El descenso vertiginoso de los precios del crudo significó para estos Estados una disminución sustancial de sus tasas de crecimiento.

ESTHER SHABOT

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Que aviones rusos hayan despegado de una base iraní para bombardear Siria ha sido causa de alarma para muchos, entre ellos, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) integrado por Arabia Saudita, Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Estas ricas naciones petroleras, sunitas por excelencia, están viendo hacerse realidad una de sus más atemorizantes pesadillas: la de la creciente colaboración y alianza estratégica entre su archienemigo Irán y la Rusia de Putin, los cuales, de una manera cada vez más abierta, actúan para imponer su hegemonía en la región.

Esta ominosa situación se suma a un panorama económico no menos preocupante. Porque siendo los miembros del CCG de los países más ricos del mundo debido a sus gigantescas reservas de petróleo y gas, el descenso vertiginoso de los precios del crudo registrado a partir de 2014 ha significado para ellos una disminución sustancial de sus tasas de crecimiento, junto a un aumento de sus respectivas deudas, además de crecientes déficits presupuestales.

En los primeros años posteriores a la Primavera Árabe, cuando aún los precios del petróleo estaban en su apogeo, los gobiernos de los seis países del golfo, temerosos del contagio de las rebeliones populares contra sus liderazgos, aumentaron su gasto público para neutralizar así los posibles estímulos a la protesta social. Así, en 2011-2012 Arabia Saudita destinó más de 100 mil millones de dólares a nuevos programas de bienestar social; Qatar, por su parte, subió los salarios de sus trabajadores en el sector público en 60% y para los miembros de la policía y el ejército en 120%. De esa forma esos gobiernos enfrentaron la vulnerabilidad que sentían en función de lo que ocurría en el seno de otras naciones árabes hermanas.

Pero llegaron los años de las vacas flacas con el derrumbe de los precios del crudo, que provocó que la inyección de recursos a rubros como subsidios diversos, ayudas familiares, compensaciones por inflación y expansión artificial del sector público se haya vuelto cada vez más difícil. En síntesis, la población total de estos seis países calculada en 51 millones, de los cuales 20 millones son trabajadores extranjeros, está viéndose en la insólita situación de enfrentar un panorama en el que tendrá que renunciar al nivel de vida al que estaba acostumbrada. Entre 2012 y 2015, los ingresos del CCG por venta de petróleo cayeron en 50% a pesar del alza en la producción en cerca de 5%. Y el panorama para 2016 es aún más preocupante: se calcula una caída adicional de 16% en tales ingresos para 2016. Esto, en contextos de economías altamente dependientes de las importaciones de materias primas, productos manufacturados y fuerza de trabajo implica un desafío monumental.

Esta realidad ha obligado a los gobiernos de los países del CCG a plantearse la necesidad de reformar su estructura económica tan altamente dependiente del petróleo y tan carente de otro tipo de exportaciones. Ello significa, sobre todo, diversificar sus economías, además de introducir impuestos corporativos y al valor agregado. Saben que la perspectiva de subidas dramáticas de los precios del crudo en el corto y mediano plazo es irreal y por tanto enfrentan la necesidad de disminuir el gasto social en salud, educación y subsidios varios.

Ello implicará el riesgo de detonar protestas populares, pero confían en que sus ciudadanos, temerosos de caer en el caos que reina en los países árabes vecinos protagonistas de la Primavera Árabe, privilegiarán la estabilidad y estarán dispuestos a apretarse el cinturón y mantenerse fieles a los regímenes imperantes con tal de no verse arrastrados a un destino similar. Habrá que ver si ello es posible.

Fuente: Excelsior – Esther Shabot