El acuerdo exige que el régimen deje de bombardear a la oposición y que los rebeldes se separen de Al Qaeda

El acuerdo de alto el fuego que debe comenzar en toda Siria al atardecer del Eid al Adha, la señalada fiesta islámica del sacrificio que se celebra el lunes próximo, puede marcar un punto de inflexión en los esfuerzos diplomáticos para poner fin a cinco años y medio de una guerra con implicaciones internacionales, que han generado uno de los mayores éxodos de refugiados desde el fin de la II Guerra Mundial. Si el régimen de Bachar el Asad y las milicias rebeldes logran acatarlo una semana y lo siguen observando, Estados Unidos y Rusia, artífices de la tregua, lanzarán por primera vez ataques conjuntos contra los yihadistas el Estado Islámico (ISIS) y las filiales de Al Qaeda que se han hecho fuertes durante el sangriento conflicto civil en el país árabe, y desde donde han golpeado con el terror al resto del mundo.

El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el sábado en Ginebra.

Después de una larga espera atribuida a la desconfianza hacia el Kremlin en el seno de la Administración del presidente Barack Obama, los jefes de las diplomacias norteamericana y rusa han suscrito en la madrugada del sábado en Ginebra cinco documentos de entendimiento que recogen los detalles del cese de hostilidades y la cooperación militar, cuyo contenido no se ha hecho público. En esencia, estos son los principales puntos del acuerdo del Eid al Adha —“que no se basa en la confianza, sino en la verificación de su cumplimiento”, advirtió John Kerry— según ha trascendido de las palabras del propio secretario de Estado y del ministro de Exteriores Serguéi Lavrov.

Rusia deberá presionar al régimen de Bachar el Asad para que deje de bombardear las posiciones de los rebeldes, incluso aquellas en las que estos combaten junto con el Frente de la Conquista, que hasta el pasado julio se denominaba Frente al Nusra y se declaraba vasallo de Al Qaeda. Para Kerry, la piedra angular del acuerdo será el cese de las operaciones de combate indiscriminadas de la aviación siria con el pretexto de atacar a los yihadistas.
Estados Unidos, por su parte, se compromete a obligar a las fuerzas de la oposición a separarse de los yihadistas, en especial en el frente de Alepo, donde la presencia del Frente de la Conquista ha sido determinante para la batalla de los insurgentes frente a las tropas gubernamentales.

Si la tregua se mantiene durante siete días, Washington y Moscú crearán un centro de mando conjunto para determinar las zonas donde los yihadistas han quedado aislados y pueden ser atacados, en operaciones áreas coordinadas “estratégicas y precisas”, por sus respectivas fuerzas aéreas.

Las fuerzas del régimen deberán dejar libre el paso a través de la estratégica ruta Castelo, en el noreste de Alepo, por donde Naciones Unidas esperar poder hacer llegar ayuda humanitaria desde un primer momento a los 250.000 civiles que permanecen cercados en barrios bajo control rebelde. En lo que va de mes, la ONU no ha podido enviar a la zona ningún convoy para auxiliar a la población.

Las milicias rebeldes, a su vez, tendrán que dejar de hostigar al Ejército leal a El Asad en el distrito de Ramusa, en el suroeste de Alepo, donde se han librado los peores combates en las últimas semanas, y que el régimen recuperó el pasado domingo con apoyo aéreo ruso en una ofensiva sorpresa mientras se negociaba el acuerdo de alto el fuego.

El mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, dio la bienvenida al anuncio del cese de hostilidades y anticipó junto a Kerry y Lavrov que Naciones Unidas iba a impulsar la reanudación de las negociaciones de paz de Ginebra entre el Gobierno y la oposición de Siria, que saltaron por los aires la pasada primavera tras las violaciones de la anterior tregua.

La oposición parece haber aceptado con cautela el compromiso. “Damos la bienvenida al acuerdo si se acata por todas las partes”, afirmó este sábado Basma Kodmani, miembro del Alto Comité para las Negociaciones, que agrupa a los principales grupos y milicias que combaten al régimen. “Confiamos en que sea el principio del fin del sufrimiento de los civiles”, dijo a través de un comunicado esta profesora siria, que suele ejercer como portavoz de la oposición. Kodmani precisó que los insurgentes se han visto obligados a mezclarse con los yihadistas a causa del cerco que las tropas gubernamentales ejercen sobre Alepo y otras zonas. “Cuando cese el asedio, los yihadistas serán marginalizados, como ya ocurrió tras el alto el fuego de febrero”, precisó.

En Washington, el Pentágono ha difundido un comunicado en el que advierte que “observará y controlará el cumplimiento del acuerdo preliminar alcanzado”. “Sus compromisos deben ser completamente respetados antes que pueda llevarse a cabo una potencial cooperación militar [con Rusia]”, puntualizó un portavoz del Departamento de Defensa de EE UU citado por Reuters.

No hay constancia, por ahora, de cómo afectara el acuerdo de Ginebra al futuro político de El Asad en una transición política; ni al papel de los rebeldes kurdos, que combaten al ISIS con el respaldo aéreo de EE UU en el noreste de Siria. Tampoco sobre las milicias chiíes, como la libanesa de Hezbolá, que han sido uno de los principales apoyos del régimen; ni sobre la suerte de decenas de miles de prisioneros opositores en manos del Ejército, que según decisión del Consejo de Seguridad de la ONU en diciembre, deberían ser liberados inmediatamente después de un cese de hostilidades.

Pocas horas después del anuncio de la tregua de la fiesta del sacrificio a partir del lunes, la agencia estatal de noticia siria Sana informaba este sábado del recrudecimiento de las hostilidades en Alepo, donde siete civiles murieron en un ataque con cohetes y otros 24 resultaron heridas. Varios incidentes armados seguían marcando la rutina de la vida cotidiana de los sirios en otros puntos del martirizado país árabe.