SHULAMIT BEIGEL

Vamos por el mundo creyendo que la realidad será igual hoy que mañana y pasado mañana, como si fuera una línea recta. Pero no es así. Y lo sabemos.

Tras la ilusión de que todo lo podemos predecir y adivinar, está el azar, o Dios, o una fuerza que decide. Estamos confiados que mañana tendremos la cita con tal o cual amigo, que mañana comienzo hacer yoga, mañana le pido perdón a tal o cual persona…convencidos de que “nunca es tarde”, nos decimos. Pero de repente un día, descubrimos que esto y aquello ya no será, que el tiempo depende del azar o de alguien o algo que decide por nosotros y a quien no podemos controlar, como no podemos controlar nuestros sueños, o un temblor, un accidente, o tantos azares. Estamos seguros que la vida está ahí, casi por siempre, y olvidamos que puede sorprendernos ante tantos infortunios.

Por eso está el perdón, el pedir perdón, no un perdón virtual, sin esfuerzo, sino uno sincero, que venga de lo más adentro, y a través de él podremos superar todas las desgracias, porque es así, porque la vida sigue a pesar de todo, y nos damos cuenta que no estamos solos.

Días terribles

Han sido en verdad terribles estos diez días después de Rosh Hashaná. Y aunque uno sea laico como yo por ejemplo, imagínense el miedo que da el saber que seremos juzgados, no en función de cuánto dinero tenemos, sino en base a lo que hicimos, lo que no hicimos y lo que somos. Y aunque no estemos seguros de dónde vinimos y hacia dónde vamos, de todas maneras pensamos que tal vez sí, que tal vez Dios está ahí y es nuestro Juez, y sabemos que con Él no se puede jugar. Es invisible, pero ve todo lo que hacemos, y tiene preparada ya su lista para los pecadores como yo, o tal vez como usted, o usted, o usted, que hemos hecho cosas que a Él no le gustan…imagínense que tal vez sea cierto que existe ahí debajo de la tierra un infierno, lleno de fuego …Y es por eso, que por unos días, ya nos quedan solo dos…, deberíamos recapacitar acerca de qué es más importante, preocuparnos del Jeshbón Bank (la cuenta del banco) o hacer un Jeshbón Nefesh , la cuenta con uno mismo, con nuestra alma. Supongo que algunos responderán que depende de cuánto dinero se trata, en dónde y para qué. Hay gente que dice y hace cualquier cosa.
Gehenom

Y para quien no lo sabe, y no es para asustar a nadie, la palabra Gehena viene del griego: Geena (Γεέννα), pero en hebreo viene de Gai Ben Hinnom (גהינום, valle de Hinón) que es el infierno o purgatorio judío. En el judaísmo el infierno es un lugar de purificación para el malvado, en el que la mayoría de los castigados permanece hasta un año, aunque algunos están eternamente, dependiendo de los pecados cometidos. El nombre derivó de un valle que está cerca de Jerusalén, la cañada de Hinón, identificada metafóricamente con la entrada al mundo del castigo en la vida futura. En las escrituras rabínicas el Gehena, como destino del pecador, es diferente al Sheol, el lugar donde habitan todos los muertos. Así que a pedir perdón se ha dicho, porque yo, aunque no creo en las brujas, pienso que de que vuelan, vuelan, como dice el dicho popular.

Existe o no existe, ese es el dilema.

¿Quién es el atrevido que aun duda de la existencia de Dios? Eso estaba bien en otras épocas, en que uno se pasaba la vida discutiendo si existe o no. Los tiempos han cambiado. Y como dijo Voltaire, si Dios no existiera habría que inventarlo. El mismo Einstein dijo que no podía aceptar que Dios concibió el mundo como un juego de azar, con lo cual legitimó a Dios desde la ciencia misma. Y para que no les quedaran dudas a todos esos ateos que aun seguían dudando, les aseguró que la existencia de Dios no era para ser probada, pues Dios sobrepasa al mundo científico. Dios está más allá de la ciencia. Aunque yo me pregunto, si existe y si es tan poderoso, ¿por qué a la hora que mi mamá estaba en Bergen Belzen miraba hacia otro lado? Pero llevo preguntándomelo toda mi vida y esto no me ha llevado a nada. Mañana es Yom Kipur, el día más sagrado para los judíos, y nadie quiere estar solo, sin un Dios que nos ampare y al que podemos recurrir cuando las cosas se ponen difíciles, porque no somos una ley matemática, y si no aceptamos a Dios, nos las tendremos que arreglar totalmente solos.


Siempre hay una salida

Para todos aquellos que como yo, sufren de la enfermedad del miedo, del mal de ojo, y otras variantes de las denominadas científicamente supersticiones y culpas, les aseguro que no deben avergonzarse ni preocuparse, pues éstas son milenarias. Además, siempre podemos hacer kaparot, que es como una expiación simbólica, un ritual controversial practicado la noche antes de Yom Kipur, revoloteando una gallina tres veces encima de nuestra cabeza, pasándole así a ella nuestros pecados. El ave debe ser blanca, para simbolizar la purificación del pecado. Si no hay un gallo o una gallina, se pueden usar otras aves o animales, hasta un pescado se puede usar para el rito. Si son pecadores hagan lo siguiente: Agarren al ave con la mano derecha, reciten el texto correspondiente del libro de plegarias, y agiten el pájaro sobre la cabeza tres veces. El ave será luego sacrificada de acuerdo con el procedimiento halájico, y las vísceras serán desechadas en un lugar donde los pájaros las puedan encontrar. Nuestras acciones son así el cumplimiento del dictado de los Sabios: Aquel que es misericordioso es tratado con misericordia. Como ven, siempre hay una solución para que podamos seguir pecando.
Incógnita

Me pregunta un lector confundido: ¿Shulamit, quién es realmente el Mesías, el de la barba o el otro, el joven? Todo depende, y tal vez algún día se develará esta incógnita.

Yom Ha’Dín (Día del juicio)

Recibo un sobre aparentemente inocente. Como no soy abogada, ni policía, ni política, y ni siquiera ex Presidenta de Israel, lo abro sin mayores temores. Entonces mis ojos recorren el inesperado contenido de una bellísima tarjeta, cariñosamente dirigida a mi persona, es decir a Shulamit Beigel: “Tenemos el agrado de desearle un Gmar Jatimá Tová para el próximo año, siempre y cuando pague y cancele la cuenta que nos debe”.

¿Tarjeta de crédito o fe?

Parece mentira, pero una deuda es, de alguna manera, una cuestión metafísica. Yo no lo sabía hasta que un día conocí al Sr. Levi, un pintoresco personaje que pertenece a una secta ultra religiosa en Jerusalén y me contó que él se declaraba apasionado admirador de Nietzsche.
Levi vive en la más absoluta frugalidad, no tanto por falta de dinero, como por exceso de principios. Su explicación es la siguiente: “Como judío observante, tengo ya demasiadas deudas en este mundo: con el Todopoderoso, con mi familia, con mis semejantes, con los necesitados, etc. Entenderá usted, Shulamit, por qué no cargo una tarjeta de crédito. No quiero bajo ninguna circunstancia tentarme de contraer deudas que además de quitarme el sueño en este mundo, me acompañen eternamente en el paraíso”.
Así que ya lo saben: el uso de sus tarjetas de crédito, aparte de afectar sus bolsillos, pone en peligro la tranquilidad e inmortalidad del alma, aquí en la Tierra o en el Paraíso…si es que les toca ir ahí.

Avisos profesionales

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