MAURICIO ALISKEVICIUS

Corresponsal
Rehovot – Israel

Leyendo el artículo sobre el “lobby judío” norteamericano, analizado sencillamente, sin dudar los datos que en él abundan, podemos releer de la siguiente forma: “apoyo incondicional a Israel”. Nunca existió el tal apoyo incondicional; simplemente la mayor potencia imperialista mundial, una vez desbancada la competencia de Gran Bretaña y URSS, para dominar al mundo precisó aliados en distintas zonas. En el Medio Oriente tuvo (¿tiene?) a Israel como aliado en lo militar y en la tecnología.

Pero un aliado es un socio: yo te doy y tú me retribuyes. Esa alianza comenzó cuando en 1948 Israel fue rechazado como aliado y socio por la dirigencia soviética antisemita de la época. Un país pequeño, débil y que recién comenzaba a dar sus primeros pasos, necesitaba la ayuda de otro país poderoso, y ante la negativa soviética no tuvo otra opción que hacer algún acercamiento amistoso con Estados Unidos.

Ese apoyo “incondicional” significó incluso en momentos bélicos importantes que Israel tuviera que comprar aviones a Francia, armas a Checoslovaquia, etc. Hoy significa el tratado con Irán y la Resolución N° 2334 del Consejo de Seguridad.

“Un mito muy extendido”: totalmente cierto. Siempre fue un mito que un grupo de ciudadanos judíos norteamericanos tuviera tanto poder como para definir cualquier política del gobierno de ese país. En números redondos, cinco millones de ciudadanos no pueden tener más fuerza que el resto de los más de 300 millones de habitantes. En cuanto al sub-mito de poderío económico, entre los más ricos de la revista Forbes apenas aparece algún judío entre tantos cristianos; ¿eso significa que el Vaticano es el “lobby” más poderoso de Estados Unidos y del mundo?

Debemos mencionar además que de los cinco (o seis, esto no cambia nada) millones de judíos, una parte importante no es sionista o pro-Israel; una parte importante es clase media y baja por lo que Israel no figura entre sus temas favoritos; otra parte son judíos “estilo” Noam Chomsky o los dueños del New York Times, o sea, enemigos acérrimos de Israel.

Lo que indudablemente debemos mencionar es que los ciudadanos judíos norteamericanos son antes que nada norteamericanos, después demócratas o republicanos, y muy lejos en su escala de valores encontraremos su judaísmo, donde la mayoría lo vuelca hacia la religión y no al sionismo. Y los religiosos, mayormente ortodoxos, no reconocen al Estado de Israel como patria judía, hasta que no llegue el Mesías enviado por Dios.

“Judíos estadounidenses progresistas”: gran verdad mencionada en el artículo. Son mayoría, y se dedican más que nada a luchar por la sociedad, beneficios sociales, derechos humanos, separación de las religiones del estado, etc. En una sociedad que siempre se caracterizó por ser anticomunista (en su mayoría), ellos integran una izquierda sin la etiqueta de la hoz y el martillo.

“La influencia de los grupos de presión judíos ha sido incuestionable”: esto se contradice totalmente con los números que el artículo menciona más adelante. En cierto momento habla de un 4° lugar, en otros parecería que influyen menos.

Es muy simple: si varios millones de habitantes manifiestan su sentir en cualquier tema, no pasaría desapercibido ni en países super poblados como China o India. ¿A eso se le llama “influencia incuestionable”?

Reconocemos no haber leído los libros que el artículo menciona. Pero sí leímos todas las informaciones internacionales que se refieren a los ocho años de gobierno de Obama y los actuales de Netanyahu en Israel. Quedó muy claro que ambos gobernantes dieron prioridad a sus sentimientos y sus intereses personales, dejando más atrás los intereses de sus respectivos países.

La lucha fue entre egos, Netanyahu quedará para la historia norteamericana como el primer gobernante extranjero que le hizo frente a un presidente de USA, y Obama quedará como un vengativo gobernante que para hacer efectiva su venganza dejó de lado tanto sus anteriores declaraciones como la línea de política internacional que su país llevaba hacía mucho tiempo. Todo fue muy claro, Netanyahu declaró que ningún gobernante extranjero impondrá su política a Israel, y Obama olvidó por completo que en el conflicto israelí-palestino hay una parte palestina a la que también se la debe culpar.

“Se implicaron en política en forma desproporcionada a su masa social, con un fervor casi religioso. Los judíos, pues, formaron organizaciones, lideraron debates políticos, supieron marcar agendas, acudieron a votar activamente y aportaron fondos a las campañas electorales.”: esto quiere decir que simplemente se convirtieron en ciudadanos norteamericanos activos, 100% integrados a su país. Esto es algo que contrasta totalmente con lo que siempre se acusa a los judíos en la diáspora, que es que no se asimilan a los países donde viven, que “hacen rancho aparte” como se dice en criollo.

Tenemos muchas dudas que los judíos tengan en USA más poder que ese grupito de unos 2,500 intelectuales, más secreto que una logia masónica, en el que figuran nombres como Clint Eastwood, Mel Gibson y otros, que se conocen como nacionalistas ultraderechistas.

No tenemos duda alguna, y el artículo lo menciona, que grupos de poder que no son el “lobby judío”, impidieron a Obama reglamentar la ley de tenencia de armas, que causa tantas muertes de norteamericanos casi a diario.

Debemos preguntarnos por qué se ve mal que los judíos norteamericanos estén divididos entre demócratas y liberales, entre quienes defienden o atacan el acuerdo con Irán, entre quienes quieren apoyar o no al gobierno de Netanyahu, si esto es el signo más evidente de que antes que nada son norteamericanos. La opinión que ellos tienen es igual que las de ciudadanos no judíos de ese país o de cualquier otro: opinar desde afuera, al igual que todos opinamos sobre Obama y Trump.

“Ni siquiera Israel es la mayor de sus inquietudes electorales. Según una encuesta del Public Religion Research Institute, sólo el 4% de los judíos de Estados Unidos consideran Israel como su principal preocupación a la hora de votar, y según otra encuesta llevada a cabo por el American Jewish Council, menos del 10% de los judíos estadounidenses identifican a Israel y a las relaciones bilaterales con EE.UU. como un asunto capital para determinar su voto”: esta frase no sabemos si pertenece a un judío que defiende a los judíos, o a un norteamericano que los critica como estadounidenses. Lo que queda claro es que son ciudadanos norteamericanos que cumplen con la condición de ser descendientes del pueblo judío, y parte de ellos practica la religión.

Nos negamos a hablar de “lobbys”. Toda vez que se forma un grupo humano, lo hace para un fin determinado, una causa, intereses, afinidades culturales o religiosas, etc. No entendemos por qué el hecho de que se junten judíos con un fin determinado tiene que ser llamado lobby y se le debe adjudicar gran fuerza, peligrosidad, unión sin fisuras. Sería más conveniente que se hable más de la Sociedad del Rifle, del Ku Kux Klan, de las mafias poderosas, de los cárteles de droga.

¿Qué miramos entonces, la mitad llena de la copa o la mitad vacía?

 

Nota: esta es una respuesta al artículo publicado por BPPColor de Uruguay.