MITCHEL BARD Y AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En acaso la más desafortunada actuación de un Secretario de Estado en la historia reciente, John Kerry dedicó su último mensaje en materia de política exterior a atacar al más estrecho aliado de América en Medio Oriente.

Por más de una hora de su apretado tiempo, Kerry se enredó en un ataque nada diplomático contra Israel –nunca se ha tomado siquiera cinco minutos para denunciar a Irán, Rusia o al régimen de Assad por genocidio.

Aparentemente, Kerry está confiado en el apoyo de los medios favorables (el New York Times inmediatamente alabó su discurso) para reescribir la historia del Medio Oriente. Simplemente ignoró que nunca ha existido un Estado Palestino en toda la Historia, que los reclamos palestinos a la Margen Occidental no son mejores (en este momento, incluso son débiles) que los de los israelíes, y que los palestinos han rechazado oportunidades para tener un estado propio en 1937, 1939, 1947, 1949-1967 (cuando Jordania ocupó la Margen Occidental y Egipto ocupó la Franja de Gaza), 1979, 1993, 2000 y 2008. Kerry además falló en reconocer que los asentamientos judíos nunca han sido la razón para el rechazo palestino, y que la construcción de asentamientos se habría detenido si los palestinos hubiesen aprovechado alguna de las oportunidades mencionadas para fundar su estado.

Obama ha intentado durante toda su gestión que los palestinos se sienten con los israelíes, y también ha fallado. De hecho, la hipótesis de Kerry de que los asentamientos son el problema fue refutada cuando en el primer año de gobierno de Obama Israel aceptó congelar las construcciones en los asentamientos durante diez meses, y de todos modos los palestinos se rehusaron a negociar. Es de lo más embarazoso que un líder palestino tan débil como para tener miedo de visitar Gaza y ciertas zonas de la Margen Occidental, haya desafiado exitosamente a la nación más poderosa del mundo.

La abstención de los Estados Unidos ha permitido la aprobación de una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, que ha sido ampliamente criticada porque Kerry, al igual que su predecesora, permitieron a los palestinos creer que podían evadir las negociaciones, pidiendo a la comunidad internacional que impusieran sus términos a los israelíes. En vez de apoyar los repetidos llamados de Israel para hacer negociaciones directas, Kerry apoyó a los palestinos y fortaleció su campaña para convencer al mundo de doblegar a Israel.

La abstención de Estados Unidos en la ONU y los comentarios de Kerry además mantienen viva la esperanza de los palestinos respecto a dividir Jerusalén y establecerla como su capital. La sugerencia de Kerry de que esto sólo era una continuación de una política existente es una mentira. El Congreso de los Estados Unidos ha expresado claramente que Jerusalén debe mantenerse como la capital indivisible de Israel. Más aún, al etiquetar a Jerusalén Este como “ocupada”, Kerry cuestiona el derecho de los israelíes y del pueblo judío a sus lugares sagrados. Esto refuerza las exigencias palestinas para controlar el Monte del Templo y el Muro Occidental –los dos lugares más sagrados para el Judaísmo–. La postura de Kerry ha hecho más urgente la promesa de Trump de mover la embajada norteamericana a Jerusalén, para hacer que los palestinos desistan de sus ideas.

Kerry reclamó que los derechos de los palestinos están siendo violentados por Israel. En primera, todos los ciudadanos árabes de Israel gozan los mismos derechos que los no árabes. En segunda, Israel no tiene ninguna obligación con los palestinos porque no son ciudadanos israelíes (y de todos modos trata en términos de igualdad a quienes trabajan en Israel). Tercero, la Autoridad Palestina gobierna a más del 90% de los palestinos, pero les niegan libertad de expresión, libertad de reunión, libertad de prensa, derechos a las mujeres y a las comunidads lésbico-gay y similares. Kerry jamás ha dicho nada sobre la negativa de Hamas y la Autoridad Palestina a estos derechos. Peor aún: mientras Kerry lanza improperios contra la democracia israelí, se calla mientras Mahmoud Abbas cancela elecciones y arresta, exilia o mata a sus oponentes.

La posición de Kerry es una continuidad de la desacreditada perspectiva de varios funcionarios del Departamento de Estado etiquetada como “arabista”. Estos oficiales primero intentaron evitar la creación de Israel, luego trataron de impedir su implementación, y ahora mantienen la ficción de que la política de Israel es el origen de todos los problemas en Medio Oriente. Los israelíes no han sido tan “sensatos” como para dejar que los árabes los arrojen al mar, pero los arabistas –dirigidos por Kerry– insisten en que Israel debería capitular ante las demandas palestinas para que vuelvan a ser vulnerables y dejen de ser una irritación para occidente en sus relaciones con los estados árabes.

Uno de los mantras arabistas repetidos por Kerry es que América tiene que salvar a Israel de sí mismo. Realmente cree que conoce mejor lo que es mejor para Israel, y que los israelíes son demasiado estúpidos como para conocerse a sí mismos, tanto como para elegir a un Primer Ministro que no le gusta a Kerry.

Qué nivel de impertinencia y de falta de respeto hacia la democracia.

