JOHN MCTERNAN

Los políticos golpeados, como se anticipa que será vencido Trump, normalmente abandonarían la arena humillados, pero el candidato republicano no se irá, solo buscará cultivar su 40% del voto popular.

¿Por qué el hombre que hizo del populismo su estandarte en la impactante victoria sobre el ‘establishment’ republicano querría tirarlo todo por la borda?

¿Por qué tuiteaba en la madrugada? ¿Por qué no tiene una campaña de base? ¿Por qué no ha neutralizado los rasgos que lo perjudican? ¿Por qué, por encima de todas las demás preguntas, no ha hecho una campaña profesional? ¿El premio vale la disciplina?

Desde hace un tiempo, algunos ven la respuesta clara: Donald Trump, en su fuero interno, quiere perder. Es como ese hombre que busca camorra en un bar, seguro de que será contenido por sus amigos. El triunfo, de acuerdo con este análisis, sería la peor pesadilla de Trump. La presidencia no es solo un trabajo para el cual no está cualificado, es un trabajo que él no quiere hacer.

Quizás. Pero, ¿y si la derrota es en realidad una victoria? Recordemos, la lógica del populismo es enrevesada. La mejor analogía para Trump la encontramos en Escocia. El Partido Nacionalista Escocés (SNP, por sus siglas en inglés) tiene solo una razón de ser: la independencia de Escocia. Todo lo demás está subordinado a ese objetivo. Incluso la derrota.

Por lo tanto, el referéndum de independencia, que perdió hace dos años 55% contra 45% (un decisivo margen de 10 puntos) ha pasado de ser un evento “único-en-la-vida” o “único-en-una-generación” a ser una consulta que puede repetirse tantas veces como lo desee Nicola Sturgeon, la líder del SNP, hasta que obtenga el resultado que quiere.

Lo que une a ese 45% escocés es un sentimiento de agravio. Y esa es la clave para el futuro de Trump.

Trump ha planteado repetidamente la cuestión de que la elección está “amañada”, no porque él crea que sea cierto, sino porque quiere mantener enojados a sus seguidores.

El populismo es, en el fondo, una política del “nosotros contra ellos”, por ende Trump necesita que sus votantes piensen no solo que “nos robaron”, sino “ellos nos robaron”. Y por terrible que sea para el ‘establishment’ republicano, eso los incluye, así como a los medios de comunicación, los demócratas, el presidente Obama y la probable próxima presidenta, Hillary Clinton.

Trump ha comprendido muy bien que la autoridad que confiere la fama en la cultura moderna estadounidense (explotada principalmente con fines comerciales) puede ser transferida directamente a la política.

La fluidez de la estrella del ‘docu-novela’ – aprendida en The Apprentice – se ha transferido fácilmente al discurso de campaña. En el siguiente acto de su carrera política, Trump mostrará que la narrativa de la telenovela aplica a la vida política, o más precisamente a su vida política. Pocos personajes en las telenovelas llegan a colapsar, hay una reinvención y un reciclaje incesantes.

Los políticos golpeados tan decisivamente como se anticipa que será vencido Trump normalmente abandonarían la arena humillados. Pero “El Donald” no se irá, él cultivará cuidadosamente su 40% del voto popular como han hecho Nicola Sturgeon y el SNP con los que votaron por la independencia de Escocia.

Por supuesto, se trata de la marca. E incluso pudiera tratarse de la construcción de un imperio de medios de comunicación, como algunos han sugerido.

Pero es más fácil mantener una marca política que establecer y mantener un imperio.

“¡Traición!” será el grito de guerra de Trump y sus seguidores después de la elección general. Haberse asegurado en las primarias el 20-25% de los votos duros republicanos fue la roca contra la que se estrellaron sus oponentes.

Fue la razón por la que los republicanos que se presentan a elecciones este año esperaron tanto para repudiarlo: en las contiendas apretadas ellos necesitan a los seguidores de Trump. Por eso él no se irá.

Los partidarios de Trump no se volverán contra él ni le achacarán la culpa de una derrota electoral, se implicarán aún más por el enojo. Y Trump seguirá siendo noticia y en las noticias, que es lo que quiere.

¿Cuánto daño puede hacerle Trump a Estados Unidos después de la elección? Bastante, creo.

Fuente:expansion.mx