RICARDO RUIZ DE LA SERNA

El día 4 de septiembre de este año se celebró el Día Europeo de la Cultura Judía. En más de treinta países, en esta semana, conferencias, conciertos, exposiciones y otros eventos mostrarán y recordarán el tesoro de la cultura judía. Sin ella, la propia Europa sería irreconocible. Las raíces bíblicas de la civilización occidental han forjado la identidad de nuestro continente, en el que los judíos se establecieron hace más de dos mil años.

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Desde Polonia hasta España, el judaísmo enriqueció las culturas de los países cuyas comunidades florecieron. Una de las mayores injusticias y tragedias de nuestra historia fue la expulsión de los judíos en 1492. La fabulosa cultura judía de Sefarad queda como testimonio de aquello que se perdió y que aún hoy sigue maravillando a quien la contempla. El tema de este año del Día europeo de la Cultura Judía son las lenguas judías. Allí brillará con luz propia el judeoespañol y sus dialectos; entre ellos, mi querida haquetía.

Este día nos brinda la ocasión de reflexionar, de nuevo, sobre la situación y los peligros que se ciernen sobre esta Europa que los judíos contribuyeron a construir y que, a lo largo de los siglos, los expulsó, los marginó, los encerró en guetos, los estigmatizó y, finalmente, los mató en fosas comunes, en guetos, en cámaras de gas.

En 1933, desde París, el gran escritor Joseph Roth levantó el acta de defunción de la Europa moderna e ilustrada en la que casi nadie podía imaginar el horror que se avecinaba: “Pocos testigos en todo el mundo parecen darse cuenta de lo que significa la quema de libros, la expulsión de los autores judíos y todos los demás desvaríos llevados a cabo por el Tercer Reich para aniquilar el espíritu […]

Nosotros, los escritores alemanes de origen judío, en estos días en los que el humo de nuestros libros quemados sube hasta el cielo, hemos de reconocer sobre todo que hemos sido vencidos. Nosotros, que hemos constituido la primera oleada de soldados, que hemos luchado bajo el estandarte del espíritu europeo, hemos de cumplir con el más noble deber de los guerreros vencidos con honor: reconozcamos nuestro fracaso”.

Pocos años más tarde, en 1938, después del pogrom de Przytyk, Mordejai Gebirtig, uno de los mayores poetas en yiddish, escribió unos versos que anticipaban con aterradora clarividencia la destrucción de los judíos de Europa: “¡Arde, hermanos, arde! / ¡Oh! ¡Nuestra pobre aldea, hermanos, arde! / Vientos diabólicos llenos de cólera/ ira, devastación y ruinas/ ahora que las llamas crecen más violentas/ todo arde a nuestro alrededor”.

Cuando voy a Cracovia, suelo pasear por los alrededores de la que fue su casa en Cracovia, en la calle Berka Joselewicza nº 5 del barrio de Kazimierz. Gebirtig, que había escrito la Marcha de los Parados y había visto cómo crecía el antisemitismo por toda Europa, vaticinó el espantoso final que aguardaba a los judíos del continente.
Los nazis lo mataron junto a su esposa en 1942 cuando lo conducían al campo de exterminio de Bełżec.

Los nazis fueron derrotados, pero el exterminio de los judíos de la Europa ocupada hirió de muerte a sus comunidades. Algunas de ellas, como era el caso de Polonia, tenían diez siglos de existencia. En algunos países que quedaron en la órbita soviética, las políticas antisemitas terminaron forzando la emigración de los judíos. Así sucedió, por ejemplo, con las de Moczar y Gomulka en Polonia o con el estalinismo en la URSS. Muchos de ellos se establecieron en Israel.

Espectáculo de Rosa Zaragoza
Espectáculo de Rosa Zaragoza

Cuando se habla de los judíos de Europa, es inevitable preocuparse por lo que sucede hoy en nuestro continente. El antisemitismo no solo no ha desaparecido, sino que algunas de sus manifestaciones gozan, por desgracia, de un prestigio propio de otro tiempo más siniestro y oscuro.

El viejo antisemitismo tradicional sigue vivo entre nosotros. Aunque en España, por fortuna, la extrema derecha sigue siendo aún marginal en términos de representación política, es muy preocupante el auge que movimientos nazis y neonazis tienen en otros países que algunos toman como referencia en España. La experiencia de Amanecer Dorado en Grecia solo puede preocupar a quienes creemos en los valores que han inspirado a Europa.

