EVELYN GORDON

Entre los diplomáticos y periodistas que no se limitan a culpar por completo a Israel por el conflicto árabe-israelí, el enfoque preferido es la “imparcialidad.”

Este enfoque, personificado por el cliché del “ciclo de violencia”, sostiene que ambas partes quieren la paz y deben ser culpadas por igual por su ausencia. En forma destacable, esta visión ha persistido a pesar de décadas de probar estar equivocada en formas que dañan a los mismos países que la adoptan – como quedó demostrado una vez más por documentos del gobierno de Nixon divulgados hace poco.

Los documentos, que Amir Oren informó esta semana en Haaretz, incluyen versiones redactadas de los informes diarios presidenciales de la CIA en la víspera de la Guerra de Yom Kipur de 1973. La falta de pistas de la agencia es alucinante.

El 5 de octubre de 1973, un día antes que comenzara la guerra, la CIA reconoció que “los ejercicios militares en marcha en Egipto parecen ser a una escala mayor y están siendo conducidos en forma más realista que los previos”, pero no obstante insistió en que “no parecen ser preparativos para una ofensiva contra Israel.” La agencia incluso descartó una señal obvia de peligro como una respuesta razonable a los temores de agresión israelí: “Cairo puede haber puesto en alerta su defensa y sus fuerzas aéreas como una precaución contra una reacción israelí a la fase inicial del ejercicio.”

El 6 de octubre, apenas horas antes que comenzara la guerra, el informe de la CIA estuvo similarmente desconectado de la realidad:
“La tensión junto a las fronteras de Israel con Egipto y Siria has sido aumentada por un puente aéreo soviético que está en su segundo día. Ni los israelíes ni los árabes parecen inclinados a comenzar hostilidades, pero en esta atmósfera el riesgo de enfrentamientos es mayor que el habitual…

Tanto los israelíes como los árabes se están poniendo cada vez más inquietos por las actividades militares de sus adversarios, pero ninguna parte parece inclinada a comenzar las hostilidades… Una iniciativa militar en este momento tendría poco sentido ya sea para Cairo o para Damasco.”

Una vez más, la agencia pareció ver la agresión potencial israelí como la principal preocupación: “El cauto Presidente Assad de Siria parece preparado para un posible segundo golpe de Israel en vez de buscar venganza por su pérdida reciente de 13 aviones MIG ante aviones de combate israelíes… No obstante, los temores de los sirios podrían llevar a una movilización de sus defensas, las cuales a su vez podrían alarmar y galvanizar a los israelíes. Tal ciclo de acción y reacción incrementaría el riesgo de choques militares que ninguna parte se propuso originalmente.”

Y nuevamente, ignoró señales claras de peligro, como la evacuación de los empleados soviéticos de Egipto y Siria. Si bien admitió que esto podía ser debido al “temor de un estallido de hostilidades”, sugirió en forma optimista que en cambio, “los soviéticos podrían estar usando la excusa de tensiones crecientes para reducir su presencia sin molestar a los egipcios.”

Lo que ocurrió en verdad el 6 de octubre, es historia: Egipto y Siria lanzaron un ataque coordinado contra Israel en el día más santo del año judío, Yom Kipur. Esto tuvo serias consecuencias para Estados Unidos, a las que llegaré en breve. Pero primero consideren la pregunta de por qué la CIA fue tan ajena ante las señales de peligro.

Esto puede ser atribuido únicamente a su falta de buenas fuentes de inteligencia en Cairo y Damasco, aunque esa carencia es evidente. En primer lugar, como destacó Oren, Estados Unidos ya había recibido advertencias de alguien con fuentes excelentes en ambas capitales: el Rey Hussein de Jordania. El 25 de septiembre, Hussein tomó la medida extraordinaria de reunirse con la primera ministra de Israel, a pesar de la falta de vínculos diplomáticos formales de los países, para advertir que Siria y Egipto atacarían pronto. Israel transmitió esto a la Casa Blanca, la cual informó a la CIA.

