Sally Margolis, experta en terapia corporal energética, concedió una entrevista a Enlace Judío México, en la que habló sobre su dedicación a mejorar la calidad de vida a personas de la tercera edad de escasos recursos.

ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO –Todos los martes por la mañana Sally acude a un centro de la colonia América, en el que es conocida como La Güera. Estaciona su auto muy cerca de la avenida para acudir a su cita semanal con unas “muchachas” cuyas edades fluctúan entre los 70 y 80. La saludan con cariño. Con las sillas azules de plástico hacen un amplio círculo. A los pocos minutos, la música alegre y pegajosa de una cumbia, de un bolero, de una guaracha, emerge de una grabadora portátil. La música inunda el recinto; y las manos y los pies se aligeran.
Hay alegría, compañerismo, ganas de vivir, por lo menos en ese momento, cuando Sally Margolis, con una sonrisa que parece el horizonte y con sus ojos iluminados por el placer de hacer algo le que le gusta, pero principalmente, de saber que ayuda en algo en la vida de estas personas.
El lugar donde imparte estas clases es austero, pero el ambiente de camaradería que se respira compensa cualquier carencia. La disciplina que imparte se llama Río Abierto, técnica que que Sally estudió y de la cual ahora es maestra. Al bucear para encontrar el origen de esta actividad, en este lugar ubicado muy cerca de la Av. Observatorio y cuya ubicación no parece muy invitadora de entrada, la instructora nos comenta: “llevo 16 años impartiendo estas clases aquí, mi propósito es que estas personas, ya mayores, puedan sacar cosas (emocionales) que traen adentro y que el movimiento les ayude a aliviar los dolores del cuerpo, por falta de movimiento”.
Sally quiso ayudar a sus padres en ese sentido, pero al no lograrlo buscó un sitio “donde le hicieran caso (se ríe) y así llegó aquí y otros lugares de la Del. Miguel Hidalgo”.
Gracias a esta disciplina es posible saber que órganos y partes del cuerpo son más propicias de ejercitar de acuerdo a las estaciones del año. Al finalizar su clase se siente en verdad esa corriente invisible de cariño y energía que estas personas de la tercera edad generan.