DAVID HARRIS

La ONU designó el 27 de enero como el Día Internacional del Holocausto. La fecha en la que el ejército soviético liberó Auschwitz en 1945, el infame campo de exterminio nazi alemán que ha llegado a simbolizar las profundidades demoníacas a las que el Tercer Reich descendió en la “industrialización” del genocidio.

La tradición judía nos manda recordar (zajor) y no olvidar (lo tishkaj).

Recordemos …

… a los seis millones de judíos, entre ellos, un millón y medio de niños, que fueron exterminados en el Holocausto (en hebreo, Shoá).

… el nuevo alfabeto creado por los nazis para la solución final – desde la letra “A” para Auschwitz hasta la “Z” para Zyklon-B.

… no sólo las muertes trágicas de los seis millones de judíos, sino también su vida vibrante, como comerciantes y artesanos, científicos y autores, maestros y estudiantes, padres e hijos, maridos y esposas.

… a las antiguas civilizaciones judías ricas en colorido que fueron destruidas – desde Salónica hasta Vilna, desde Amsterdam hasta Praga.

… la pendiente resbaladiza que se inició con los desvaríos de un obscuro antisemita austriaco llamado Adolf Hitler y que condujo en menos de 15 años a su absoluto control sobre Alemania.

… a los que no lograron comprender la amenaza emergente del régimen de Hitler, que minimizaron sus desvaríos maníacos en los años treinta y pensaron que una política de apaciguamiento podría satisfacer su inextinguible deseo de poder y conquista.

… el suelo fértil del antisemitismo europeo – cultivado durante siglos por las voces culturales, políticas y religiosas – que creó un clima demasiado receptivo para el objetivo nazi de eliminar al pueblo judío.

… el coraje de Dinamarca, Albania, Bulgaria y Finlandia, y sus extraordinarios esfuerzos por proteger a sus propias comunidades judías.

… el ejemplo de miles de personas justas – que en hebreo son llamadas Hasidei Umot Ha’olam (Justos entre las Naciones), quienes arriesgaron sus propias vidas – y, en algunos casos, dieron sus vidas – para que otros pudieran vivir.

… a los millones de no judíos – polacos, rusos, romaníes, discapacitados, opositores políticos y homosexuales – exterminados bajo el implacable ataque nazi.

… la determinación y el sacrificio de las naciones aliadas, que con “sangre, trabajo, lágrimas y sudor”, como dijo el indomable Winston Churchill, vencieron al Tercer Reich.

… a los supervivientes de los campos de la muerte, que sufrieron atrocidades inimaginables y que nos han inspirado a todos con su indomable coraje, espíritu y voluntad de vivir.

… la ausencia de un Israel en aquellos años de guerra – un Israel que, de haber existido, habría proporcionado un refugio cuando tan vergonzosamente pocos países estaban dispuestos a aceptar a los refugiados judíos.

Nunca debemos olvidar …

… a los que perecieron en manos del Tercer Reich y sus colaboradores.

… a los que salvaron siquiera una vida. Como está escrito en el Talmud: “El que salva una vida ha salvado al mundo”.

… la antigua enseñanza judía que todos somos creados “a la imagen de D-os”.

… la importancia de hablar con firmeza y sin ambigüedad y de tomar medidas contra la intolerancia y el fanatismo, siempre y dondequiera que aparezcan.

… el vínculo inextricable entre la democracia, el estado de derecho y la protección de los derechos humanos.

… la vieja visión profética de un mundo de justicia, armonía y paz.

… que cada uno de nosotros, en diferentes niveles, podemos ayudar a acercarnos a la realización de esa visión profética.

Fuente: Huffington Post

Traducción: Esti Peled

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