ESTHER SHABOT

Este cuadro se veía venir desde que, en la campaña por la Presidencia, Trump calificó al acuerdo entre Teherán y el G5+1 como un “desastre”.

Uno más de los desencuentros entre la nueva administración de Donald Trump y un país miembro de la Unión Europea, como Francia, se ha dado estos últimos días alrededor del tema iraní. El veto ordenado la semana pasada por Trump a la entrada a Estados Unidos de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, entre ellos Irán, fue seguido por una prueba misilística del país persa, prueba que desencadenó condenas y sanciones que se impusieron desde Washington este fin de semana.

Este cuadro forma parte de algo que se veía venir desde que, en la campaña por la Presidencia, Trump calificó al acuerdo entre Teherán y el G5+1, enfocado en la detención del proyecto nuclear iraní, como un “desastre” que había que remediar tan pronto como se pudiera. Pero algo que también se podía prever era que los otros cinco países firmantes del acuerdo con Irán no estarían dispuestos a renunciar a los nuevos lazos que se estaban tejiendo ya en diversas áreas con los iraníes.

El más inmediato ejemplo de ello es el de Francia. El 30 de enero una delegación encabezada por el ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean Marc Ayrault, e integrada por 60 políticos y hombres de negocios, llegó a Teherán para tener una serie de pláticas con el presidente iraní, Hassan Rouhani, y con altos funcionarios del régimen de los ayatolas.

Al día siguiente en una conferencia de prensa conjunta, ambos ministros de Relaciones Exteriores, Ayrault y Zarif, enfatizaron la necesidad de continuar apegados al acuerdo Irán-G5+1. Abiertamente, Ayrault expresó su preocupación por la pretensión de Trump de anular o renegociar el acuerdo y condenó también la decisión reciente de éste de cancelar las visas de entrada a Estados Unidos para los iraníes con el pretexto de combatir al terrorismo. Si bien lamentó Ayrault la prueba del misil por contradecir al espíritu del acuerdo, su contraparte argumentó que ese tipo de pruebas no violaba lo firmado, en virtud de no portar cabezas nucleares.

La confirmación de que Francia se mantiene firme en el restablecimiento de relaciones con Irán se mostró en lo tratado en la Conferencia de comercio franco-iraní que se celebró también en Teherán el 31 de enero. Se anunció que el país galo planea duplicar próximamente el número de visas aprobadas para visitantes iraníes que ahora suman 41 mil anuales.

Igualmente se enfatizó que el comercio bilateral entre ambos países se ha incrementado en 200% tras la firma del acuerdo del G5+1, con una participación notable de las empresas automotrices Renault y Peugeot, además de haberse firmado un contrato para que Francia le venda 100 aeronaves Airbus y para que el grupo constructor Vinci apruebe un proyecto hoy en proceso para la construcción de dos aeropuertos en Irán. De tal suerte que las relaciones entre los dos países se están reforzando notablemente, con perspectivas de una posible próxima visita de Rouhani a París e incluso con la del presidente Hollande a Irán.

Esta realidad puede sin duda extrapolarse a los otros cuatro firmantes del acuerdo. Gran Bretaña, Rusia, China y Alemania se mueven en la misma sintonía que Francia en este tema, por lo que se puede esperar un distanciamiento cada vez mayor de todos ellos con Estados Unidos a partir de la política en sentido opuesto que está ejerciendo ya el presidente Trump.

Con ello, Washington sigue enfilándose hacia un aislacionismo creciente que no sólo desencadenará desequilibrios y realidades geopolíticas impredecibles y de consecuencias inciertas para el mundo, sino que también debilitará a Estados Unidos debido al gran daño que le significará la ruptura de tantas importantes alianzas cultivadas a lo largo de décadas por sus predecesores.

Fuente: Excelsior