LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

La intervención militar de Irán y sus aliados del grupo terrorista Hezbolá, con sede en Líbano, de Rusia y del Ejército del régimen dictatorial de Bashar al Assad (BA) en contra de la insurgencia que enfrenta este último en Siria, integrada por diferentes organizaciones islámicas, moderadas y radicales, así como la campaña de bombardeos aéreos de la Coalición Internacional integrada por más de 40 naciones, liderada por EUA, contra el Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, son calificadas como crímenes de guerra, al igual que la respuesta militar de los rebeldes en Siria, del EI y de los Kurdos que luchan por su independencia de Turquía, gobernada a “sangre y fuego” por el sátrapa Recept Tayyip Erdogan (RTE).

Paralelamente al escenario bélico del Medio Oriente, Rusia, alentada por su presidente Vladimir Putin (VP), se ha involucrado activamente desde el 2014 en los combates de los separatistas de Ucrania, que representan a comunidades compuestas en su mayoría por rusos étnicos y ucranianos rusófilos. Rusia ha entrenado, armado y financiado a los rebeldes; más de 10 mil personas han muerto en los combates y 2 millones han sido desplazadas de sus hogares. Asimismo, Rusia se anexó a la estratégica Península de Crimea en el 2014, que estaba bajo jurisdicción de Ucrania. Las políticas expansionistas de VP le hacen parecer un émulo de Hitler.

Paralelamente a los conflictos bélicos en el Medio Oriente, los atentados perpetuados por el El y otras organizaciones terroristas en África, Asia, Europa y EUA, principalmente, se han multiplicado causando un gran número de muertos y heridos.

En el marco de la violencia incontrolada, las batallas más cruentas se han registrado en la reconquista por parte del Ejército de BA de la ciudad siria de Alepo, situada al norte del país, distante a 310 km. de Damasco, la capital.

Alepo estuvo en manos del EI durante más de dos años y medio; el 15 de diciembre pasado ocurrió su liberación, la más poblada de Siria antes de la guerra. Con apoyo de las autoridades sirias y de Rusia han abandonado Alepo 50 mil personas y 7 mil combatientes, la mayoría han sido amnistiados; Turquía se ha comprometido a recibir en campamentos en la frontera siria con Turquía a buena parte de los evacuados.

Los rebeldes ocuparon hasta el final de su derrota un territorio de 2.5 km2 en el sureste de Alepo; el bando insurrecto estaba integrado por más de 40 facciones armadas de entre 100 y 1500 combatientes cada una. Durante el sitio de Alepo 250 mil sirios se convirtieron en objetivo de las milicias afines a BA y sus aliados, quienes hicieron de los barrios del este de la ciudad “una ratonera dantesca; ni una tregua ni un corredor humanitaria funcionó”. En el asalto final de Alepo BA y sus aliados ejecutaron sin piedad a un gran número de civiles que habían apoyado a los rebeldes; las calles estaban repletas de cadáveres insepultos y un sinnúmero de personas clamaban ser rescatadas, ya que estaban atrapadas bajo los escombros de edificios bombardeados por la aviación rusa, que incluían clínicas, hospitales y escuelas.

La oleada de ataques aéreos rusos en Siria se inició en septiembre del 2015 con el pretexto de combatir al EI, sin embargo, se concentraron contra los rebeldes en virtud de que el poderío militar de BA “se estaba derrumbando”; con la caída de Alepo, BA pasó a controlar virtualmente todas las principales ciudades del país; EUA tendrá que aceptar la mayor injerencia de Irán y Rusia en el mismo y olvidarse de la estrategia de Obama para apoyar a la llamada opción moderada siria. Más allá del triunfo militar y político de BA, Siria necesitará a largo plazo esfuerzos extraordinarios para ser reconstruida, y no tiene el capital humano y financiero para ese propósito.

El costo de la guerra en Siria ha sido de 400 mil muertos y un número indeterminado de heridos, el desplazamiento interno de 7 millones de personas y 5 millones hacia los países vecinos (Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Turquía) y a Europa, principalmente. La Agencia de la ONU para los refugiados ha consignado que la crisis siria es la mayor emergencia que ha enfrentado hasta ahora; la capacidad de acogida de las naciones vecinas está desbordada y esto obliga a cientos de miles de individuos a recurrir a traficantes sin escrúpulos para realizar peligrosas travesías a través del Mediterráneo en su intento por llegar a la seguridad de Europa.

Por lo demás, diferentes grupos de Derechos Humanos han culpado al régimen de BA y a sus aliados de ser los responsables del asesinato del 90.0% de los civiles que han muerto desde el inicio del conflicto bélico en el 2011. La guerra en Siria no ha terminado; existe el peligro de que los rebeldes evacuados se radicalicen y sigan combatiendo.

En este marco, la afluencia de cientos de miles de sirios y de otros países en guerra a Europa ha provocado una catástrofe humana en ese Continente y ha resquebrajado su identidad y los principios éticos en los que se sustenta el proyecto europeo, propiciando el florecimiento de los partidos políticos ultraderechistas xenófobos en varias naciones, incluso, el partido de la Unión Cristiana Demócrata (UCD) de la Canciller Angela Merkel, (AM) quien diera una cálida acogida a los refugiados en el 2015, (un millón) ha girado hacia la derecha para recuperar el voto conservador con miras a las elecciones presidenciales de septiembre del 2017. El UCD ha dado vuelta atrás en la doble nacionalidad a hijos de extranjeros nacidos en Alemania, prohibición del velo integral en las calles, endurecimiento a las ayudas a los refugiados, a quienes den muestra de no querer integrarse; entre otras iniciativas aprobadas en el Congreso del UCD al inicio de diciembre pasado, en el cual AM fue reelegida como líder del mismo.

Después del atentado del EI a un mercadillo de navidad en el corazón de Berlín, el 19 de diciembre pasado, cuando un camión irrumpió entre los puestos del mismo matando a 12 personas e hiriendo a otras 50, se acentuó la islamofobia latente en Alemania y puso en alerta a las autoridades policiales de toda Europa. Un sentimiento de intranquilidad y miedo se percibe de manera generalizada en Europa, los partidos de ultraderecha aprovechan esta situación para asumir el liderazgo de los gobiernos en Francia, Holanda y Bélgica, entre otros.