Por otra parte, vemos con cada vez mayor frecuencia manifestaciones de lo que Pierre-André Taguieff y otros han llamado “la nueva judeofobia”, es decir, el nuevo rechazo a los judíos, que pretende presentarse como “antisionismo” cuando, en realidad, solo es un pretexto para encubrir el antisemitismo que se proyecta ahora contra Israel, el Estado judío democrático.

Festival de Cultura Judía en Cracovia, Polonia
Festival de Cultura Judía en Cracovia, Polonia

Por supuesto, no toda crítica a Israel es antisemita. Debe de haber pocos pueblos en el planeta más críticos consigo mismos que los israelíes. Natan Sharanski señala, no obstante, tres elementos que suelen delatar el discurso antisemita oculto como “antiisraelismo” o “antisionismo”: la deslegitimación, la demonización y el doble rasero. Este nuevo antisemitismo en frecuente en el discurso de la izquierda europea.

En España, y en otros países, no se trata solo de declaraciones y discursos -y estas cosas son importantísimas- sino que pasan directamente al plano de las acciones. Los boicots contra empresas y ciudadanos judíos israelíes -y, en algunos casos, de otras nacionalidades- han retomado la siniestra práctica nazi. Cuando uno ve las campañas del autodenominado BDS, es inevitable evocar el boicot del 1 de abril de 1933 contra los judíos. Por supuesto, pretenden ser acciones contra Israel, pero su fondo antisemita es evidente.

Por fin, el antisemitismo en Europa ha recibido un nuevo impulso con la retórica islamista y yihadista que presenta a los judíos y a Israel como enemigos del islam y de los musulmanes.

Estos fanáticos no odian a Occidente a causa de Israel, sino que odian a Israel porque se inspira en los valores y principios de Occidente.

La propaganda antisemita que se difunde a través de redes sociales y foros radicales llega a los jóvenes musulmanes de Europa.

Por supuesto que no todos los musulmanes son así, pero el antisemitismo en nuestro continente bebe hoy de la propaganda islamista y yihadista que enseña el odio a Occidente e invita a la islamización de nuestras sociedades.

Los atentados contra las comunidades judías son una prueba terrible de la eficacia del discurso de odio que hoy se difunde entre los jóvenes musulmanes que viven en Europa.

La irresponsabilidad y el fracaso de las políticas migratorias en la Unión Europea han terminado creando un caldo de cultivo peligrosísimo en algunos lugares.

En Toledo, jornada sobre las lenguas del judaísmo y gastronomía típica.
En Toledo, jornada sobre las lenguas del judaísmo y gastronomía típica.

La llamada crisis de los refugiados -entre los cuales habían, también, inmigración irregular por motivos económicos- ha hecho que se establezcan en Europa miles de personas provenientes de países donde el antisemitismo es frecuente en la cultura de masas.

Esto plantea un desafío formidable para los gobiernos europeos y para las propias autoridades de la Unión. Desde la Segunda Guerra Mundial, en toda Europa Occidental y, en cierta medida, también en la Central y la Oriental, los respectivos sistemas educativos han ido tratando de neutralizar los prejuicios antisemitas desde las primeras etapas del aprendizaje.

Ahora, el antisemitismo de inspiración islamista y yihadista desafía no solo a la educación infantil, sino a una población adulta que no ha pasado por esos sistemas educativos. La complejidad de este problema excede el espacio de una columna.

Baste señalar que no será suficiente con las medidas educativas que hasta ahora se han venido implantando en los niveles de educación obligatoria -contenidos, técnicas, dinámicas de relación- sino que habrá que desplegar esfuerzos mucho mayores para la integración de los adultos.

Muchos de ellos han crecido escuchando mensajes de odio contra los judíos.

En estos días en que celebramos el legado maravilloso de la cultura judía no podemos cerrar los ojos no podemos volver la vista atrás ni permitirnos el olvido.

El pueblo judío es el pueblo de la memoria, que nos orienta y nos proyecta hacia el futuro. Las sociedades pueden retroceder. Pueden involucionar. Nada está garantizado.

La tragedia de los judíos europeos nos recuerda los peligros que se ciernen cuando uno cede ante la irracionalidad, el fanatismo y la violencia.

Debemos aprender de nuestro pasado.

Fuente: El Imparcial – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico