ASSAF UNI

Una creciente cantidad de padres israelíes quiere retirar, quirúrgicamente, el esperma de sus hijos muertos con la esperanza de heredar sus genes.

Doquiera que miro en el interior de la casa de Irit y Asher Shahar, veo a su hijo muerto: su ojos me observan desde las fotografías enmarcadas en la pared, desde la estatua de bronce que está en la cocina, y en el medallón que cuelga del cuello de Asher.

Hace cuatro años, la pareja recibió la noticia cuando un representante del Ejército israelí llamó a la puerta de la casa en Kfar Saba, población en la región central de Israel. El hombre entró, puso una mano en el hombro de Asher, y dijo a los Shahar y sus dos hijas lo que había acontecido: Omri, oficial de la Marina israelí, había muerto en un accidente automovilístico. Tenía 25 años.

Irit se desplomó en el sillón y rompió a llorar. “Quiero que saquen el esperma de su cuerpo”, exigió la desconsolada madre.

El representante se movió en su asiento, incómodo.

“Para eso, necesitarán una orden judicial”, respondió, según recuerdan los Shahar.

Asher, ex oficial de la Marina, le dirigió una mirada dura. “Entonces, ¿qué estamos esperando?”.

Los dos hombres condujeron a un juzgado en Petah Tikva, donde Asher pidió a un juez que le permitiera cosechar el semen de su hijo. El juez accedió, y un médico llevó a cabo el procedimiento, pero la familia apenas sintió alivio. “No nos alegró gran cosa conseguir la orden judicial”, recuerda Asher. “Aquel día, la felicidad no era posible”.

El júbilo llegó este otoño, tras de una larga batalla legal con el Estado. Los Shahar querían comprar un óvulo de una donadora, contratar una madre sustituta para la gestación, y crear un nieto con el esperma de su hijo muerto: un hijo que criarían como propio. Pero el Estado argumentó que el proyecto no era ético, pues el bebé crecería con un padre muerto y una madre anónima. El gobierno agregó que la capacidad de utilizar la simiente de un hijo muerto para crear vida nueva debía reservarse al marido o la esposa del difunto. Sin embargo, el 27 de septiembre, en una decisión histórica, el juez falló a favor de los Shahar.

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“Una rama de nuestro árbol familiar fue cortada, y nada podemos hacer al respecto”, dice Irit. “Pero gracias a la nueva tecnología, podemos asegurar que aparezcan hojas nuevas. Solo queremos los nietos que debieron nacer”.

Los Shahar no son los únicos. No solo cada vez más hombres israelíes congelan su esperma antes de ir a la guerra, sino que un número creciente de padres y cónyuges extraen el semen de sus seres queridos después que han muerto. El objetivo: heredar sus genes.

Según los expertos, es posible recolectar los espermatozoides hasta 48 horas después del fallecimiento, dependiendo de la causa de muerte. En general, esto se hace mediante la extirpación quirúrgica de los testículos. Y cuanto antes se lleve a cabo la operación, mejor será la calidad de los espermatozoides.

Este procedimiento se ha hecho desde hace décadas. Sin embargo, desde fines de 1980, varios países, entre ellos Alemania, Francia y Suecia, lo han prohibido por razones éticas, incluso cuando existe consentimiento escrito de los fallecidos. Israel manifestó inquietudes éticas similares. En 2003, el gobierno publicó reglamentos fundamentados en textos judíos. Los lineamientos citan que la procreación es la primera mitzvá o mandamiento mencionado en la Biblia: “Sed fecundos y multiplicaos”, ordena Dios a Noé y a sus hijos en el libro del Génesis. No obstante, los lineamientos también dejaban claro que el derecho de recuperar los espermatozoides para fecundación in vitro se reserva, exclusivamente, a la pareja del difunto.

El sistema judicial israelí ha erosionado lentamente esa postura. En 2007, un tribunal permitió que los padres de un soldado muerto en Gaza produjeran un nieto usando el esperma del hijo fallecido como donación a una mujer que quisiera un bebé. Los padres entrevistaron a docenas de mujeres para el papel de madre, y el niño, que ahora tiene 3 años de edad, vive con su madre biológica. En 2009, otro soldado, diagnosticado con cáncer, donó su esperma para el mismo propósito. Su familia también encontró una sustituta, quien está a cargo del niño.

“Represento a unas 20 familias que recuperan el esperma de sus hijos muertos y desean producir un nieto de alguna manera”, informa Irit Rosenblum, abogada de Tel Aviv. “Hasta el veredicto del mes pasado, pensaban que lo más que podrían lograr serían convertirse en ‘medio abuelos’, porque tendrían que recurrir a una madre biológica. Ahora me llaman preguntando si también pueden utilizar una madre de sustituta y criar a sus nietos ellos mismos”.

A Rosenblum no le sorprende que Israel sea el primer país que legalice la práctica. Si bien la procreación es esencial para todas las culturas, producir la siguiente generación –con o sin tecnología- tiene una relevancia adicional para esta nación pequeña, surgida de las cenizas del Holocausto. Tal vez por eso la tasa de natalidad de Israel es la más alta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, grupo formado por las 35 economías más importantes del mundo; y quizás también por eso el Estado subvenciona muchos tratamientos in vitro para las mujeres hasta bien entrados los 40 años. “La adopción es casi inexistente en Israel”, revela un profesor de ginecología que trabaja en un importante hospital de la región central de Israel, quien prefirió mantener el anonimato. “Y hacen un fuerte énfasis en la continuidad del linaje biológico propio”.

Ese énfasis es tan poderoso que, mientras los Shahar luchaban para utilizar el esperma de Omri, el gobierno nunca cuestionó el presunto deseo del difunto de tener hijos. De hecho, casi todos los juzgados familiares presuponen que un hombre que muere intestado habría querido tener descendencia.

Y ahora, mientras buscan un óvulo y una madre sustituta, los Shahar quieren que las Fuerzas de Defensa de Israel informen a las familias de los soldados caídos que la recuperación de espermatozoides es una opción. “Jamás me recuperaré completamente de mi tragedia”, confiesa Irit, “pero por un instante, cuando estuve en el juzgado, la semana pasada, mi corazón volvió a sentirse completo por primera vez desde la muerte de Omri”.

Cuando estoy por salir de su casa con un montón de imanes para refrigerador con la imagen de Omri, como recuerdos de la visita, Asher e Irit se acercan para despedirse. “Si es niño”, dicen, “quizás quieras venir a la circuncisión”.

Fuente:nwnoticias.com