PROF. EFRAIM INBAR

Australia e Israel deben desarrollar una sociedad estratégica más importante. Ellos son países que desempeñan roles importantes en sus regiones respectivas. Tienen valores democráticos en común tanto como una orientación pro-estadounidense en su política exterior. Pero si bien se apoyan entre sí, ninguno comprende por completo la extensión de sus intereses estratégicos compartidos. Ambos estados son afectados por serias tendencias globales: la retirada del poder estadounidense, el ascenso de China, la expansión del Islam radical, y la amenaza de proliferación nuclear. Se justifica una relación bilateral realzada.

Australia e Israel tienen una relación cálida. Además del vínculo de sus valores en común, ambos países recuerdan bien la importante contribución del ejército australiano al desalojo de las tropas turcas de la Tierra de Israel en 1917, y muchos israelíes tienen recuerdos gratos de los australianos que pasaron a través de la Palestina del Mandato durante la Segunda Guerra Mundial.

Los dos países comparten también serias preocupaciones estratégicas. Deben trabajar en forma más estrecha para atacarlas.

En el Medio Oriente, la administración Obama ha proyectado debilidad y alentó la búsqueda de hegemonía por parte de Irán. El vacío creado por el perfil estadounidense más bajo ha sido llenado en parte por los rusos, una tendencia con consecuencias preocupantes.

Los estados asiáticos tanto como los meso-orientales ven con preocupación el rol norteamericano declinante. A pesar del discurso de la administración Obama sobre girar hacia Asia, hizo poco por tranquilizar a sus aliados. De hecho, muchos de ellos ahora temen al ascenso de China, la cual está persiguiendo metas ambiciosas agresivamente. Filipinas, bajo el colorido Presidente Rodrigo Duterte, parece desear sustituir su orientación por una china.

China ha estado más activa últimamente en el gran Medio Oriente, ofreciendo apoyo a estados anti-norteamericanos como Irán y Siria. La iniciativa china de Cinturón y Camino, si bien motivada principalmente por la economía, no obstante tiene importancia estratégica en Asia oriental y occidental.
La difusión del Islam radical es también un reto tanto para Australia como Israel. En el Medio Oriente, no son sólo los pequeños estados y grupos radicales islámicos los que causan problemas. Los estados con un programa islámico están contribuyendo a la radicalización del mundo musulmán.

Arabia Saudita, por ejemplo, ha difundido por décadas su versión wahabita del Islam. Desde 1979, la República Islámica de Irán ha diseminado su comprensión revolucionaria del Chiísmo, obteniendo el control de cuatro capitales árabes en el proceso – Bagdad, Beirut, Damasco, y Sana. Desde el 2002, Turquía ha sido gobernada por un líder islámico que apoya a elementos radicales suníes en Gaza, Siria, Libia, e Irak.

El Islam radical está infiltrando cada vez más el sur y este de Asia, con el potencial para desestabilizar países como Malasia e Indonesia. Esta perspectiva es de gran preocupación para Australia, cuya minoría musulmana está mostrando signos de malestar.

Finalmente, el espectro de proliferación nuclear en las cercanías es muy temido a la vez por Australia e Israel. Hasta hace poco, la posición tradicional de los norteamericanos como proveedores de seguridad era un desincentivo para la proliferación nuclear. El acuerdo nuclear del 2015 con Irán cambió eso legitimando la infraestructura nuclear de Teherán.

Es improbable que Egipto, Turquía, y Arabia Saudita se queden quietos mientras Irán, su competidor regional, hace progreso nuclear.

Lamentablemente, la creciente falta de confianza en el liderazgo de Washington ha hecho menos creíbles las garantías de seguridad estadounidenses.
Un acontecimiento similar está en marcha en Asia oriental, donde se cree que la asertividad china y la creciente amenaza nuclear norcoreana están recibiendo una respuesta norteamericana inadecuada. La percepción de la desconexión estadounidense aumenta la probabilidad que Corea del Sur y Japón adopten una postura nuclear, iniciando una cadena de proliferación en otras partes de Asia.

Las aprehensiones en común de Australia e Israel acerca de estas tendencias globales ofrece un pegamento estratégico con el cual construir relaciones más estrechas en asuntos de defensa y extranjeros. Con eso en mente, Anthony Bergin del Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI) y yo redactamos un informe, El zarzo y el olivo: Un nuevo capítulo en Australia e Israel trabajando juntas, el cual sugiere que los dos países se muevan hacia mayor cooperación.

Hasta ahora, no ha habido casi ningún intercambio militar de alto nivel entre los dos países. Israel no tiene un agregado militar uniformado en Canberra (aunque ha apostado a un civil del Ministerio de Defensa). El agregado militar australiano ante Israel está radicado en Ankara, Turquía.

