Este Janucá, el Centro Israelita de Monterrey, al lado del Rabino Roee Shalom, prepararon un festejo muy especial para encender la tercera vela de Janucá.

THELMA KIRSCH PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Actividades había muchas y muy variadas, pues desde que entramos al salón la música de Janucá ya nos alegraba la estancia y las rondas de bailes hacían que aquel que llegara se acercara a compartir este momento. No existía distinción de edades, ya que los abuelos, los padres, los niños y hasta los bebés en brazos, brincaban y cantaban, cada uno bajo su propio ritmo.

Para todos, adultos y niños, que pasamos la tarde y luego el inicio del anochecer en las instalaciones del club, fue de gran alegría y variadas actividades en las cuales todos teníamos la oportunidad de participar; desde bailes, hasta respuestas a la trivia que preparó el Rabino, y que sorprendentemente los niños respondían con una prontitud que llamaba la atención de los presentes.

Más tarde a cada uno de los niños se les entregó suficiente material para que construyeran sus propios Sevivonim (Dreidl, decimos todavía aquí en nuestro shteitl), colores, tijeras, papel donde estaban ya dibujados (para facilitar a los pequeños el poder armar estos juguetes) y al terminar, si lo deseaban, jugaban con ellos o simplemente los llevaban a casa junto con algunas monedas de chocolate y otras golosinas.

¡Hubo una trivia muy emocionante! Las preguntas eran mucho más difíciles de lo que imaginamos.

Iban hacia la historia de la festividad misma, no se detenían solamente en las tradiciones, sino que ahondaban en cuestiones que pocos conocemos o conocíamos. Por ejemplo, el porqué del nombre de Antíoco, los nombres de los hijos de Matitiau, el cómo se inicia la contienda, por qué el libro de los Macabeos es distinto a los libros sagrados… algunas preguntas que requerían explicaciones: ¿Por qué las janukiot no siguen el patrón del diseño de la Menorah del Templo? Definitivamente… ¡un reto! Y lo más increíble y maravilloso fue el ver a los niños contestar las preguntas.

¿Qué es lo que esto significa? ¡Que en el colegio fueron instruidos maravillosamente! Intentaron formar equipos, ¡Pero era tanta la emoción que no hubo oportunidad de hacerlo! ¡Todos gritaban a la misma vez!

Quiero aprovechar para felicitar a los Morim del colegio. Personalmente no sé qué metodología utilizan o cómo logran que aprendan tanto y lo recuerden, pero los conocimientos que demostraron fueron muy valiosos.

Tantos adultos presentes que “no conocían las respuestas” (¡qué vergüenza!)… mientras que los chiquillos levantaban las manitas y brincaban emocionados para contestar las preguntas que se proyectaban.

Pero no, no hubo ganadores en esta ocasión, todos merecían serlo… ¡Los abuelos, los padres, los invitados… simplemente no lo podíamos creer!

¡Ah!, además de las porras que todos cantamos a aquel que respondía correctamente, y la verdad… pues no hubo respuestas incorrectas y claro, como era de esperar, hubo música para cada ganador.

La esposa del Rabino, junto con otras señoras del Centro, fueron las encargadas de preparar “a última hora, para que el punto de cocción fuera perfecto” las levivot (o latkes) calientitas y crujientes. ¡Esto fue todo un problema! Estaban demasiado buenas y no alcanzaban a salir de la cocina cuando las charolas ya se encontraban vacías.

Además, la asistencia era tanta, que quizá no pudieron calcular que 4 o 5 (o más) levivot por persona no eran suficientes.

Y por si esto fuera poco, el club se encargó de preparar Sufganiot. Cuando se servían aún estaban calientitas y esponjosas, (y eso que “casi” no las probé… porque obviamente estoy a dieta, ya que pronto celebraremos el Bat Mitzvah de mis nietas y tengo que parecer una bobe muy joven y muy guapa), pero… pensándolo bien, ¡la fiesta de Janucá sólo la celebramos 8 días una vez al año y no creo que la cintura lo resienta tanto! ¡Estaban deliciosas! Y había una mesa donde estratégicamente habían colocado, -pensando en cada niño- (o adulto, dependiendo del caso), si alguien quería decorar, rellenar, o degustar su Sufganía de acuerdo a los ingredientes que había; chocolate, mermelada, nutela, crema, etc. Todo era cuestión de creatividad y sazón personal. (Pero obviamente… tampoco alcanzaron, las charolas se vaciaban más rápido de lo que se preparaban. ¿Quién podía predecir que 5 sufganiot por persona no eran suficientes tampoco? Tal vez el año entrante se preparen diez para cada uno de los asistentes).

En fin, la dieta llegará algún día. Acabando Janucá, supongo, (sólo faltan algunos días y después esperaré algún milagro más).

Pero hay algo que debo mencionar y que me parece demasiado importante para dejarlo fuera de este artículo: Al llevar a la boca el alimento o las bebidas que se sirvieron, todos pronunciamos (tal como nos lo recordó el Rabino) las plegarias correspondientes.

¡Qué mejor manera de recordar que todo aquello que disfrutamos proviene del Creador! Tal como el milagro de la jarrita de aceite que festejamos, o de la victoria de los Macabeos, que aun siendo muy pocos, lograron recuperar y REINAUGURAR el Templo de Jerusalém, lucharon contra grandes ejércitos, y con Ha’Shem a su lado, lograron VENCER EN LA PRIMER BATALLA DE UN PUEBLO POR OBTENER NUEVAMENTE SUS DERECHOS. Su derecho de tener un D’s único que le guíe, que le dé confort y le muestre el camino correcto en la vida, y por sobre todas las cosas, la libertad, el mayor valor que como seres humanos podemos poseer.

Estoy segura que fueron muchas las Janukiot que se encendieron en las casas de la comunidad, que fueron muchas las bendiciones que se recitaron, que se prepararon kilos y kilos de papas rayadas y que también en el Colegio se celebró esta alegría con sufganiot, cuentos y muchas cosas más.

Como siempre, Ivonne Sandler, Sara Rosenefeld, y algunos otros, no quitaron sus ojos de cada detalle para lograr el éxito de la actividad.

Pero para mí, personalmente, el haber visto a los abuelos bailar con sus nietos, a los padres con los hijos, a las generaciones que aún se mantienen unidas o a personas solas que buscaban compañía y alegría, me une cada vez más a esta pequeñísima comunidad, activa y responsable como pocas.

Así como a muchos de los asistentes que nos llevó a pensar, concluir, imaginar y poder afirmar, que no importa el número de socios, sino el número de gente “incluyente” en cada una de las actividades que se organizan.

¡Nunca nadie imaginó una asistencia semejante! Personas que no tienen a sus niños, a sus nietos cerca, gente que quizá pudo decidir no estar allí, asistió para tener momentos de alegría y convivencia. ¡Para celebrar Janucá en comunidad!