RABINO MARCELO RITTNER PARA ENLACE JUDÍO

Hace pocos días una noticia en el periódico NYT me sorprendió y les confieso, me llenó de nostalgia. La nota informaba que el circo de los Ringling Brothers y Barnum & Bailey cerrarán de manera definitiva en el mes de mayo, después de 146 años. Les digo, me dio mucha tristeza.

Recuerdo de niño, estando de vacaciones en Mar del Plata, cuando cada verano llegaba el circo a la ciudad. Paseaban con carteles y la banda promocionando el espectáculo. ¡Cuánta nostalgia! El circo nos alimentaba la fantasía con animales, música y artistas que nos asombraban. El hombre bala, los elefantes con sus trucos, los tigres, los caballos y los increíbles acróbatas. ¡Que momentos maravillosos!

¿Quién necesita el circo hoy, cuando cualquier niño de diez años tiene acceso al mundo desde su teléfono, tableta o computadora? Era un espectáculo en un mundo de inocencia, de maravilla y curiosidad. Hoy el mundo ha perdido su inocencia y su sentido de la maravilla. Como sea, me resulta triste ver una vieja institución como el circo incorporarse “a la papelera de la historia”.

Pero no se pongan tristes. El circo Ringling Brothers no pudo resistir la feroz competencia de otro circo que comienza su espectáculo inigualable hoy y por los próximos cuatro años. Estará en 1600 Pennsylvania Avenue, en Washington, más conocida desde ahora como la Familia Trump.

Lo que me recuerda el chiste de los cuatro viejos judíos jugando barajas. El primero rompe el silencio: ¡Oy! El segundo agrega: ¡Oy vey! El tercero suspira: ¡Oy veiz mir! Y el cuarto, molesto reclama: “¡Hey, pensé que estábamos de acuerdo de no hablar de política!

Tuve dudas del título de mi mensaje de este Shabat. Podría ser: ¡Gevaldt! O podría ser: “From Russia with Love”. Tal vez: Black Sabbath. O: Vayakom Nasi Jadash. “Un nuevo rey se estableció en Egipto.” Éste en referencia a la lectura de la Torá de este Shabat, parashá Shemot.

Esta noche me resulta difícil no enfocarme en ese versículo: “Un nuevo rey se estableció en Egipto que no conocía a José.

¿Cómo es posible que el rey de Egipto no conozca al segundo más poderoso líder de Egipto, que salvó a Egipto del desastre? Rashi, citando un Midrash, ofrece dos explicaciones para este versículo: una, que un nuevo rey que literalmente no sabía nada del pasado, surgió en Egipto. La otra, es que fue el mismo rey, pero prefirió ignorar el pasado.

En la tradición judía el Faraón del Éxodo es considerado como uno de los peores déspotas de la historia. Y lo que lo convierte en un gobernante tan problemático es que “no conoció a José, o no reconoció a José”.

O sea, que nunca estuvo agradecido por todo lo que había venido antes que él. No solamente no reconoció a José, tampoco reconoció a todos los que habían hecho de Egipto un país tan poderoso, antes, de su gobierno.

Personalmente, me preocupa alguien que piensa que “solo” puede arreglar todos los problemas. Y ese es el caso del nuevo Faraón, una persona que no se ve a sí mismo como parte de la historia. Un faraón listo para construir pirámides o muros, pero con el trabajo de esclavos; un faraón que, sabe todo mejor y desconoce a los otros y su valor; un faraón carente de cualquier ética o moral, porque insulta, miente, desprecia, humilla a aquellos que no son de su círculo real, o de su color de piel o de su sexo. Un nuevo faraón que cambió el nosotros por el “yo”, que dividió a su pueblo y que no le interesa la conciliación tal como lo mostró en su discurso inaugural. Entonces: ¿Qué podemos aprender de la historia del nuevo faraón?

Aprendemos que la esperanza importa, que la fe importa. La fe de aquellas mujeres como Shifra y Púa, las parteras que desobedecieron las órdenes de matar nuevas vidas porque creían que la demanda moral de Dios por la justicia y la paz, importaba más que la demanda inmoral de Faraón.

Y aprendemos que la esperanza importa. Debemos cultivar la esperanza que trae la justicia, la vida y la paz en este mundo.

La plegaria, escribe el rabino Joseph Soloveitchik, “cuenta al hombre la historia de sus esperanzas y expectativas ocultas. Le enseña cómo contemplar la visión y cómo esforzarse para realizar esta visión “. Por ello es tiempo de rezar.

En las palabras de Abraham Ioshua Heschel: “En la sociedad, algunos son culpables, pero todos somos responsables”. Es tiempo de dejar de ser indiferentes.

Es tiempo de rezar. Y es tiempo de actuar, de hacer escuchar nuestras voces.

Debemos rezar como si todo dependiera de Dios. Y debemos actuar como si todo dependiera de nosotros. Debemos hacerlo para acabar con los faraones que nos amenazan como individuos, como familias, en cada generación, en cada lugar.

Shabat Shalom.

Mensaje de Shabat – Shabat Shemot 5777