Aparte, aunque la CIA afirmó el 5 de octubre que “los israelíes no están nerviosos” acerca del ejercicio egipcio, el 6 de octubre, reconoció que los israelíes ahora estaban muy nerviosos; ellos ya no veían ‘normal’ la actividad de Egipto y ‘defensiva’ la actividad de Siria. Como Israel había combatido tres guerras con Siria y Egipto en los últimos 25 años y monitoreaba muy de cerca la actividad militar de sus vecinos, el hecho que Israel ahora consideraba inusual y preocupante la actividad egipcio-siria, ahora era una clara señal de peligro especialmente contra el telón de fondo de la advertencia de Hussein. Sin embargo la CIA la descartó como poco importante, reiterando alegremente que “ninguna parte” quería hostilidades y que su principal preocupación era algún movimiento israelí que pudiera provocar “un ciclo de acción y reacción.”

La única explicación que tiene sentido es la que surge claramente del léxico de los informes: La CIA estaba tan comprometida con su enfoque “imparcial”, en el cual “ninguna parte” quería la guerra, que ignoró toda prueba en contrario. Pero en realidad, sólo una parte quería evitar la guerra.

La otra parte, Siria y Egipto, de hecho estaba “inclinada a comenzar las hostilidades.”

Esta ceguera ideológica terminó dañando no sólo a Israel, sino también a Estados Unidos. Debido a que la CIA insistió en que ninguna parte quería guerra, y que el peligro real era la acción israelí, la cual podría provocar una respuesta sirio/egipcia, Washington ejerció fuerte presión sobre Israel para que se abstuviera no sólo de dar inicio a un ataque preventivo, sino también de una convocatoria a gran escala de las reservas. Esta presión pudo haber sido menos efectiva si las propias agencias de seguridad de Israel no metieran también la pata, pero no obstante contribuyó con el resultado final: Israel terminó absorbiendo un ataque en dos frentes de dos ejércitos mucho más grandes sin fuerzas adecuadas en el lugar para enfrentarlo. Por consiguiente sufrió una derrota durante los primeros días y tuvo armamento insuficiente para lanzar una contra-ofensiva.

Este era el apogeo de la Guerra Fría, y un cliente estadounidense ya estaba perdiendo ante las fuerzas comunistas en Vietnam; Washington no se podía permitir perder ante dos clientes soviéticos en el Medio Oriente también. Así que Nixon ordenó un puente aéreo masivo de armas, el cual permitió a Israel obtener una victoria decisiva.

Pero el puente aéreo tuvo dos consecuencias perniciosas. Primero, inflamó las tensiones con los aliados europeos de Estados Unidos, ya que los países europeos rechazaron categóricamente permitir que aviones de Estados Unidos aterrizaran y se reabastecieran de combustible (Portugal finalmente capituló ante la presión estadounidense y permitió el reabastecimiento de combustible en las Islas Azores). Lo más importante, inflamó al mundo árabe, el cual respondió con un embargo petrolero que infligió importante daño a la economía estadounidense.

El embargo petrolero probablemente no hubiese ocurrido de no haber sido por el puente aéreo. El puente aéreo podría haber sido innecesario si Washington no hubiese presionado a Israel antes de la guerra para que se abstuviera de medidas que podrían haberla ayudado a ganar rápidamente, como un ataque preventivo o una convocatoria temprana de las reservas. Y Washington podría no haber presionado a Israel en esta forma de haber entendido de hecho que Siria y Egipto estaban “inclinados a comenzar las hostilidades.” Pero la CIA, atascada en su esquema de pensamiento “imparcial”, proporcionó a los elaboradores de políticas evaluaciones notoriamente incorrectas. Y Estados Unidos pagó el precio.

Cuarenta y tres años después, parece que no han sido aprendidas aún las lecciones. Los palestinos y Hezbolá han reemplazado a Cairo y Damasco como los principales enemigos árabes de Israel (Irán no es árabe), pero el mundo todavía parlotea acerca del “ciclo de violencia” e insiste en que “ninguna parte” quiere la guerra, sin importar cuántas veces los árabes dicen lo contrario. Y los países occidentales están todavía sufriendo por su propio despiste acerca de la verdadera naturaleza del conflicto.

Fuente: Commentary
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México