Claramente es necesario un diálogo regular y sostenido de los ministros de defensa. Un intercambio estratégico que involucre a personal de defensa de alto rango uniformado y civil debe buscar pensamiento estratégico, cuestiones de la alianza estadounidense, cooperación entre ejércitos, y cooperación en la industria de defensa.

Australia debe mejorar las relaciones militares y diplomáticas con Israel para aprovechar su experiencia en contraterrorismo, sistemas de armas de alta tecnología, y seguridad informática. Los ejércitos australiano e israelí se beneficiarían de la cooperación realzada: ambos operan equipo estadounidense, y ambos han invertido fuertemente en tecnología de clase mundial.

Los dos ejércitos pueden compartir visiones doctrinarias e inteligencia. Israel, cuya doctrina militar está basada en la auto dependencia, puede aprender de la experiencia de Australia en coaliciones militares. Israel, a su vez, tiene experiencia en guerra urbana y en el desarrollo de sistemas aéreos no tripulados para inteligencia, vigilancia, reconocimiento, y combate, un área en la cual la fuerza aérea australiana está desarrollando su capacidad.

Israel también tiene experiencia en contrarrestar dispositivos explosivos improvisados (un área en la que Australia exhibe también considerable competencia) y es un establecedor de ritmos global en medidas activas para protección de vehículos blindados, defensa contra amenazas de cohetes de corto alcance, y el uso de robótica en el campo de batalla.

Ambos países están cerca de importantes puntos de estrangulamiento junto a rutas marítimas petroleras y comerciales, haciendo de los asuntos navales un componente importante de sus estrategias nacionales. Australia tiene una gran armada e Israel planea expandir la propia, en parte para proteger sus campos de gas offshore.

Con respecto al poder aéreo, ambos países han adquirido los F-35A de fabricación norteamericana, así que podría haber allí potencial para colaboración. (En el dominio técnico, es muy probable que ocurra la colaboración en la comunidad más amplia de operadores internacionales de los F-35A.)

Más allá de la seguridad dura, la resiliencia social es otra área donde puede compartirse información. Israel se las ha arreglado para preservar la cohesión social incluso cuando fue golpeada por ataques terroristas y con cohetes. Ha soportado décadas de conflicto, pero todavía ha tenido éxito en construir una economía floreciente y democracia vibrante.

Los dos países pueden compartir también experiencia en gestión de aguas. Israel es un líder mundial en agricultura en tierras áridas, irrigación por goteo, y reciclaje de aguas residuales. Por otra parte, hay un área clara para la cooperación en programas de desarrollo internacionales en el Pacífico asiático y África que apoyan los objetivos de la política exterior australiana. Canberra, a su vez, puede ayudar a Jerusalem a realzar el progreso diplomático que ya ha hecho en Asia.

Lamentablemente, hay una tendencia en Australia (y otras partes) a ver a Israel puramente a través de los lentes de la cuestión palestina en el proceso de paz. Este no es el prisma correcto. Es improbable que una relación realzada con Israel dañe la posición de Australia en el mundo árabe o musulmán. Israel tiene tratados de paz con Egipto, el estado árabe más importante, y con Jordania. Otros países árabes se están acercando calladamente a Israel debido al ascenso de Irán en la región y el temor compartido al Islam radical.

Jerusalem tiene muy buenas relaciones con los estados musulmanes en Asia Central y el Cáucaso. No hay pruebas de que la relación de Australia con Israel haya obstaculizado en alguna manera sus propias relaciones de defensa con los países árabes, su compromiso de defensa en el sudeste de Asia o el Pacifico, sus campañas internacionales para contrarrestar el terrorismo y la proliferación, o la capacidad de la Fuerza de Defensa Australiana de operar en Afganistán e Irak.

Nuestro informe publicado hace poco podría servir bien a los dos países en este preciso momento. El primer ministro de Israel ha anunciado planes de visitar Australia en febrero del 2017, en cuyo momento buscará mayor cooperación. Los respectivos mandos del ASPI y el BESA Center en sus respectivos países aseguran que los más altos escalones del gobierno estarán al tanto del informe.

Realmente no hay ningún país en el Medio Oriente cuyos intereses estén alineados más estrechamente con los de Australia que Israel. Ningún estado ha reconocido en forma suficiente la extensión en la cual ellos contribuyen a los intereses nacionales del otro. Australia e Israel pueden cooperar en asuntos estratégicos para el beneficio de ambos países. La relación bilateral podría expandirse significativamente. Los chicos buenos deben permanecer juntos.

*Efraim Inbar es profesor emérito de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan y el director fundador de Begin-Sadat Center for Strategic Studies.

Esta es una versión editada de un artículo que apareció en The Jerusalem Report el 20 de noviembre del 2016.

Fuente: Begin-Sadat Center for Strategic Studies
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México