TOBY DERSHOWITZ, BEHNAM BEN TALEBLU, AMIR TOUMAJ


El domingo se conmemora el aniversario número 33 del ataque terrorista más letal patrocinado por un estado contra ciudadanos estadounidenses antes del 11 de septiembre del 2001. El 23 de octubre de 1983, Hezbolá asesinó a 241 tropas de paz estadounidenses y 58 francesas, junto con seis civiles, en un ataque terrorista contra los edificios que albergaban a la fuerza multinacional en Líbano.

“La complicidad de Irán en el ataque de 1983 fue establecida en forma concluyente por el testimonio del Almirante James Lyons, Jefe Adjunto de Operaciones Navales para Planes, Política y Operación desde 1983 a 1985,” según declaró el juez Royce Lamberth, quien presidió el caso judicial del 2003: Peterson vs. República Islámica de Irán.

Según informes, el Almirante Lyons fue alertado de una intercepción de la inteligencia iraní al embajador de Teherán en Damasco, Ali Akhbar Mohtashemipour, en septiembre de 1983. El mensaje a Mohtashemipour, quien se desempeñaba como enlace para los socios libaneses de Teherán (que luego se convirtieron en Hezbolá) y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) llamaba a “una operación espectacular contra los Marines de Estados Unidos.” El ataque, según el Juez Lamberth, fue la “explosión no nuclear más grande que haya sido detonada alguna vez sobre la faz de la Tierra.”

Aunque Hezbolá representa el éxito inicial de Irán en exportar su Revolución Islámica, hoy Teherán ha engendrado una plétora de otras milicias chiíes y fuerzas satélites. De hecho, el General de División Qassem Soleimani, Comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, alardeó en el 2015, “Estamos presenciando la exportación de la Revolución Islámica a lo largo de la región.”

Relevantemente Irán tiene poderosos grupos satélites operando en Irak, Siria, los territorios palestinos, y en una medida menor en Yemen. Pero todavía es Hezbolá el que sigue siendo su representante más fuerte. El grupo mantiene un arsenal masivo de cohetes en Líbano, tiene una presencia encubierta expandida mundialmente, y sus tropas están desplegadas en muchos de los candentes puntos regionales donde Irán busca ya sea ganar influencia o fomentar la inestabilidad.

Afirmaciones recientes sugieren que Hezbolá está “empantanado” en el teatro sirio como parte de los esfuerzos de Irán por apuntalar al asediado régimen de Assad. Un analista sugiere incluso que Hezbolá es, como resultado, menos amenaza para el Occidente. Si bien el grupo ha soportado fuertes pérdidas, las capacidades de Hezbolá siguen siendo letales.

Hay herramientas a disposición de Estados Unidos y sus aliados para disminuir la amenaza. Esto incluye ejecutar las sanciones y designaciones existentes contra Hezbolá, pero también designar en forma agresiva a cientos de otros individuos y entidades asociados con el grupo en la región y globalmente que sirven como sus fuentes de financiación. Además, Estados Unidos debe trabajar con socios regionales para interceptar el envío tanto de combatientes como de municiones a las zonas de guerra de Hezbolá. Esto incluye mantener un ojo sobre las empresas de aviación iraníes – tales como Irán Air y Mahan Air – que transportan combatientes, asesores, y armas a los escenarios de combate.

A raíz del acuerdo nuclear del verano pasado, que está a punto de enriquecer a los patrones iraníes de Hezbolá, el Congreso ha incrementado sus esfuerzos para combatirlo. Será necesario más para mantener a raya a este grupo. Con nuevos líderes surgiendo en Estados Unidos y Europa, el ambiente es propicio para nuevos esfuerzos para contener a esta amenaza global.

Fuente: Informe Político de la Fundación para la Defensa de las Democracias

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México