JAVIER PAGOLA

Sus atentados consiguen además un efecto mediático mucho mayor.

La incorporación de la mujer a la yihad es una realidad, y su intensidad cada vez mayor. Los ataques de París lo demuestran; por primera vez en Occiente, el miércoles una terrorista se suicidaba con la detonación de un cinturón con explosivos, en lo que supone un salto cualitativo importante de consecuencias imposibles de prever. Hasta hace 72 horas el único antecedente de una mujer europea que perpetró uno de estos atentados se remontaba al 9 de noviembre de 2005, cuando una belga, Muriel Degauque, se inmolaba con explosivos delante de unos soldados americanos en Irak.

Las cifras, sin embargo, demuestran que este no es un fenómeno nuevo y que desde luego está al alza, ya que desde 1985 en torno al 30 por ciento de los atentados islamistas son protagonizados por mujeres, según los datos de los servicios de Información a los que ha tenido acceso ABC.

Más letales

Fuentes policiales aportan varias claves. En primer término, los ataques de mujeres son más letales que los de sus compañeros, calculándose que causan cuatro veces más bajas en cada acción que ellos; además, el efecto mediático de sus acciones se multiplica exponencialmente, otro de los objetivos principales de los terroristas; en tercer lugar, pasan más inadvertidas ante las Fuerzas de Seguridad, por lo que pueden atentar con mayor facilidad, y su fanatismo es incluso mayor que el de los hombres, lo que aumenta su capacidad de sacrificio.

Pero tiene otra ventaja adicional: sirven como acicate para que muyahidines «acomodados», con pocas ganas de combatir, se vean señalados por su ejemplo y obligados moralmente a volver a empuñar las armas con más fuerza. En 2004, Al Zarkawi, líder de Al Qaida, lo remarcaba así: «¿No hay verdaderos hombres que tenemos que reclutar mujeres? ¿No es vergonzoso para los hijos de mi propia nación que nuestras hermanas tengan que ser llamadas para perpetrar operaciones de martirio, mientras los hombres están preocupados por sus vidas?». Y en 2009 Ayman al-Zawahiri añadía: «¡Cuántas hermanas han cometido acciones de martirio en Palestina, Irak y Chechenia y enfadado al enemigo, causando sobre él una gran derrota! Pedimos a Allah que las acepte y nos haga seguirlas por el amor de Dios».

La paulatina incorporación de la mujer a la primera línea de la «guerra santa» es motivo de gran preocupación entre los servicios de inteligencia de todo el mundo. No se trata en ningún caso de un cambio modernizador hacia la igualdad de sexos dentro de ese mundo fanático, sino su utilización como meras herramientas de lucha. Varias fatwas no solo justifican, sino que apoyan la incorporación de la mujer a la yihad. Por eso cada vez más dan el paso, aunque la principal cantera de mujeres yihadistas está entre las viudas, huérfanas y familiares de combatientes muertos o detenidos, que de esta forma buscan venganza.

Tradicionalmente el papel de la mujer en el yihadismo se limitaba a atender en todas sus necesidades a los muyahidines, a educar a sus hijos como buenos combatientes y a labores de logística, como servir de enlace entre sus maridos encarcelados y las células clandestinas a las que pertenecían. La mayoría de las que son captadas por Estado Islámico –en España son un 20 por ciento del total de personas que han viajado a Siria e Irak– acaban como «esclavas sexuales», al servicio de los hombres que están en primera línea de fuego, tal como acredita el testimonio de muchas de ellas que han logrado escapar del infierno.

Fuente:.abc.es