La situación se ha vuelto irónica toda vez que las desastrosas políticas de su administración han alejado a los países árabes que siempre fueron considerados como aliados por los Estados Unidos, y que ahora encuentran más intereses en común con Israel. Kerry sabe que Israel vive en un vecindario peligroso, pero no se ha dado cuenta de que él mismo lo hizo todavía más riesgoso, entre otras cosas, por la ineptitud de Obama respecto a “las líneas rojas” que no debían cruzarse en Siria (el uso de armas químicas), y sus desastrosas negociaciones con Irán.

A nadie sorprende que Kerry no sea capaz de sentir el mismo nivel de molestia ante las violaciones de Irán a los acuerdos nucleares, su apoyo al terrorismo internacional, sus crímenes contra civiles en Siria y en Yemen, o sus ataques y amenazas contra el personal militar norteamericano y los intereses de Estados Unidos en la región. Los iraníes han tomado a Kerry como rehén amenazando con renegar del tratado nuclear –supuestamente, un gran logro de la política exterior de Obama– si hace algo que los moleste. Consecuentemente, Estados Unidos no hace nada que interfiera con los objetivos hegemónicos de Irán; peor que esto, se le facilitan las cosas a Teherán proveyéndole billones de dólares para financiar sus objetivos.

Las preocupaciones por Iran han provocado un acercamiento entre Israel y varios estados árabes. Y en vez de aprovechar la oportunidad y empujarlos a formalizar relaciones, Kerry ha hecho todo lo contrario. Ha insistido en los mitos arabistas según las cuales los árabes están tan preocupados por los palestinos, que no aceptarán relaciones con Israel a menos que los palestinos tengan su estado. Incluso alguien como Jimmy Carter demostró que esto es una mentira cuando escribió en sus memorias que los líderes árabes con los que tuvo contacto no tienen ningún interés en un estado palestino. Los estados árabes están preocupados por su propia supervivencia, no por la palestina, y se hace evidente en su falta de apoyo a los palestinos salvo por ayudas económicas triviales y cierta retórica aparentemente “preocupada”. Los estados árabes miran a los palestinos hacia abajo y los tratan con absoluto desdén (ejemplos: fueron expulsados de Kuwait y son perseguidos en Líbano y Siria).

Al mundo no le gustan los asentamientos judíos. De acuerdo. Pero Israel ha demostrado una y otra vez que está dispuesto a hacer concesiones territoriales, incluso a costa de desmantelar comunidades judías, en favor de la paz. Muchos judíos fueron evacuados de Sinai para lograr la paz con Egipto, y luego de Gaza a la espera de lograr la paz con los palestinos. En el primer caso, Egipto aceptó la paz. En el segundo, los palestinos bombardearon Israel con más de 10 mil misiles.

En otro gesto de penosa ingenuidad, Kerry falla al no darse cuenta de que los israelíes no están dispuestos a cometer el mismo error en la Margen Occidental. Los palestinos tendrían que demostrar que están comprometidos con la paz. Pero en vez de ello, continúan su vocación terrorista y de incitación a la violencia, educando a su juventud a creer que Israel no tiene derecho a existir y rehusándose a reconocer a Israel como un estado judío, o el derecho del pueblo judío a ser libre y soberano en su propia tierra.

Justo esta semana, cuando Kerry se preparaba para abrumar a Israel, el partido Fatah –que gobierna en la Margen Occidental– celebró en su página de Facebook “los más excepcionales” ataques terroristas de este año, que mataron a 78 civiles adultos, 16 soldados y 22 niños. Los israelíes no ven esto como Kerry quisiera, sino como realmente es. Y por eso votaron por Netanyahu.

La miopía de Kerry respecto al Islam radical –palabras que ni siquiera se atreve a pronunciar– también demuestran su incapacidad para comprender la situación. El conflicto nunca tuvo que ver con dos pueblos peleando por una tierra. Por eso es que la aparentemente lógica solución –la creación de dos estados– ha fallado. Kerry no entiende que el conflicto nunca fue un asunto de demografía y geografía; en realidad, es un asunto con trasfondos históricos, psicológicos y, sobre todo, religiosos. Hoy por hoy, el factor religioso ha venido a ser el dominante conforme los palestinos han adoptado la perspectiva islamista radical defendida principalmente por Hamas, que sostiene que los judíos no tienen lugar en territorio del Islam, salvo como una minoría perseguida, tal cual lo fueron en las épocas de los imperios árabes. Esta convicción, y no los asentamientos israelíes, son el verdadero obstáculo para una solución de dos estados.

El terrible fallo de la Administración Obama en admitir que el Islam radical es una amenaza, y más aún en confrontarlo, han hecho al mundo más peligroso. Kerry puede seguir fastidiando a Israel, que es mucho más fácil que enfrentar el verdadero problema, pero eso no va a traer la paz. Ni siquiera la va a acercar. En realidad, las políticas norteamericanas de los últimos ocho años han hecho que las posibilidades de paz sean más remotas que nunca, por lo que es razonable asumir que el discurso de Kerry sobre este tema fue el último.

Fuente: Mitchel Bard para The Algemeiner
Traducción y adaptación: Irving Gatell