THE NEW YORK TIMES

Israel y Arabia Saudita no sostienen relaciones diplomáticas formales. Los sauditas ni siquiera reconocen a Israel como un Estado. Aun así, hay evidencia de que los vínculos entre Arabia Saudita –así como entre otros Estados árabes sunitas e Israel– no solo mejoran sino que, después de desarrollarse en secreto durante muchos años, podrían evolucionar hacia una alianza más explícita como resultado de su falta de confianza en Irán.

Que haya mejores relaciones entre estos vecinos podría dar un rumbo más positivo al caótico Medio Oriente. También podría dejar a los palestinos en la sombra, una posibilidad preocupante.

Un ejemplo específico se dio en julio, con la visita a Jerusalén de una delegación saudita encabezada por un importante general retirado, Anwar Eshki, que incluyó charlas con Dore Gold, un funcionario de alto rango del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. El encuentro fue notable porque se reconoció públicamente. Según algunas fuentes, en 2014 el general Eshki y Gold comenzaron a tener conversaciones en secreto; el contacto se hizo público el año pasado cuando aparecieron juntos en un evento en Washington.

Israel y los Estados árabes sunitas pelearon por última vez en una guerra en 1973. Ahora, después de décadas de hostilidad, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, está buscando acercamientos con los antiguos enemigos de su país. Mientras tanto, desde que llegó al poder hace 18 meses, el rey Salam de Arabia Saudita y el príncipe heredero sustituto Mohammed bin Salman han mostrado una sorprendente disposición a tomar riesgos en política exterior.

Los israelíes y los sauditas tienen motivos para trabajar juntos. Comparten su antipatía por Irán, de mayoría chiita. A ambos países les preocupa la inestabilidad en la región. Ambos están molestos con Estados Unidos por el acuerdo nuclear con Irán y otros temas, incluyendo los relacionados con Siria. Durante algún tiempo, funcionarios israelíes y sauditas han cooperado de manera encubierta en asuntos de seguridad e inteligencia.

Debido a que existe un movimiento internacional que busca aislar a Israel por su trato a los palestinos, Netanyahu está decidido a aumentar la cantidad de países que reconozcan a su Estado y a capitalizar el potencial económico del comercio entre este y los Estados árabes. También quiere fortalecer las relaciones con Turquía y ha buscado estrechar lazos con África.

En ocasiones es difícil decir si la familia real saudita está mandando un mensaje y a través de quién lo hace. Algunos analistas no consideran al general Eshki como un interlocutor serio. Sin embargo, su visita a Jerusalén, que incluyó una reunión con algunos miembros del parlamento, sugirió una nueva apertura saudita para probar cómo reaccionaría la sociedad de ambos países a un contacto abierto. De manera significativa, Arabia Saudita también ha comenzado una campaña mediática en el reino para preparar a sus ciudadanos para una posible mejoría en las relaciones con Israel.

En años recientes, israelíes y sauditas se han encontrado a menudo en foros académicos y políticos. Además, Israel ha establecido canales oficiales separados para la comunicación con Arabia Saudita y con los Emiratos Árabes Unidos. Estos canales se consideran “reales y significativos”, según Daniel Levy, presidente del Proyecto Estados Unidos/Medio Oriente.

Egipto también ha estado buscando un vínculo mejor con Israel. Una semana antes de la llegada de la delegación saudita, Sameh Shoukry se convirtió en el primer ministro de Relaciones Exteriores de Egipto en visitar Israel en nueve años. Aunque los dos países firmaron un tratado de paz en 1979, la relación nunca llegó a la altura de lo que parecía prometer. No obstante, los lazos han mejorado desde que Abdulfatah el Sisi se convirtió en el presidente de Egipto en 2014, lo que permitió una mayor cooperación en cuanto a seguridad en contra de Hamas en Gaza con combates contra terroristas por parte de tropas egipcias en el Sinaí.

¿Y Palestina? Ambas visitas, tanto la saudita como la egipcia, estuvieron ostensiblemente destinadas a promover la paz entre Israel y los palestinos, que han confiado en que los Estados árabes sunitas promuevan sus intereses. Por ejemplo, el general Eshki habló de revivir la Iniciativa Árabe de Paz de 2002, que prometía que Israel normalizaría sus relaciones con los países de la Liga Árabe como parte de un acuerdo para terminar el conflicto palestino.

Desafortunadamente, ni los israelíes ni los palestinos muestran interés en conversaciones de paz serias. Además, hay razones para dudar que los palestinos les importen realmente a los países árabes. De hecho, Netanyahu ha dejado clara que su preferencia es mejorar relaciones con los Estados árabes primero, pues argumenta que entonces Israel estaría en una posición más sólida para llegar a la paz con los palestinos.

Por supuesto, mejores relaciones entre Israel y sus vecinos árabes no son la antesala de un acuerdo de paz con los palestinos. El peligro es que estos países encuentren más valor en restablecer los lazos entre sí y paren ahí, con lo que permitirían que los agravios a los palestinos, una fuente de tensión en la región durante décadas, sigan empeorando.

Fuente:nytimes.com