Según la revista estadounidense ‘The American Interest’, son 8 los perdedores del 2016, y entre ellos están los palestinos.

WALTER RUSSELL MEAD

En 2016, los partidarios de la causa palestina se aferraron a una victoria simbólica al final del año: una resolución de la ONU que condena los asentamientos israelíes en Cisjordania como ilegales fue aprobada con una abstención crucial de Estados Unidos. Pero el hecho de que esta declaración sin efecto, aprobada con la ayuda de una administración presidencial estadounidense agonizante, sea el principal logro de los palestinos en 2016, sólo pone en relieve las dificultades de los palestinos.

El problema con los palestinos es que en cuestiones de organización y economía, siguen siendo débiles en comparación con sus opositores y rivales israelíes, y la diferencia entre las capacidades del movimiento palestino y el Estado de Israel es cada vez más grande. El movimiento palestino ha intentado contrarrestar esta creciente disparidad mediante la construcción de alianzas con actores externos que, por diversas razones, son anti-israelíes y temen de ellos o, por una mezcla de razones religiosas, éticas o culturales, están dispuestos a apoyar la causa palestina.

A través de los años, los palestinos han logrado formar importantes alianzas con los países árabes del Golfo, la Unión Europea y los demócratas liberales en Estados Unidos. Esas alianzas han dado lugar a un importante apoyo político y económico, que de alguna manera compensó la debilidad del movimiento palestino.

Estas alianzas externas hacen para los palestinos lo que ellos no pueden hacer por sí mismos. La Autoridad Palestina, por ejemplo, no podría solventar gastos, operar sistemas educativos o de salud, vigilar su territorio ni pagar los sueldos de sus funcionarios sin los subsidios anuales de los gobiernos donantes. La AP no es capaz de satisfacer las necesidades de los refugiados palestinos fuera de Cisjordania; la ayuda que reciben proviene de donantes internacionales.

Aún más fundamentalmente, lo que impide un mayor desarrollo de los asentamientos en Cisjordania tiene poco o nada que ver con el poder de resistencia de los palestinos. Lo que preocupa a Jerusalem es la reacción de actores externos, particularmente en Estados Unidos o Europa, y en menor grado en el resto del mundo árabe. Los palestinos siguen dependiendo de la bondad de extranjeros; su movimiento está política y financieramente comprometido con fuerzas externas que pueden influir, pero no controlar.

Lo que les sucedió a los palestinos no fue que sus lazos con sus partidarios se debilitaron. Los americanos liberales, los europeos y los países árabes del Golfo los siguen apoyando como siempre lo han hecho o tal vez más, especialmente a nivel de la opinión pública. Pero los amigos de los palestinos son cada vez más débiles, ya que su capacidad de controlar los acontecimientos en el Medio Oriente es cada vez menor y, a medida que su poder disminuye en tanto que responden a otras amenazas y prioridades, tienen menos que dar a los palestinos.

En Estados Unidos, los demócratas liberales, incluyendo a muchos judíos liberales, están más enojados con el gobierno de Netanyahu que nunca, pero tras la victoria del Partido Republicano en noviembre, los demócratas liberales quedaron con muy poco poder. Y a medida que los demócratas se empeñen en reconstruir su fortuna, tendrán que concentrar sus esfuerzos en los temas que puedan ayudarles a recuperar el poder; duplicar su apoyo a los palestinos no es la manera de ganar a los votantes en la política estadounidense.

Los europeos tienen sus propios problemas. La capacidad de la Unión Europea para influir en los acontecimientos de Oriente Medio sigue disminuyendo, mientras que las crecientes dificultades locales llevan a los responsables de la política europea a centrarse en asuntos internos.

En cuanto a los árabes, el doble impacto de los bajos precios del petróleo y la creciente amenaza de Irán reducen la capacidad de los países del Golfo para ayudar a los palestinos y disminuyen su apetito de una confrontación con Israel sobre asuntos palestinos. Los árabes del Golfo ven a los israelíes como un importante socio estratégico regional para contener a Irán; Egipto agradece la ayuda de seguridad israelí contra radicales islámicos y movimientos como Hamas. Jordania requiere de buenas relaciones con Israel para sobrevivir, especialmente cuando el caos continúa sumiendo el vecindario y los refugiados siguen llegando a Jordania.

Los palestinos son más débiles que nunca en comparación con los israelíes y, al menos por ahora, sus aliados más cercanos han perdido el poder y la voluntad de ayudarlos. 2016 fue en algunos aspectos el peor año para los palestinos desde 1948; su situación a principios de 2017 parece sombría.

Fuente: The American Interest

Traducción: Esti Peled

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