En su publicación del pasado 2 de septiembre, la revista Foreign Affairs realiza un análisis del verdadero motivo detrás de la visita oficial del canciller iraní a la región, y la reacción de Washington ante la creciente presencia de extremistas.

EDITORIAL INFOBAE

Luego del acuerdo nuclear alcanzado con las potencias occidentales en julio de 2015, y el posterior levantamiento de las sanciones económicas en su contra, el régimen de Irán empezó a mover las primeras fichas en este nuevo panorama internacional.

La última semana, el canciller Mohammad Javad Zarif realizó una gira por América Latina, que incluyó seis países. “Hay muchos campos de cooperación económica entre Irán y los seis países, pero las capacidades aún no se han utilizado en su totalidad”, explicó el vicecanciller Majid Takht-Ravanchi, en la previa del viaje del diplomático.

Aunque Teherán justifique la gira oficial de su ministro de Relaciones Exteriores al intento de conseguir nuevos inversores, tras el levantamiento de las sanciones económicas, “la elección de los puntos de parada de Zarif sugiere que el viaje es mucho más acerca de la geopolítica que del comercio”, señala una reciente publicación de Foreign Affairs.

“Irán y la nueva Doctrina Monroe” es el título que eligió Ilan Berman para su artículo, en el que remarca la intención de la república islámica de fortalecer el eje “antiestadounidense”, y critica la “escasa atención” de Washington “a la presencia de Irán en el hemisferio sur”.

“Existe una amplia evidencia en sentido contrario en la forma de cooperación estratégica de Irán con los regímenes antiestadounidenses de la región”, señala el vicepresidente del Consejo de Política Exterior de los Estados Unidos.

Y una muestra de ello fue el cronograma de países que eligió el régimen iraní para su gira por América Latina: Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Chile. Los cinco primeros, acérrimos opositores a las políticas estadounidenses, e incluso miembros de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), el bloque “anti-Estados Unidos” que impulsó el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez en la última década.

Incluso Teherán ha sido una nación observadora del bloque regional durante años. “Y ha ayudado activamente a la agenda estratégica antioccidental”, agrega Berman.

Chile, en cambio, es la excepción a esa lista de países que mantienen una encendida relación con la Casa Blanca.

El otro argumento que el especialista en seguridad internacional sugiere respecto a las intenciones de Irán en la región, es la “desesperada situación económica” que están atravesando la mayoría de los países visitados por Zarif.

“Estos países, por lo tanto, casi no parecen ser adecuados para ser socios duraderos para la economía de Irán, que es en sí misma lucha después de años de sanciones multilaterales”, argumenta Berman.

En un breve repaso por las últimas intervenciones de Teherán en la política latinoamericana, el autor también hace referencia a la inauguración de una escuela de defensa regional del ALBA en Santa Cruz, en Bolivia, que coincidió con la visita del canciller iraní.

“Se pretende que sea un proyecto ‘antiimperialista’, diseñado para combatir la influencia de los Estados Unidos en la región”.

Irán es apuntado como uno de los principales impulsores de este proyecto, incluso con apoyo económico.

“Irán ha creado con éxito una red de bases de inteligencia y centros encubiertos en no menos de ocho países latinoamericanos: Brasil, Chile, Colombia, Guyana, Paraguay, Surinam, Trinidad y Tobago y Uruguay”, apunta Berman, citando al fallecido fiscal argentino Alberto Nisman, quien denunció a principios de 2015 -antes de su muerte- a la ex presidente Cristina Elisabet Kirchner y otros funcionarios del Gobierno por el presunto encubrimiento del atentado a la mutual judía de la AMIA en Buenos Aires, perpetrado en 1994. Altos funcionarios iraníes fueron acusados de orquestar el ataque en la capital argentina, en coordinación con terroristas del grupo extremista libanés Hezbolá.

Pero esa red que mencionó Berman, permitió a Irán “iniciar o apoyar al menos tres planes contra los Estados Unidos durante la última década”, según el especialista.

El primero de ellos en 2007, cuando Abdul Kadir, oriundo de Guyana, intentó estallar los tanques de combustible en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York. Si el ataque tenía éxito, “habría causado graves daños para el aeropuerto y la economía de Nueva York, así como la pérdida de numerosas vidas”, fue el informe del FBI.

Cuatro años más tarde, en 2011, el régimen fue acusado de haber orquestado el intento de asesinado del embajador de Arabia Saudita en los Estados Unidos, en un restaurante de Washington. La Justicia estadounidense denunció que el ataque fue dirigido y coordinado por altos rangos de las Fuerzas Quds –de la Guardia Revolucionaria iraní-, y para ello recurrieron a miembros del cártel narcotraficante de Los Zetas en México para llevar a cabo el asesinato.

Ese mismo año, diplomáticos venezolanos e iraníes fueron acusados de haber planeado ciberataques para penetrar los departamentos de defensa e inteligencia de los Estados Unidos. Además de sus instalaciones nucleares.

Esta activa intervención e influencia de Irán en América Latina, sumado a recientes detenciones de miembros de Hezbolá en países como Perú, llevaron a las autoridades militares estadounidenses a hacer foco en las últimas semanas en el acelerado ritmo de infiltración de extremistas provenientes de Medio Oriente.

En tanto, “los temores acerca de Irán en la región no se han reflejado en la política oficial de los Estados Unidos”, Berman sostiene que a raíz del acuerdo nuclear, la estrategia de Teherán en América Latina “entró en una nueva fase”.

“La última visita de Zarif envía una señal de que Irán aún está tratando de apuntalar un eje antiestadounidense”, concluyó.

Fuente:infobae.com