RUKMINI CALLIMACHI

Para cuando los yihadistas habían terminado, ni siquiera los ojos de una mujer eran legales. Mostrarlos era una ofensa castigable.

El código del vestir impuesto a las mujeres de Mosul comenzó poco después de que el Estado Islámico invadió la Ciudad hace más de dos años. Cada parte del cuerpo femenino fue borrada poco a poco, incluyendo las manos, que tenían que estar cubiertas con guantes, y los pies, que tenían que estar ocultos con calcetas. Finalmente, un anuncio resonó por las bocinas, diciendo a las mujeres que usaran una película de tela negra sobre sus ojos.

Halima Ali Beder, de 39 años, dijo que había hecho cada nueva adición a su guardarropa, empezando con la nicab para cubrir su rostro y la abaya, también conocida como jilbab, un vestido holgado. Sin embargo, aún violó la imposición cada vez más rigurosa del Estado Islámico de sus códigos cuando fue a visitar a su vecina.

“Me puse todo -la nicab, la abaya, los guantes, las calcetas. Lo único que olvidé hacer fue cubrir mis ojos”, dijo Beder, una de una docena de mujeres de vecindarios recién liberados que contaron sus experiencias en entrevistas en el campamento de refugiados Khazer en el norte de Irak.

Policías de la moral divisaron a Beder y comenzaron a gritarle. “Dijeron: ¿dónde está tu esposo? ¿Acepta que cualquiera pueda ver tu rostro?’. Yo contesté: ‘pero si no estaba mostrando mi rostro, sólo mis ojos'”.
Más de 2 millones de personas vivían en Mosul cuando cayó en manos del Estado Islámico el 10 de junio del 2014.

Era una ciudad conservadora, donde la mayoría de las mujeres ya se cubría el cabello con un velo y sus brazos con mangas largas. Pero las nuevas reglas llevaron a la modestia obligatoria a tal extremo que las familias dijeron que empezaron a sentirse asfixiadas.

Tres días después de tomar el control de la Ciudad, los rebeldes empezaron a ir de puerta en puerta para distribuir el “Proyecto de Ley de la Ciudad”, que exponía cómo planeaban gobernar, de acuerdo con Rasha Al Aqeedi, una investigadora nativa de Mosul.

Por todo el territorio controlado por el Estado Islámico, aparecían anuncios panorámicos que mostraban a una mujer que parecía como una silueta negra, completamente cubierta con ropa que la ocultaba.

A finales de julio, miles de juegos de nicab fueron distribuidos a las tiendas. El primero de muchos decretos fue emitido, ordenando a las mujeres usar la nicab y los guantes. Los residentes también empezaron a ver autos con el logotipo de la Policía de la moral de ISIS.

Cuando la Policía atrapaba a una mujer que se desviaba del código del vestir, emitía una notificación a cambio de la tarjeta de identidad del esposo. Luego, él tenía que presentarse en una audiencia. Era obligado a pagar una multa, o de lo contrario él o su esposa eran sentenciados a azotes, dijeron fugitivas recientes. Beder dijo que su esposo fue obligado a pagar una multa de 50 mil dinares (unos 40 dólares), una porción considerable del ingreso mensual familiar.

En áreas controladas por el grupo terrorista en Irak, así como en Siria y Libia, las oficinas generales de la Policía del EI, conocida como la hisba, se volvieron una burocracia de la virtud. La hisba procesaba ofensas, multando y azotando a hombres por el largo incorrecto de la barba, por no orar en el horario aprobado, por posesión de cigarros y alcohol y por otras faltas morales percibidas.

Wafa, mujer que pidió que no se usara su apellido, dijo que en un picnic con sus hijos se había levantado el velo de su rostro sólo lo suficiente para llevar la cuchara a su boca.

La Policía se la llevó, y un juez ordenó 21 latigazos. Una mujer siria que sostenía un cable con púas en el extremo le dijo que se arrodillara. “Es indescriptible el dolor que sentí”, dijo. “Gritaba, lloraba -suplicando- recitaba oraciones”.

Era claro que el objetivo de las reglas era mantener a las mujeres dentro de sus hogares. “Éste era todo el propósito.

La esencia de su jurisprudencia islámica es hacer que las mujeres se esfumen. Hacerlas invisibles”, dijo Aqeedi.

Un pequeño número de mujeres intentó rebelarse. Zeena Mohamed, de 27 años, dijo que rutinariamente ella le respondía a la Policía de la moral.

Antes de que su vecindario fuera liberado, Mohamed dijo que ella y su hermana Mona fueron a una tienda que vendía ropa íntima. Entre las clientes había dos esposas de combatientes de ISIS, “y compraban la lencería más atrevida de toda la tienda”, dijo Zeena.

Cuando las hermanas salieron de la tienda, pasaron junto a los dos esposos del EI. Uno vio que Zeena había olvidado bajarse la tapa sobre sus ojos y empezó a reprenderla en voz alta.
“Tu esposa está arriba comprando panties atrevidos”, recordó haberle dicho, “¿y te preocupas porque muestro mis ojos?”.

 

Sarah Mustafa contribuyó con reportes a este artículo.

 

Fuente:gruporeforma.com