ESTHER SHABOT

El mandatario está en serio riesgo de no ser reelecto en las elecciones que se celebrarán en mayo próximo.

La política interna de Irán no es fácil de descifrar, pero parece ser que el presidente Hassan Rohani está en serio riesgo de no ser reelecto en los comicios que se celebrarán en mayo próximo para un segundo mandato presidencial, debido a que la oposición a él ha crecido desde ambos flancos del espectro político y social del país. Al parecer, el logro de haber pactado con el G5+1 el acuerdo de suspensión del proyecto nuclear hace poco más de un año, no es suficiente para darle una ventaja significativa frente a otros competidores por el puesto. Es más, puede afirmarse que las infladas expectativas que tenía una buena parte del público de que dicho acuerdo iba a redundar en mejorías inmediatas en las condiciones de vida cotidianas de las mayorías, son hoy, al no haberse podido concretar tan rápidamente, un motivo de frustración y enojo que se vuelca sobre la figura de Rohani.

Lo anterior se suma a que al haber heredado de Ahmadinejad un estado de cosas en el que de manera irresponsable se repartían amplios subsidios para vivienda, gasolina y servicios varios, el actual presidente se vio en la necesidad de acabar con tales prácticas que estaban llevando a la economía nacional al desastre, sobre todo, bajo la consideración de que los precios del petróleo se han derrumbado estrepitosamente en los últimos tiempos. Y obviamente estos recortes han desencadenado una fuerte irritación en el ámbito de los estratos sociales medios y bajos que son quienes se beneficiaban de tales subsidios.

Por otra parte, en el amplio sector del público reformista que tradicionalmente apoyó a Rohani, también hay actualmente muchos desertores decepcionados por las promesas incumplidas del Presidente y por la lentitud de los cambios en cuanto a mayores libertades culturales y de expresión. Y es que efectivamente, en su campaña de 2013 Rohani prometió la liberación de los líderes opositores Hussein Mousavi y Mehdi Karroubi, encarcelados durante la gestión de Ahmadinejad. La respuesta del Presidente ante los reclamos por la permanencia de ambos personajes en prisión es que está intentando liberarlos, pero que carece del consenso suficiente para lograrlo. Lo cual indica por supuesto, que las fuerzas conservadoras de los ayatolas han sido en este caso irremontables para él.

En cuanto a las libertades cultuales y de expresión exigidas por los amplios segmentos que las demandan, los cambios no han sido suficientes. Es cierto que en ese tema la situación ha mejorado, pero aun así, sigue habiendo medios de comunicación clausurados o con severas limitaciones. Y otra cosa que indigna sobre todo a la juventud, es la cantidad de conciertos cancelados por la policía o el poder judicial a pesar de haber contado con permisos para su realización en un primer momento. Las justificaciones para las cancelaciones varían, pero por lo general se aducen motivos religiosos o moralistas que provienen de las fuerzas conservadoras del país.

Es probable entonces que si en los casi nueve meses que restan para las próximas elecciones no resulta palpable para los sectores hoy descontentos que el reformismo de Rohani les ha traído mejorías significativas en sus condiciones de vida y en su capacidad de ejercer sus libertades, las corrientes conservadoras respaldadas por los ayatolas radicales puedan recuperar el mando nacional e imponer de nueva cuenta la línea dura tanto en el ámbito interno del país, como en su relación con la comunidad internacional. Y ello sería, sin duda, una mala noticia para los iraníes y para el mundo.

Fuente:excelsior.com.mx