ESTHER SHABOT

En el conflicto palestino-israelí hay un movimiento social que lucha por hacerse oír en sus demandas de dejar de vivir a la sombra de la guerra.

Vivimos tiempos sombríos en los que todo parece dirigirse a una descomposición creciente y uno de los espacios en los que esta percepción es más aguda es sin duda el Oriente Medio. Ahí, las sangrientas guerras en Siria, Irak y Yemen, aunadas a las acciones terroristas generalizadas que proliferan como hongos y a la inestabilidad y penurias económicas endémicas de millones, no parece haber lugar para la esperanza. Tampoco para el añejo conflicto palestino-israelí existe siquiera el aliciente de un proceso político-diplomático que se encamine a resolverlo. Una parálisis indignante mantiene un statu quo que constituye una verdadera bomba de tiempo, sin que los liderazgos hagan otra cosa más que emitir palabras vacías que sólo sirven para encubrir y mantener la inmovilidad.

Sin embargo, hay debajo de toda esa hipocresía un movimiento social que lucha por hacerse oír en sus demandas de dejar de vivir a la sombra de la guerra, la injusticia y la crueldad. Este movimiento, que por cierto no acapara titulares noticiosos, es uno de los pocos elementos prometedores de la posibilidad de conjurar el horizonte ominoso que hoy domina. Se trata de un centenar de organizaciones ciudadanas agrupadas bajo el nombre de “Alianza por la Paz en el Medio Oriente”. Sus miembros responden a diversas facetas de la labor de resolución de conflictos y construcción de paz. Nombres como “Círculo de padres enlutados”, “Foro de acuerdo ciudadano entre judíos y árabes en Israel”, “Mano con mano-centro para la educación judía y árabe en Israel” o “Sociedad palestina por la paz” son sólo algunos de los muchos intentos de promover convivencia, conocimiento mutuo y empresas de colaboración entre quienes han vivido continuamente enfrentados por las guerras, sus inevitables heridas y los estereotipos y prejuicios asociados a esas situaciones.

Muchos de los miembros de la Alianza por la Paz en el Medio Oriente se están organizando para difundir de manera más eficiente e intensa su mensaje en el curso de este año y el siguiente, 2017, cuando se cumplen 50 años de la Guerra de los Seis Días. Mediante actos culturales, marchas y alianzas con agrupaciones afines en otras partes del mundo pretenden presionar a sus liderazgos a actuar con decisión rumbo a la concreción de la fórmula de “dos Estados para dos pueblos”, única solución capaz de asegurar un futuro digno y seguro para las generaciones venideras de israelíes y palestinos.

Por lo pronto, una de esas organizaciones denominada “Mujeres activan por la paz”, ha lanzado la iniciativa titulada “Marcha de la esperanza”. Se trata de nutridos conglomerados de mujeres judías y árabes que a partir del nuevo año judío que comienza a principios de octubre próximo, empezarán a marchar hacia Jerusalén desde los cuatro extremos del país. Al llegar, exigirán al gobierno israelí reanudar las conversaciones de paz, al mismo tiempo que se replicarán actos simultáneos en otras ciudades con una marcha más que partirá de la ciudad palestina de Jericó y en la que participarán mujeres palestinas. Como acompañante honoraria de este movimiento, se contará con la presencia de Leymah Gbowee, mujer liberiana que recibió en 2011 el Premio Nobel de la Paz. Las integrantes de este movimiento son mujeres judías, árabes-israelíes y palestinas, religiosas, seculares y de orientaciones políticas diversas. Son todas ellas, junto con las muchas organizaciones que conforman la Alianza por la paz en el Medio Oriente, el núcleo de un tenaz y valiente esfuerzo por la conciliación y la paz que sigue existiendo a despecho de la alta política que no ha sabido o no ha querido dar los pasos necesarios a fin de conjurar el panorama de descomposición y violencia que inevitablemente se impondrá si no hay un valiente golpe de timón que lo impida.

Fuente:excelsior.com.mx