Uno más de nuestros lectores expone a nuestro experto en genealogía judía sus dudas acerca de su apellido.

Hola, me llamo Guillermo Arturo Rojo Pinto y he estado leyendo artículos que mencionan que en esta dirección de correo electrónico corroboran el origen de mis apellidos. Espero su respuesta y gracias.

 

Respuesta de Alejandro Rubinstein:

Rojo

Ya en el año 1387 quedó constancia, en el norteño reinado de León en España, el empleo de este apellido por cuando menos un representante de la fe judía.

Siendo, como es, un apellido descriptivo de una característica física, se refiere a quien es rubio o rojo, de color encarnado muy vivo. Muchas personas del Pueblo de Israel gozan de esos tonos de cabello que rematan en un tipo de coloración en la piel, comúnmente distinta a los morenos o portadores de cabello negro.

Las derivaciones de este apellido son múltiples, citando como casos más representativos los de: Colorado, Roji, Roj, Rojel, Rojeru, Rojos, Rubio, Ruvio, Rubia, Rubias, Rubial, Rubiales, Rubieda, Rubianes, Rubión, Rubiano, Rubiato, Rubido, Rubiera, Rubiero, Rubí, Rubín y, claro está, mi apellido Rubinstein.

Pinto

Estimado lector, en entregas pasadas se ha tratado el tema de su apellido que, indudablemente, tiene muchos y muy interesantes representantes con origen judío.

Apellido descriptivo, característico y toponímico, tiene diversos posibles orígenes: quien posee una cicatriz o una marca, ser pintado o moteado, de notorias manchas en la piel, apodo de persona de comportamiento infantil o alborotado y, también, por cuanto procede de la población homónima en España. Es indudablemente un apellido altamente extendido en el mundo sefardí tanto en el Caribe, como al norte de África, España, Portugal, Londres, París, Italia, Alepo, México, Yugoslavia y Buenos Aires, entre muchos otros.

Su origen etimológico se ubica en el vocablo latín pictus que se refiere a aquello que está colorido de manera notoria o diferente a su coloración original y que puede corresponder a una coloración parcial o total de un objeto, animal o ser humano. Muchas son las variantes de este apellido pero es conveniente citar algunas como el español Pintado, el portugués Pinta, el inglés sefardí Pinter y las fórmulas italianas Pintus, Lo Pinto, así como la grafía siciliana La Pinta.

Sus famosos antecesores históricos se cuentan desde Josiau Pinto en Safed en el siglo XVI hasta alcanzar a la famosa dinastía de rabinos franceses poseedores del mismo nombre de familia y que han alcanzado posiciones tan relevantes como la de ser miembros del Gran Rabinato de Israel. Sin embargo, la primera familia Pinto de la que se da cuenta documental es la asentada en Covilha, Portugal en 1497. En plena era inquisidora.

En materia geográfica, existe una villa al sur de Madrid con una población que escasamente rebasa a los 20,000 habitantes. Cuentan las anécdotas de la época que en dicho terreno llano se asentó la Princesa de Éboli en la Torre del Homenaje de dicho lugar y a instrucción expresa de Felipe II. Ana de Mendoza, Princesa de Éboli, tenía la característica descriptiva de haber perdido el ojo derecho en un entrenamiento de esgrima que, más que vaciarle el ojo, le dejó en estado estrábico pero con el cuenco ocular muy maltratado y con un hematoma permanente que la hacía ver con el ojo pintado o pinto.

En cuanto a que este apelativo es característico, lo justifica la inclinación de los habitantes de la ya referida población en degustar su sobrio vino tinto, como lo asignan los refranes populares:

“Vino tinto; si no hay de Valdemoro, dámelo de Pinto”
“Fulano está entre Pinto y Valdemoro”

La belleza de sus moradoras también es resaltada en la copla que reza así:

“Labradoras en Getafe;
En Leganés buenas mozas;
Torrejón, todas casadas
Y en Pinto unas y otras.”