SHULAMIT BEIGEL, EN EXCLUSIVA DESDE LONDRES

 

Como todo mundo, o casi todo el mundo, he estado pendiente, no de las competencias, pero sí de los resultados de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, que menos mal ya terminaron. A las mujeres como yo, que la naturaleza lamentablemente no nos ha favorecido con ningún talento para la práctica de algún deporte, y que el sobrepeso no nos ha ayudado, sino más bien ha colaborado con el sedentarismo extremo, ver deportes por la tele es algo que nos alimenta y llena. Tanto así, que hasta me acuesto agotada por  los golpes recibidos y el cansancio por competir en tantos deportes. En esas exageradas horas que he pasado frente a la caja mágica, me ha estado acompañando un vecino inglés llamado Peter Stern, cuyo aparato se le quemó unos días antes de los juegos.

Como casi todos los ingleses de edad avanzada, mi vecino votó por la salida de Inglaterra del Mercado Común Europeo y no tiene pena de decir que lo hizo porque no le gustan los extranjeros. En pocas palabras, tal y como lo veo yo, es racista. Y lo comprobé con las medallas de oro ganadas por  Mo Farah, dueño absoluto de los 10,000 metros en Río 2016. Mo Farah, a pesar de su caída  en la décima vuelta, se coronó campeón olímpico de la distancia.  Mis urgencias  me habían obligado a ir en ese mismo momento al baño. Cuando regresé ya Mo Farah  había logrado coronarse campeón. Pregunté a mi vecino Peter que qué pasó, y me respondió: “el negro árabe ese ganó la medalla.  ¡Coño, (shit, en el original),  todos estos negros  árabes  están recibiendo tantas medallas!”.

Para Peter Stern, el somalí Mo Farah,  (no importa que esté nacionalizado como británico),   Paul Tanui  de Kenya,  Tamirat Tola de Etiopía, y otros hombres de color africanos, todos son árabes.

Racista y envidioso mi vecino Peter Stern.

IMG_4720

Un compromiso con la justicia y la libertad.

Grandes ovaciones, y con  el público puesto en pie, terminó el concierto que Daniel Barenboim y su Orquesta West-Eastern Diván ofrecieron hace cosa de una semana en Sevilla, terminando así la gira  que comenzara a finales del pasado mes de julio, en Buenos Aires, en el teatro Colón, y que continuó en Lucerna, Salzburgo y los Proms en Londres, a los que no pude ir a pesar de que mi sobrino Gabriel Beigel tocaba ahí, pues las entradas se agotaron.

Para quien no la conoce, la Orquesta del Diván de Oriente y Occidente, es un proyecto ideado por el músico Daniel Barenboim y el filósofo Edward Said en 1999. El nombre está inspirado en un libro de poemas de Goethe, y la idea fue  reunir, con espíritu de concordia, a jóvenes talentos musicales palestinos e israelíes, y convertirse en un foro para el diálogo y la reflexión sobre el conflicto israelí-palestino. En el 2002 la orquesta se estableció  en Sevilla y desde ese año también participan en la orquesta jóvenes músicos españoles.

Un hermoso proyecto éste, que nació con el propósito de combinar lo que es el estudio y el desarrollo musical, y  compartir ese conocimiento y la comprensión entre sociedades que han sido tradicionalmente rivales. Es decir, convivir y dialogar.

Daniel Barenboim no es solamente un músico de primera, sino que además es un hombre con una concepción política humanista, y demás está decir que por eso  tiene  críticas a la política israelí de los  asentamientos y, en general, a la política palestina del gobierno  israelí. Y fue con esta actitud y pensamiento  que se creó la orquesta, para construir  un puente que pueda conectar y acercar, con  una actitud humanista, a estas dos comunidades,  árabes y judíos, separados hoy y desde hace ya tanto tiempo por el odio y un fanatismo de ambos lados.

Yo de música no sé mucho, pero siento una gran admiración por Daniel Barenboim, tanto como como pianista como director de orquesta. He escuchado muchos de sus discos y siempre me ha parecido uno de los más grandes músicos contemporáneos.

Pero mi admiración por él no es sólo como gran músico, sino que básicamente lo admiro como un hombre que se ha comprometido con la justicia y la libertad. Su orquesta  implica un esfuerzo que conlleva al diálogo, entendimiento y aceptación entre israelíes y palestinos.

Tal vez estos jóvenes también comprendan, tocando juntos, que debemos luchar contra los fanatismos y los extremismos y por la defensa de la democracia en general y en particular en Israel y el Medio Oriente. La divulgación del arte y  la cultura como patrimonio de la humanidad no debe admitir fronteras.

Es verdad, vivimos en una época tan difícil, aunque todas lo han sido, y a veces, muchas veces, caemos en el pesimismo, prefiriendo y optando por  no ver la realidad. Esta orquesta de jóvenes árabes palestinos e israelíes judíos,  implica una esperanza por un mundo mejor. Felicitaciones para Daniel Barenboim. Tal vez el arte, la música en particular, logre lo que la política no ha conseguido.

Castro no es Castro. Fidel  cumple 90 años

Se podrán decir muchas cosas en contra de Fidel Castro, pero el líder cubano ha estado más de seis décadas en primera línea de la actualidad política.

Hasta sus críticos reconocen que Fidel Castro Ruz, el hombre que lideró la Revolución Cubana y que este último sábado cumplió 90 años, ha sido muy popular en el mundo y sobre todo un gran orador.

Más allá de  las críticas  que se le puedan tener, Fidel lleva años como presencia en la política mundial, aun  después que dejara el poder en 2006.

Sus discursos durante años fueron escuchados y seguidos por toda una generación de gente de izquierda en el mundo, y sobre todo en Latinoamérica y en México, donde se exilió antes de zarpar en 1956 en el yate Granma junto con un grupo de ochenta personas para iniciar la lucha guerrillera en Cuba y tratar de derrotar al dictador  Fulgencio Batista. Y ahora que ha cumplido 90 años, uno se pregunta ¿será verdad que la historia lo absolverá? tal y como él lo dijo en una de sus frases más recordadas: “Condenádme, no importa, la historia me absolverá. Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”. Llegó, entró y triunfó, ¿o no?

En Israel, sin embargo, dudo que la gente joven sepa mucho acerca de Fidel. En una ocasión le mandé la foto de la tienda Castro a una amiga venezolana, quien me escribió: “No sabía que Fidel fuera tan famoso también en Israel”.

“No -le respondí-  “Castro,  para los israelíes, es simplemente una tienda de ropa”.  Si, definitivamente todo es relativo. Así son las cosas.