron una autonomía parcial y con el tiempo lograron independizarse de los seléucidas. En el año 100 AC., los asmoneos lograron recuperar el control del territorio que una vez había sido controlado por Israel y Judá, así como otras tierras que no habían sido controladas por ambos reinos.

Sin embargo, el éxito de los asmoneos duró poco tiempo, ya que fueron superados por el poder romano en el Mediterráneo. El general romano Pompeyo se aprovechó de la guerra civil Asmoneana para lanzar una campaña militar en las tierras controladas por los asmoneos. Jerusalem cayó ante Pompeyo en el año 63 AC y desde ese momento los territorios de los asmoneos fueron controlados por el Imperio Romano.

Herodes el Grande

Los romanos dominaron los antiguos territorios controlados por los asmoneos, pero preferían no imponer su dominio directamente, permitiendo el control de una serie de líderes locales en los territorios como vasallos de Roma.

El más conocido de los reyes vasallos era Herodes el Grande (73-4 AC.), conocido por sus proyectos constructivos colosales, tales como la expansión del Segundo Templo en Jerusalem, que reemplazó el Primer Templo destruido por los babilonios en el año 587 AC y las fortalezas de Masada y Herodión entre otras construcciones.

Algunos expertos afirman que un grupo llamado los esenios estableció un refugio en Qumran durante el reinado de Herodes (o poco después). Los Rollos del Mar Muerto fueron hallados en las cuevas cercanas a Qumran en las décadas de 1940 y 1950.

Las rebeliones contra el Imperio Romano

En el año 66 DC, las tensiones entre los habitantes judíos de la región y los gobernantes romanos llegaron a un punto clave. La revuelta culminó en el año 70 DC con el asedio de Jerusalem y la destrucción del Segundo Templo. La resistencia continuó después de la caída de la ciudad hasta la batalla de Masada en 73 o 74 DC tras un prolongado asedio romano.

Los defensores de Masada eran parte de un grupo llamado los “zelotes”. El antiguo historiador judío Flavio Josefo (37-100 DC) también conocido como Josef Ben Matityahu escribió que los zelotes optaron por quitarse la vida antes que rendirse a los romanos. “Los maridos abrazaron tiernamente a sus esposas, y estrecharon contra su pecho a sus pequeños, mientras, con lágrimas en los ojos, les daban largos besos de despedida antes de suicidarse,” escribió Josefo.

Otras rebeliones se continuaron durante las décadas hasta que fueron finalmente reprimidas en el año 136 AD. Cassius Dio (155-235 DC), el antiguo historiador y senador romano afirmó que esta última rebelión condujo a la ruina de la población judía, ya que las fuerzas romanas mataron a cerca de 580,000 hombres.

“Quinientos ochenta mil hombres murieron en los diversos ataques y batallas, y el número de los que perecieron por el hambre, la enfermedad y el fuego es indescriptible … casi toda Judea ha sido desolada”, escribió Dio. (Traducción de Earnest Cary, tomo VIII de “Loeb Classical Library”, publicado en 1925). Los arqueólogos siguen encontrando tesoros enterrados de la época de la rebelión.

En los milenios posteriores, la diáspora judía se extendió por todo el mundo. No fue hasta el establecimiento del Estado de Israel en 1948 que los judíos recobraron su patria.

Fuente: Live Science

Traducción: Esti Peled

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